En los años 80 el término tecnocracia formaba parte de la diatriba política en las universidades. Para los dirigentes estudiantiles o docentes de izquierda, la palabrita era un insulto. Ser tecnócrata era “poco” revolucionario. Veamos una definición más exacta: “La tecnocracia es el gobierno llevado por un técnico o especialista en alguna materia de economía, administración, etcétera, que ejerce su cargo público con tendencia a hallar soluciones apegadas a la técnica o técnicamente eficaces por encima de otras consideraciones ideológicas, políticas o sociales.” (http://es.wikipedia.org)
Muchas fueron las disertaciones sobre lo que era más importante en ese momento si lo técnico o lo político. Quien anteponía de alguna manera la “academia” sobre razones ideológicas políticas, inmediatamente era descalificado con la frase: “lo que pasa es que tú eres un (pobre) tecnócrata”. La tecnocracia se fue expandiendo tanto, que primero no tenía apellido. Se era un tecnócrata y ya. Luego hubo que ponérselo y nacieron (o se reconocieron) los tecnócratas de izquierda y los tecnócratas de derecha.
Recordaba esto por el discurso que está manejando el pre candidato presidencial Teodoro Petkoff con respecto a la utilización o no de las captahuellas y el conteo manual de votos en las elecciones del 3 de diciembre.
Dice Teodoro que el problema de las elecciones presidenciales no es técnico sino político. Esto vendría a confirmar dos “verdades” que han rodado por ahí, sin que nadie se ocupe de confirmarlas o negarlas. O simplemente “adoptarlas”, por puro altruismo político.
Al negar la existencia de problemas técnicos Petkoff reconoce (otra vez) que no hubo fraude en el referéndum presidencial de 2004.
Al aceptar que es un problema político causado por la “desconfianza” en el árbitro, Petkoff reconoce que la disociación psicótica existe.
Veamos. No es un problema técnico, ergo, el árbitro está apegado a las normas técnicas, vale decir construyó “soluciones apegadas a la técnica o técnicamente eficaces por encima de otras consideraciones ideológicas, políticas o sociales”. ¡Uff!, perdonen el tecnicismo.
Es un problema de desconfianza. Es decir está en la mente de los partidarios de la oposición. Ergo, eso se resuelve atendiendo adecuadamente el trastorno emocional. Algunas horas de terapia servirían.
Tal situación pone en un aprieto a las autoridades del Consejo Nacional Electoral (CNE). Los pre candidatos de oposición han solicitado tres cuestiones fundamentales: retiro de captahuellas, conteo manual y auditoría del 100%. Pura técnica.
Y es que a cualquier árbitro se le pide rigurosidad técnica, virtud ésta que el CNE ha cumplido con creces en los últimos tres años. Imagínense que al árbitro de un hipotético partido entre Brasil y Argentina en el Mundial de Fútbol 2006, se le pida que considere las condiciones políticas de los hinchas alemanes y de los varios miles de partidarios de la verde amarilla o de la albiceleste, para cantar un penalti. El pobre tipo terminará invocando el fascismo de Hitler en suelo alemán, al tratar de congeniar las vertientes “ideológicas, políticas o sociales” de la variopinta audiencia.
Pre candidato Petkoff: por supuesto que es un problema político. Pero de la oposición. No hay duda de que están en problemas: no tienen forma de recoger la leche derramada, de desandar el camino. Dijeron tantas veces el CNE era fraudulento que no hayan como contarse. Y echan mano de argumentos “humanísticos”. Tal es el rollo que no confían ni en Súmate. Dicen que Petkoff le dice lo mismo a Maria Corina sobre la primarias. Cuestión de técnica electoral.
Periodista*
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