El poder de la propaganda es inimaginable. Esta es capaz de tergiversar o anular cualquier realidad a través de la manipulación del lenguaje. Cuando nos referimos al "lenguaje" hablamos de todo signo que comunique en sí mismo. Sobre el tema hay abundante bibliografía, pero no es el objetivo de esta reflexión detenernos en ella. Son muchas las referencias bibliográficas que pudieran dar claridad al respecto, desde un clásico como Las formas ocultas de la propaganda, de Vancce Pakard; pasando por los textos de los pensadores de la Escuela de Frankfort hasta, llegar a la Plusvalía ideológica de nuestro filósofo vernáculo Ludovico Silva.
Los medios de comunicación dominados por las potencias económicas, pero básicamente por la industria cultural, a través de Hollywood y los laboratorios de lavado de cerebros, han creado lo que pudiéramos denominar una especie de dilopiaa. Es decir, dos percepciones distintas de una misma realidad: una mediática y otra aparente. Si la verdad objetiva se tambaleó con Niezsche y con Eistein, no es exagerado decir que implosionó en mil pedazos a partir de las manipulaciones de medios como CNN, New York Time, las agencias internacionales de noticias, y, además, con la irrupción avasallante de las redes sociales.
Para la propaganda negra toda tergiversación y ocultamiento de la verdad parece ser posible. Lo que está ocurriendo en Venezuela es realmente escalofriante. Solo un Ejemplo, por lo demás elocuente: expertos en guerra psicológica, a través de medios de comunicación y redes sociales, en una operación sin precedentes, intentan inocular en idiotas, ciberbobolongos cerebros alienados y desprevenidos, que un psicópata criminal como Leopoldo López puede ser comparable, humana e ideológicamente, a un mártir pacifista como Nelson Mandela. "Cosas de mundo, Sancho".
El objetivo de esa operación psicológica, además de tratar de convencer a millones de incautos en el mundo de una gran mentira, es básicamente conseguir que el gobierno de Nicolás Maduro sea condenado por la comunidad internacional como violador de los Derechos Humanos. Pero, además, catalizar, por esa vía y por muchas otras, una reacción intervencionista de la ONU, la OEA y otros organismos internacionales en contra del Estado venezolano.
La punta de lanza de ese desafío de la oposición, es la esposa de Leopoldo López, Lilian Tintori, quien es la encargada de desarrollar en la escena mediática internacional el libreto de asesores en guerra sucia que intentan la libertad del criminal, presionando por vía de la opinión pública internacional.
No es casual que por estos días la mayoría de los grandes medios se hagan eco de las mentiras lanzadas por la Tintori desde su twiter, y otros espacios tecnológicos, asegurando melodramáticamente que a ella ya a su marido se le violan todos los derechos fundamentales en la prisión de Ramo Verde, una especie de habitación de hotel cinco estrellas, comparada con la que sufrió el mártir del Consejo Nacional Africano en Robenn Island .
Ni con la ayuda de Kafka sería fácil metamorfosear a un psicópata racista y asesino en el demócrata pacifista más importante del siglo XX. Todo a pesar de las astillas envenenadas que incesantemente son lanzadas al cerebro de quienes, entretenidos con imágenes y discursos evanescentes, apuestan babeados por los arquitectos de la mentira.
Leopoldo López, es el niño mimado de una familia oligárquica, de "sangre azul" con vínculos directos con dictaduras y gobiernos de derecha en Venezuela, que jamás abrazo alguna causa noble, más allá de algunas enmascaradas altruistas y filantrópicas para co9nseguir algunos votos que los mantuvieran cerca del poder político y económico al que estuvo acostumbrado. Mientras que Nelson Mandela se crío en una aldea pobre de Sudáfrica, hijo de un jefe de tribu y madre desconocida, que resistió con la mayor ética y dignidad veintisiete años de cárcel, incomunicado en una pocilga de cuatro metros cuadrados, solo por el delito de oponerse al indigno método fascista del apartheid.
Leopoldo López, a diferencia de Mandela, no es un preso político. Está condenado por subvertir la estabilidad y la paz de un pueblo entero, y por haber azuzado a sus cancerberos a cometer actos de violencia que dejaron más de cuarenta muertos en las guarimbas suscitadas durante el primer semestre del año 2014. Madiba es un símbolo moral de la paz y el amor por la Humanidad. ¿Les parece comparable?.
Si la señora Tiontori quisiera tener una idea más o menos clara de lo que significa la violación de los derechos humanos de un privado de libertad, pudiera indagar en las condiciones en las que permaneció Mandela durante los 27 años que estuvo en prisión; o de muchísimos otros luchadores, la mayoría inocentes, que han sido condenados a cadena perpetua y actualmente sufren aislamiento total en cárceles de Estados Unidos y otros países , sin que hayan cometido los delitos por los cuales fue juzgado el huésped de Ramo Verde.