Después de darle largas al asunto y eludir toda posibilidad de diálogo, al fin, el Presidente Colombiano aceptó reunirse hoy con Nicolás Maduro para conversar sobre el tema fronterizo. Hay que decirlo, pero el alto gobierno de ese país no quería reunirse con nadie, porque le descubrieron sus mentiras, sus propios falsos positivos y ahora han quedado desenmascarados. Sí, agarrados con las mano en la masa, que los hace sospechosos de todos los señalamientos que se les acusa.
Aunque pudiera decirse que este encuentro de hoy es parte del protocolo de la formalidad, en realidad no es así, porque en verdad la cuestión es más compleja de los que parece. Hay demasiadas verdades que condenan a Colombia, a su gobierno y al mismo Estado, quienes construyeron sus propias mentiras y se atrincheraron en realidades inventadas, haciéndole creer al mundo que eran una economía próspera, productiva y dando zancadas hacia el progreso. Todo eso se derrumbó apenas cerraron la frontera por el Táchira, por el Zulia y luego por Apure. Era un cuento "chimbo" que Colombia estaba bien y Venezuela mal.
Cuando el gobierno venezolano toma las medidas de cierre de las fronteras y la inmediata aplicación del estado de excepción, toda Colombia quedó impactada, sobre todo la oligarquía que controla el poder político, el económico y los medios de comunicación. Más rápido que inmediatamente se dieron cuenta que el escenario se les complicaba, generando nerviosismo en las cúpulas gobernantes, porque ellos sabían todo y amparaban a los bachaqueros, a los contrabandistas, a los pimpineros. En una jugada perversa, crearon los mecanismos para que las mafias establecieran un tipo de cambio perverso y dañino para la economía y la sociedad venezolana.
Precisamente, esas son las verdades que no quiere escuchar Santos ni la oligarquía colombiana. Es por ello que andaban escurridizos, montados en un discurso de la falsa palabra, diciendo que Venezuela estaba violando los Derechos Humanos con las deportaciones. Toda una alharaca y aullidos de poca monta, cuyos ecos no pudieron callar la verdad: Venezuela estaba siendo saqueada, robada y atemorizada por las mafias colombianas. La frontera se desplazaba en silencio por el subsuelo del miedo y el terror.
De allí que en la agenda de este encuentro de hoy entre Santos y Maduro, hay más interrogantes que puntos de encuentro y Colombia no tiene nada que ofrecer porque está carcomida por el cáncer de la parapolítica, el paramilitarismo, los falsos positivos, las fosas comunes, el narcotráfico, motosierras afiladas, narcolavado y fronteras entregadas a las mafias criminales. Y desmostar toda esa estructura de alambre de púa, significaría socavar las bases sobre las que se sostiene el estado colombiano. De allí, que no esperemos nada de Colombia.
Venezuela debe mantenerse firme en sus decisiones. Las fronteras con Colombia deben permanecer cerradas hasta que ordenemos la casa, hasta que Colombia y sus gobernantes entiendan que las fronteras no son terrenos baldíos, sino territorios de paz y de vida. La propuesta de la nueva frontera, con visión de futuro, es parte de lo que se quiere construir; ya basta de bachaqueros, de paramilitares, de vacunas y contrabandos. Así que firmeza en las decisiones, estimado presidente Maduro. Estaremos pendiente, seguros que triunfaremos en esta y todas las batallas.