Imagino que Bolívar despertó bien temprano aquella mañana del 6 de septiembre de 1815. Quizás no había dormido mucho y ya con el alba del nuevo día estaba despierto, mirando a través de la ventana del tiempo los horizontes pasados, presentes y futuros; de las derrotas y las traiciones; de las victorias y la lucha revolucionaria que faltaba por librar y alcanzar la independencia de todas las repúblicas de la América del Sur.
Después de tomar su respectivo cafecito, se sentó a escribir uno de sus grandes documentos, donde definiría las coordenadas de su pensamiento y marcaría las rutas victoriosas de la revolución libertadora. Recordemos que Simón Bolívar fue el soldado de la patria quien sembró la libertad y la emancipación en la conciencia de todas las generaciones. De allí que su legado es como una bisagra que cruje cuando se abren las puertas de la patria grande. Doscientos años después, Bolívar está más vivo que nunca y cada palabra suya es como el faro que alumbra la senda del camino. Precisamente, la Carta de Jamaica es el pensamiento vivo que vuela a través de los tiempos para decirles a los pueblos de la Patria Grande y del mundo entero, que no hay que desmayar ni un instante para lograr los sueños de la libertad; así se presenten los miles de obstáculos, no debemos detener la lucha hasta ver el rostro hermoso de la patria libre.
Recordemos que después de la pérdida de la Segunda República, el Libertador vuelve a la Nueva Granada (Colombia), para solicitar ayuda y continuar la lucha; pero allí le negaron el apoyo, pues lo oligarquía estaba más interesada en el poder que en lograr la independencia. Doscientos años después, esa conducta criminal permanece intacta en los genes de la oligarquía colombiana, que con tal de tener el poder, es capaz hasta de entregar su territorio y soberanía al poder imperial. Teniendo el poder, para nada le importa el hambre y la miseria de su pueblo. Tampoco les importa que los paramilitares descuarticen a la gente con motosierras ni que los narcotraficantes actúen impunemente, ni que los marines norteamericanos violen a niñas colombianas.
Esas, más que verdades, son realidades que vive Colombia como nación. Mientras Venezuela y otros pueblos de América Latina están inmersos en proyectos de liberación y emancipación, Colombia prostituye su soberanía y su territorio al entregárselo a los gringos, a las mafias, al narcotráfico y al paramilitarismo. Doscientos años después de la Carta de Jamaica, esa es la realidad que se vive, donde el neocolonialismo ha construido sus estructuras de poder en ciertos países; en tanto en otros, como Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, han enarbolado las banderas de la revolución para refundar las repúblicas que construyeron nuestros libertadores.
Epilogo. Así como Bolívar tuvo su visión geopolítica sobre América, sobre las características determinantes de la Colonia Española y todo cuanto había que hacer para lograr la emancipación y consolidación de la Patria Grande; igual debería hacerse hoy, donde hay que acentuar la visión geopolítica y geoestratégica sobre nuestro continente y el mundo global; descubrir, desmontar y enfrentar los planes perversos del imperio norteamericano y estar atentos con la oligarquía santandereana que gobierna colombiana. ¡Viva Bolívar! Que su proyecto libertario no se trunque nunca y que la Carta de Jamaica vibre en todas sus letras.