El altísimo gobierno declara estar preparado para enfrentar una derrota electoral, en ese caso tendría respuesta en todos los terrenos, incluyendo los aprestos militares. Pero, ¿de cuál preparación militar se habla? Veamos.
La preparación militar supone un enemigo, una hipótesis de guerra, un
tipo de armamento adecuado a esta hipótesis, tácticas militares ajustadas al armamento, estrategia en armonía con la táctica y, sobre todo, una tropa con alta moral de combate soportada en razones sagradas para luchar, objetivos, justificaciones claras, disciplina.
¿Cuál es el adversario en esta posible batalla post electoral (que ojalá no se dé nunca)? Para saber cuál es el adversario debemos explorar mejor la situación de pérdida electoral.
En una primera etapa:
El gobierno pierde la mayoría en la Asamblea, el CNE ofrece los resultados que el gobierno se comprometió a respetar. En este caso, la resistencia militar no tiene sentido, la confrontación se traslada al plano político, los constitucionalistas tienen la palabra, serán Generales de la nueva situación de confrontación entre el ejecutivo y el legislativo. Seguramente habrá acciones de calle contra pretensiones del legislativo, respaldando esa nueva mayoría. Lo militar aún no tiene cabida.
El gobierno pierde en votos pero no en número de diputados, en este caso la situación es un deterioro de la gobernabilidad pero no de la legalidad, el gobierno, dando traspiés, puede seguir funcionando y dando respuestas a su debilitamiento y a los ataques de la derecha externa. El mayor adversario es la situación psicológica de la masa, su conciencia egoísta, las inmensas deudas, los anémicos precios del petróleo. En este caso, la respuesta militar todavía no tiene cabida.
Esta primera etapa será esencialmente política, no ha llegado todavía la fase de “la política por otros medios”, la guerra. Aquí las batallas serán de otro tipo: las conversaciones sustituyen a los cañones, las balas son las palabras, los bombardeos ocurren en la pantalla de la televisión, en la Asamblea las colinas a tomar son los acuerdos que serán vistos como triunfos de la democracia burguesa. La sangre no llegará al río. La culminación de esta etapa será, con alta probabilidad, ya se asoma en el horizonte cercano, un pacto de convivencia, resucitar a punto fijo.
Sin embargo, todo puede pasar en este trópico voluptuoso, y la confrontación se puede agudizar (Dios no lo quiera) hasta los límites de un enfrentamiento cruento, preludio de una guerra civil; es decir, la sociedad civil y militar se dividen y se enfrentan, aquí tendría sentido la preparación militar y las preguntas: ¿de cuál preparación se habla?, ¿cuáles son las razones sagradas, las justificaciones de esa confrontación?
Sin esto establecido no hay soporte para la preparación. Se debe comenzar por delimitar los campos que separan al gobierno de la oposición, cuál es el proyecto de ellos y cuál el del gobierno. Si recordamos que el propio Presidente, Comandante en jefe, llama a la oposición a Miraflores a conversar el 7 de diciembre sobre esfuerzos comunes, para trabajar en conjunto, no parece haber razones sagradas diferentes, contradicciones que justifiquen el choque, es
difícil entender para qué será la preparación militar... Por ahora, la preparación parece ser para restaurar el pacto de punto fijo, enterrar el Socialismo.
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