Después de escuchar a un querido amigo sobreviviente de tanta calamidad en la frontera, vecino de la Villa Redimida de San Antonio de Venezuela, como le llamaba Bolívar, comprendí la gravedad del avance paramilitar. Después de una larga descripción de lo ocurrido en los últimos 30 años, comprendí que mi Pueblo no era el mismo; tanto así que mi amigo llegó a decirme, o se sacan los paramilitares a la fuerza o tendremos que dejar abandonado nuestro pueblo, nuestra historia, nuestros bienes.
Hasta 1975, las muertes violentas en San Antonio de Venezuela se podían contar con los dedos de una sola mano. De allí en adelante la muerte asediaba por doquier. La lista vergonzosa comenzó por el asesinato masivo, hace varios años, de un grupo de jóvenes que jugaban futbol de calle, seguida del sicariato de unos cuantos funcionarios que llegaron al Pueblo a tratar de investigar la extensa red paramilitar y sus fechorías. Al punto que la licencia para vivir, la vacuna, se convirtió en práctica obligada e ineludible so pena de aparecer fulminado por las balas asesinas, y mudado a la morada de San Pedro. En estas arremetidas, fueron comunes los pasquines amenazantes a la vida de personas que consideradas de mal vivir por el paramilitarismo y sus secuaces, eran condenadas a muerte. Y así lo hicieron varias veces. Todo el mundo calló, en un estado de complicidad obligado para no correr la misma suerte que los ejecutados. La pena de muerte, inexistente en nuestra Patria, la pregonaban los paramilitares ¿Con cuál don se cubrían esto forajidos para dictaminar sobre la vida y la muerte? Me recordó que solamente el cura párroco de Capacho, asumió con valentía la denuncia, y a la casa parroquial le llagaron más amenazas de muerte que plegarias por su salud y vida. Mi narrador, finalmente me dijo: La decisión de Maduro, aunque parezca severa, era la única vía para salvar la frontera de lo que ha podido consolidarse como una gran franja forajida.
Todo lo demás que se ha detectado, y que se utiliza en la argumentación del cierre de fronteras, como la ocupación ilegal del territorio, el contrabando de extracción, la devaluación sistemática de nuestra moneda, el acaparamiento, la prostitución, la corrupción son las consecuencias del avance godo paramilitar. El paramilitarismo es el mal, pero ¿hasta dónde penetró ese flagelo?
Recientemente, un periodista interrogó al Presidente Maduro durante una rueda de prensa internacional sobre el tema. Le explicó que la percepción sobre la corrupción militar y policial en la frontera es algo preocupante ¿Qué va a hacer sobre el caso, Presidente? Mi opinión, no la del Presidente, es que la información que le han entregado es muy ´débil. Y por eso el Presidente titubeó en su respuesta. No le han dicho que la institucionalidad del Estado está penetrada hasta los tuétanos del paramilitarismo, que eso ha permitido la adquisición de propiedades estratégicas por su ubicación geográfica en la frontera y en el Táchira en general, que el bachaqueo es una fracción muy pequeña comparada con la mercancía que se mueve en grandes transportes que bajan las cadenas de las alcabalas con sobornos ya tarifados de acuerdo a productos y cantidades; las investigaciones penales no avanzan o se encangrejan, ninguna autoridad vio nada, ni hizo nada, y un Alcalde que los paramilitares le amenazaron fue a denunciar el acoso, el jefe militar del turno le dijo: ¿Estás cagado? Se estima que en menos de un mes de permanencia en la frontera tachirense, cualquier militar sea cual fuere su rango, es abordado por las mafias paramilitares y le ofrecen "la vida y la plata" o "muerto y limpio", pero que no cumpla con su trabajo. Así se expandió este fenómeno, o al menos esta es la teoría popular del fenómeno de dominio paramilitar. Para la gente común de mi pueblo, no hay hueso sano en las instituciones del Estado en la frontera.
¿Nadie sabía que en esas invasiones territoriales se enmascaraban los refugios del delito?
¿Y las organizaciones políticas de uno y otro bando, no sabían que nuestra frontera se estaba desmoronando por acción de la polilla paramilitar?
Entre lo que se hizo y lo que todavía no se ha hecho está desmontar el andamiaje institucional que permitió el avance paramilitar.
¡Qué inocente somos los que vivimos lejos de nuestra frontera!