Se ha agudizado, últimamente, la intolerancia política. Los partidos muestran las diferencias sustanciales que dividen sus clases (ricos y pobres) a través de disputas que tienen por objetivo el ejercicio de una cerrada hegemonía en el seno de esos organismos.
Lo grave es que esto parece ser la extensión de una epidemia que sufren los ricos y pobres. Los momentos en que la economía del país constituye por su inestabilidad una urgencia colectiva.
Mientras los organismos gubernamentales creen importunas ciertas reformas legislativas, las fracciones parlamentarias de la MUD que representan la coalición desconocen esa decisión e insisten al invocar como razón la mayoría que ostentan en el Parlamento. De una parte, se acogen las objeciones de la opinión del pueblo, y de la otra, se exhibe la fórmula del absolutismo, y se establece esa evidente contradicción.
Todo ello influye y está influyendo para confundir al pueblo y atemorizar hasta producir esa suerte de abstencionismo que paraliza la acción constructiva. Los teorizantes que desconocen los problemas del país propician una revuelta, una subversión del orden, en una palabra, un golpe que desplazado del cuartel, pues se trata de una guerra fría, venga a herir con su impacto al organismo financiero y económico de Venezuela, en forma tal que produzca ese fenómeno del pánico colectivo, en su equivalencia a la hecatombe y al desastre de los sistemas de vida de un pueblo.
Por eso no hay persona con quien uno se encuentre que deje de expresar sus temores por el porvenir económico del país. Con absoluta franqueza se plantea la crisis de confianza del pueblo que hoy en día se exterioriza en todos los sectores venezolanos. Las quiebras están a la orden del día, y la opinión se siente sitiada por los clamores que surgen de la industria, del comercio, de los medios bursátiles y de los centros de estudio, pues estamos en presencia de una certidumbre: la discusión política se hace bizantina en tanto que los reclamos económicos son perentorios con su acento dramático. Se han acumulado demasiados desaciertos, y frente a ellos la realidad dibuja el signo de la interrogación ante el desfile de la disminución de los depósitos bancarios, la paralización del crédito público y privado y la contracción de los negocios.
Por eso no es raro comprobar la presencia de factores importantes de las finanzas internacionales, en estos tiempos que quieren obtener una orientación acerca de la situación actual de las finanzas nacionales. Entre ellos, hombres de negocio, deseosos de desentrañar de nuestros acuciantes problema el por qué de su falta de adecuada solución, pues les ha llamado profundamente la atención de que existiendo una riqueza como la del país, en potencia y con sus inmensas perspectivas, la actividad económica haya sido detenida por esa suerte de enigmático abstencionismo.
En ninguna ocasión mejor que la actual para discutir estas ideas, porque la democracia económica, social y política debe estar plenamente identificada con los ideales de quienes en el gobierno y en el pueblo saben que la única fórmula para el entendimiento es la de la justicia social que reconcilia sinceramente al pueblo y armoniza las aspiraciones.
Comprender el alcance de esa norma es entender el destino de Venezuela y la forma de unir a los venezolanos; es en fin el modo de reconquistar la buena voluntad que desarme el brazo de la conspiración y haga efectiva la reconciliación que todos anhelamos.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Viviremos y Venceremos!