Un presidente atrapado por su retórica

"Un jardinero es una persona cuyo pensamiento está lleno de jardines", por tanto,

"lo que hace al jardinero son los pensamientos del jardinero" (Moacir Gadotti. 2000: 25)

No siempre es verdad decir que "tenemos" ideas. Al contrario, no muy pocas veces, lo que ocurre es que las ideas nos tienen, somos sus víctimas. Tales elaboraciones cerebrales, sobre todo cuando las asumimos sin ninguna prevención, son las que finalmente dominan nuestra conducta y desempeño cotidiano. A sabiendas de ello fue que Descartes pronunció su famosa sentencia: "pienso, luego existo".

Nuestro cuerpo es el continente, el contenido lo conforman esos productos mentales que colman nuestra subjetividad en la forma de creencias, conceptos, teorías, valores, etc. Por eso, en verdad los seres humanos somos subjetividades en vez de sujetos. Y por eso mismo, las acciones humanas son pensamientos en curso, pensamientos que se despliegan en hechos, Pero también es verdad que la persona puede concientizar sus ideas, hacerlas visibles, identificarlas, desmontar su origen sociohistórico, su sentido epistemológico, y así hacerse dueño de sí mismo, como sujeto consciente, propietario de su destino. En este caso en vez de una cabeza repleta tenemos una cabeza bien puesta y, por tanto, madura. El amigo Marx hablaba al respecto de la conciencia de clase como una estupenda herramienta, en manos de la clase trabajadora, para enfrentar las ideas dominantes en la sociedad, que son siempre las ideas de las clases dominantes.

Lo pertinente y conveniente es que uno sea una persona conocedora al dedillo de las ideas alojadas en nuestro interior. Esa circunstancia es la que nos permite tener plena autonomía, gozar de la verdadera libertad. Y así es como uno puede andar en este mundo a sabiendas de las consecuencias que pueden provocar nuestros pensamientos y acciones.

En el otro caso, cuando nos encontramos atrapados por las ideas, sumergidos en el mundo de nuestras creencias, esa realidad puede resultar una mera ficción, un invento particular, una pura creación del pensamiento. Tal situación se presenta con mucha recurrencia y la observamos con bastante facilidad en el caso de posturas fanáticas asumidas por militantes de algunas sectas religiosas o corrientes políticas. Conducidos por su fanatismo tales personas son capaces de cometer los peores crímenes, convencidos, sin embargo, de la justeza de sus actos. En razón de ello debemos cuidarnos del fanatismo, del doctrinarismo extremista, de la militancia obcecada, pues el resultado de ello siempre será perverso.

La recomendación, al respecto del tema abordado aquí, es no dejarse llevar por la impulsividad, equilibrar razón y emoción, pensar con la razón y el corazón al mismo tiempo, y asumir en consecuencia la mirada caleidoscópica, el punto de vista de la complejidad, la perspectiva de la diversidad. Tal recomendación es aún más pertinente cuando se trata de un estadista que como tal tiene la inmensa responsabilidad de manejar las riendas de un país. En este caso no ayuda mucho al ejercicio de tan inmenso compromiso el pensamiento único, el doctrinarismo político, el sectarismo teórico. Ni ortodoxia comunista, ni ortodoxia capitalista. Gobernar mejor con la mano izquierda y con la mano derecha para poder "llenar los platos" de todas las mesas familiares. "Para llenar los platos, nos dice Michel Collon, no se debe hacer tabla rasa del pasado, es imposible deshacerse de las fuerzas económicas existentes, hay que servirse de todo lo que sea útil" (Los siete pecados de Hugo Chávez, 2014:407). Servirse de todo lo útil es la recomendación clave. Es la misma conseja proferida por nuestro inteligente maestro, Simón Rodríguez, en la frase: "inventamos o erramos".

Para cumplir con esa siempre oportuna recomendación del sabio Samuel Robinson no sirve de nada el consignismo, el panfletarismo, la retórica huera, la cháchara rimbombante Que si la Revolución Bolivariana, que si el legado de Chávez, que si el Socialismo del Siglo XXI, que si el Estado Comunal, que si la democracia protagónica, todo eso es simple panfleto, mero palabrerío, pues nada de esto está en desarrollo en nuestro país. Por ningún lado se observa en Venezuela un proceso político que reúna caracteres revolucionarios, tampoco vamos en camino al socialismo, ni menos aun los que gobiernan están defendiendo el legado de Chávez, como lo evidenció la reciente derrota electoral sufrida por los partidos del Polo Patriótico. De manera que el presidente Maduro debe liberarse de la ya cansona retórica en la que se ha dejado atrapar. La realidad concretísima de nuestro país marcha bien distanciada del palabrerío en el que se encuentra imbuido él y toda la dirigencia del gobierno chavista. En su caso han podido más los deseos, las ideas, que intención verdadera y resuelta por asir el curso de los acontecimientos nacionales para someterlo bajo su conducción. Su caso es uno de esos en que en vez de tener ideas pasa lo contrario: sus ideas lo tienen, con la muy mala noticia de que tales ideas no tienen correspondencia en el ámbito de las cosas fácticas. Aquí no pasa lo que dicen allá. El divorcio entre lo creído y lo sucedido es total. La cruda realidad está completamente desprendida de la verborrea gubernamental.

Por tal divorcio es que el discurso gubernamental se alimenta de consignas y no de logros de su gestión. Por eso también se apela en demasía a la imagen de Chávez para ver si así, aprovechando el liderazgo carismático del arañero de Sabaneta, se recupera algo del perdido entusiasmo popular así como restablecer la conexión pueblo-gobierno, muy evidente antes, en vida del comandante Chávez. Lo cierto es que el canto de consignas ya resulta por demás cansón para la población. Ese discurso no despierta ningún entusiasmo en los momentos actuales. El consignismo ha pasado a ser un discurso carente de credibilidad, el sufrido pueblo venezolano clama, implora, ruega por menos discursos, menos asambleas, menos retórica y más acciones. Decisiones concretas que sirvan para empezar a corregir la calamitosa situación económica, la insoportable corrupción, la demasiado cruel inseguridad personal, la ineficacia del funcionariado, entre otros acuciantes problemas. Acciones, acciones acertadas es lo que está esperando de sus gobernantes ya, en este mismo instante, ese pueblo que llora y gime en medio de la desastrosa realidad venezolana. Mientras tanto, los partidos de la derecha conquistan cada día más espacios de poder, no gracias a su propio esfuerzo, sino gracias a esa inercia gubernamental. El mismo gobierno del presidente Maduro, les está haciendo la tarea. Y si no ocurre nada extraordinario como resultado de su iniciativa, que sea favorable para los venezolanos, este próximo año 2016 será el último del chavismo en Miraflores.

 



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Sigfrido Lanz Delgado


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