Análisis (y analistas) es una floreciente industria en este país (I)

Por centésima (o milésima, o millonésima) vez acabo de leer, ver, escuchar o analizar otro ensayo, artículo, entrevista, seminario, disertación o charla, sobre lo que debe hacer o no debe hacer el gobierno para combatir la endemoniada subida de los precios, la criminalidad, o una supuesta "desviación socialdemócrata" del chavismo. Rara vez estos "analistas", por no decir nunca, se detienen a decirnos CÓMO se debería hacer eso; conformándose en describir la situación actual, con mayor o menor destreza retórica, con mucha o poca erudición, pero sin aportar nada útil que pueda orientar a nuestro gobierno y quienes toman las decisiones en él.

Pretender colocarse más allá del bien y del mal, es un ejercicio propio de catedráticos, pero no de políticos. En eso muestran estos caballeros (y algunas damas) poca sensatez intelectual, esclerosis de ideas, y una asombrosa desconexión con la realidad, la cual suponemos intentan auscultar. Debido a que la política es una apretada simbiosis entre arte y ciencia, donde cualquier medición o análisis serio necesariamente va a modificar el sistema o fenómeno a estudiar, haciendo por tanto imprescindible revisar continuamente el método de aproximación, que a su vez modificará, otra vez, el sujeto u objeto a medir, y así ad infinitum; cualquier acercamiento, medianamente válido, deberá entonces contener elementos subjetivos, además de considerar el azar (la "fortuna" diría Maquiavelo), las capacidades y habilidades reales de hombres, mujeres y comunidades que lideren estas transformaciones, como factores determinantes, concomitantes e imprescindibles si queremos acertar en la solución, aún cuando parcial, de los duros problemas que nos aquejan como nación.

Un balance entre teoría y praxis es esencial. Balance que nadie puede pretender resumir en ninguna regla conocida. Balance que de modo alguno significa colocarse "en la mitad", pero sí en "el medio" del problema; pudiendo éste estar un segundo antes muy cercano a un extremo de las posibilidades y en el instante siguiente en el otro extremo. La realidad es quién debe guiarnos (si es que alguien insiste en tener una "regla") y no los modelos que nos hemos hecho de ella. Por supuesto, en la dialéctica del (archiconocido) método que propongo de forma sucinta, la realidad modifica la teoría que se ha construido, que a su vez ésta modifica la forma en la cual se transforma la realidad; que es, si se quiere, la esencia de cualquier proceso político: Transformar la realidad PERO desde la realidad.

El capitalismo semeja un poderoso motor de un Dodge Dart o un Caprice Classic de esos que aún se ven en Venezuela. Manejarlos sigue siendo una delicia. Meterle la chola evoca escenas lujuriosas. Por su naturaleza es fuertemente seductor, fácil de digerir y de asumir. El problema es que estas máquinas son altamente ineficientes, y he allí por lo que es necesario consumir enormes cantidades de combustible para que realicen un trabajo útil. Funciona relativamente bien si se asegura un suministro creciente de materia y de energía. Es de carácter esencialmente depredador, porque acumula entropía en grandes cantidades y debe compensarla tragando cada vez mayor cantidad de mercancías, incluida aquella llamada dinero. Se le tolera en épocas de ortodoxo crecimiento económico, pero es esencialmente suicida en situaciones como la actual.

El problema con "pensadores" como el Toby Valderrama y otros que se refocilan en el portal aporrea.org (mucho menos desde ensartaos.com.ve y misionverdad.com), es que hacen sus "análisis" desde la autoridad que les otorga la ignorancia de la realidad, esta, la pedestre, la que huele a flores y alcantarilla, donde las mujeres culonas no usan photoshop y los hombres revolucionarios viven atrapados dentro de sus pequeñas miserias y aliento a diablitos del desayuno. No hay guerras épicas ni Homeros con talento que narren para la posteridad este hecho complejo, contradictorio, informe, angustiante, pero profundamente vivo, que se llama la Revolución Bolivariana.

¿Cómo se hacen (y cómo deben ser) las cosas en la administración pública? ¿Cómo se toman las decisiones? ¿Cómo se administra el Estado? ¿Cómo lograr los objetivos estratégicos? Vayamos entonces por partes.

juanvillegas.febres@gmail.com



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Juan Carlos Villegas


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