Muchos analistas políticos contemporáneos coinciden en afirmar que los gobiernos de izquierda, son gobiernos debilitados. Que el tiempo de las vacas gordas se alejó y ahora es un período de crisis y descontento social, donde junto a la demanda por bajar el precio de los productos de la canasta básica, se ha ido elevando la demanda hasta exigir la renuncia de los presidentes: Russeff, Umala, Maduro, y últimamente los movimientos sociales piden la renuncia de Otto Pérez Molina en Guatemala.
Vistos desde esa perspectiva, se salvan los gobiernos de Colombia, México, Bolivia y Ecuador; sin embargo, recientemente se denunciaron los intentos de golpes de Estado en El Salvador, Ecuador, Bolivia y Argentina y la corrupción en Chile.
Puestas así las cosas, parece ser que la perspectiva de gobernabilidad política de los gobiernos progresistas latinoamericanos está debilitada. Sin embargo, cuando se ingresa a la problemática particular de cada país, se encuentra otra explicación. Esta consiste en afirmar que las oligarquías locales y el imperialismo norteamericano a través de un sin número de medidas económicas, como el bloqueo, sabotaje, contrabando y el saqueo de reservas financieras estatales, pretenden obstaculizar el desarrollo de los planes sociales de estos gobiernos.
Y es que las democracias son caras y las dictaduras baratas.
Pues, todos los planes de inversión social requieren del uso de una cantidad descomunal de recursos financieros, de personal y de instituciones que solamente puede proveer el Estado o en algunos casos, con participación de empresas privadas. (El caso de las empresas mixtas, que en fin de cuentas trabajan con subsidios del mismo Estado). La expresión política de estas formas de gobernar se conocen o se expresan con el título de democracias: participativa, popular, ciudadana, plurinacional.
Y dado que estas medidas, con las cuales se ha hecho frente a las necesidades por siglos postergadas de los pueblos, han resultado beneficiosas para la población, especialmente los más necesitados, requiere del uso de colosales cantidades de recursos financieros provenientes de la renta, el iva, la nacionalización de los recursos naturales, y los depósitos en los fondos de pensiones y de la seguridad social, entre otros, no es extraño prever entonces, que la voracidad de las empresas financieras capitalistas vean en esa gigantesca fuente de recursos, la mina más codiciada de sus ambiciones financieras.
Y puesto que los gobiernos progresistas son un obstáculo para llegar a esos lingotes dorados, la tarea ahora consiste en derribar esos gobiernos e instalar de nuevo las dictaduras militares, otrora lacayos vende patria, que ponían por una cantidad de dinero (Que les garantizaba familiarmente la seguridad de su existencia), a disposición de oligarcas y transnacionales, los recursos naturales, financieros y sociales de nuestros países.
Para el caso, las experiencias pasadas de Estroessner, Pinochet, Bordaberry, Sánchez Hernández, Diaz Ordás, Videla, Trujillo, etc., no se pueden olvidar. Ahora, el imperialismo norteamericano se trae la experiencia de las primaveras árabes: Libia, Marruecos, Egipto, Siria y la última de Ucrania para aplicarlas en nuestro continente.
El fin es controlar el poder político para legalizar el control de los recursos referidos. Esto para ellos es barato, y es todavía más, si adoptamos como forma de lucha política las recomendaciones y consideraciones de:
Sergio Ramírez y Dieterich quienes sostienen que los movimientos revolucionarios que luchan, política y militarmente para arribar al poder, son movimientos del pasado, y si aceptamos eso como verdad, nos quedaremos como revolucionarios viendo que las amenazas de dictaduras que se ciernen sobre la atmósfera política latinoamericana son banalidades antiguas, que se actualizan y que luchar como revolucionarios no solamente contra las dictaduras instaladas, sino también contra las amenazas de dictaduras contemporáneas es una trivialidad del pasado (que solo pasa en la cabeza de estos dos buhoneros del imperialismo, quienes creen que los intransigentes y los de la liberación nacional se van a quedar sentados viendo pasar el entierro de los proyectos de cambio social).
Eso, en la realidad histórica latinoamericana no es así…