"El que ama el dinero no se sacia de él,
y el que ama los tesoros
no obtendrá de ellos provecho alguno".
Eclesiastes 5:9
Un amigo, salió muy presuroso del negocio del cual es socio, y a la vez, uno de los dependientes, para explicarme una de las razones, porque el dinero se convierte en una enfermedad. Me detuvo con una amable sonrisa, en medio del inclemente sol, que por momentos se sentía con toda su intensidad, como si estábamos en el mes de marzo. Eran las once de la mañana de un miércoles, parecido a todos los días de la semana, por la cantidad de transeúntes, que van y vienen en busca de los alimentos.
En su rostro se le notaba una gran satisfacción, porque la experiencia vivida con su progenitora, una matrona, quien se encuentra rondando los 95 años, le sirve para seguir trajinando en la vida, con la claridad suficiente en un mundo totalmente mercantilizado, para no convertirse en un esclavo más, del necesario dinero; sin él, no se puede vivir, al final parece la savia de cualquier ser humano, pero muchos se agarran con tanta pasión y desesperación, convirtiéndose en unos celosos guardianes, hasta el último suspiro de su existencia.
Sin apartar la contagiosa sonrisa, me empezó a contar los avatares de sus progenitores; su padre ya fallecido, junto a su compañera de vida, se dedicaron a trabajar con incontrolable ansiedad, para invertir en algunas viviendas, que con el tiempo fueron adquiriendo valor, a pesar que las inclemencias del tiempo no perdonan. Esa parece la meta de los comerciantes: comprar casas, muchos se adelantaron a la realidad de estos tiempos, cuando cualquier bajareque se ha convertido en una fortuna, deseada por cualquier parejita, cuando el amor y los sentimientos se estrechan fuertemente.
La matrona, con sus 95 años, nunca llego a pensar, que la inflación se iba a presentar, creando grandes contradicciones; a medida que fue envejeciendo, se fue empobreciendo, con el tiempo se quedó sin dinero, añorando el pasado. Cada vez que echa una mira hacia adelante, encuentra entre sus pertenencias una vivienda, el cual en medio de la crisis, parece una gota de agua en el desierto, porque sirve para mitigar, algunos problemas económicos; son varios los compradores con los billetes en la mano.
El hijo, un padre de familia, quien a través de la relación matrimonial, se convirtió en un cauteloso comerciante; ha vivido los grandes desajustes económicos de los últimos años. Sin embargo, a pesar de su ocupación en el trabajo, siempre está pendiente en ayudar a formar un hogar de principios, sin dejar de visitar a su madre, quien ha pasado los últimos años, con una nueva pareja, menor que ella; son dos ancianos viviendo del pasado, pero pensando en el presente y el futuro, porque el amor lo puede todo.
La visitó el pasado lunes muy de mañana, para llevarle una agradable noticia: la venta de la casa; apenas llegó le dijo: "Te voy a vender la vivienda por 4 millones, 500 mil bolívares" La anciana rápidamente le hizo una pregunta, esperando la respuesta muy ansiosa, sin apartarle la vista al lógico heredero ¿Qué vas hacer con el dinero? La consulta de la nonagenaria, rápidamente fue satisfecha: "Por eso no te preocupes; lo voy a meter en una caja, y la coloco al lado tu cama, para que todos los días, vayas gastando cuatro, seis mil bolívares, lo que tú quieras" La señora, agacho el rostro con cierta preocupación, para dejar escapar unas palabras, sorprendiendo a su descendiente, quien largo una sonrisa, cuando escuchó ¡Y después, mañana, que voy hacer!