El próximo domingo se celebrarán importantes elecciones que el presidente Nicolás Maduro en algún momento dijo que eran "las más difíciles", aunque nunca explicó por qué. Ocurre que en esta ocasión hay suficientes razones para que exista descontento en la población, pues el Gobierno no ha podido resolver el problema de la escasez y altos precios de los productos alimenticios y otros de primera necesidad, lo que ha generado interminables colas buscando adquirirlos en las principales ciudades.
En la última fase de la campaña electoral, los voceros de la unidad revolucionaria (el Psuv y sus aliados del PCV, el PPT y otros partidos menores que integran el Gran Polo Patriótico) parecen haber persuadido a sus respectivas militancias de que esa situación es efecto de una "guerra económica" estimulada desde el exterior y con sólido apoyo en el país, lo que tiene mucho de verdad y lo he escrito en esta página, y que pese a esas dificultades hay que votar para preservar el proceso y darle continuidad al legado de Chávez. Esa guerra económica se ha comparado con la habida en Chile para provocar la desestabilización y posterior derrocamiento del gobierno del presidente Allende.
Entre tanto, los voceros de la MUD y, en general, todos sus partidarios, están convencidos de que la inmensa mayoría de ese descontento se volcará en votos de castigo al Gobierno, o en la abstención, lo que les asegura una victoria holgada. Hay que sumarle las encuestas y medios, como la mayoría de las emisoras de radio y buena parte de la prensa del interior del país, que repiten porcentajes hasta de 30% de ventaja, real o supuesta de la oposición, y naturalmente, un significativo porcentaje de ciudadanos les cree. Ese convencimiento de triunfo abrumador los lleva a negarse a firmar cualquier tipo de acuerdo donde se comprometan a reconocer los resultados que, de no ocurrir, denunciarán un fraude, que les han robado la victoria. En tales circunstancias es cuando se torna peligroso el desenlace de las votaciones.
Esta situación nos hace recordar lo sucedido recientemente en Argentina, donde los medios, abrumadoramente, repetían que Macri, el candidato de la derecha, ganaría hasta la segunda vuelta con 30% de ventaja, y demasiada gente se lo creyó. Hasta un analista como el periodista Víctor Hugo Morales admitió, al final de un programa de TV la noche del domingo 22, que él también lo pensó y mostró un papel donde según su estimación el candidato derechista ganaba con 10%. La verdad fue otra bastante distinta; a medida que crecía el número de votos contabilizados, se reducía la ventaja, y al final, ésta fue de 3%. Nuevo fracaso de las encuestas y de los medios. ¿Ocurrirá algo parecido en Venezuela en las parlamentarias del domingo 6? El chavismo daría una respuesta positiva.
A diferencia de cinco elecciones anteriores, donde se disputaba la Presidencia de la República, todas ellas ganadas por Hugo Chávez y la última por Maduro, en esta ocasión está en juego la renovación total de la Asamblea Nacional, que hoy domina la mayoría del Psuv con 100 diputados de los 168, y entran en juego otros factores, regionales y locales, en los 87 circuitos.
En las encuestas referidas a las 18 elecciones que ganó el chavismo (presidenciales, de gobernadores y alcaldes, diputados estadales, municipales, referendos), y a un referendo sobre reforma constitucional, que perdió, siempre hubo encuestas y la oposición utilizaba para su propaganda los resultados de la mayoría de esas mediciones. Como seguramente ocurre con los partidos perdedores en otros países.
Hoy les muestro esa página de un aviso pagado por la oposición, donde se manipulan varias encuestas y se inventan otras, para tratar de demostrar que la candidatura de Chávez estaba en decadencia mientras la de Capriles se veía en ascenso. Por supuesto, todo era mentira, un engaño, como quedó demostrado en las votaciones. Chávez, pese a estar agobiado por el cáncer, ganó con 55,25%, mientras Capriles obtuvo 44,13%.
Cabría preguntarse ¿cuántos de los votos de la oposición fueron producto de ese engaño?