A casi tres meses de las elecciones del 6 de diciembre, el gobierno finalmente anunció medidas económicas concretas dirigidas a sanear las finanzas públicas y estabilizar los enormes desequilibrios macroeconómicos y monetarios que padece el país, tierra fértil por la que cabalga la guerra económica.
Las medidas anunciadas van por buen camino. Si bien podrían parecer más tímidas de lo realmente necesario, el contexto actual no permite ser más audaz. No obstante, las mismas podrán crear las condiciones necesarias para revertir la situación económica y doblegar la guerra económica, y avanzar progresivamente hacia el establecimiento de una economía sólida, productiva y diversificada que le sirva al proyecto de socialismo bolivariano.
La formulación de estas medidas ocurre en el marco de una situación socio-económica muy compleja. El gobierno tenía que reconocer en primer término que su pésima política económica es oxigeno para la guerra económica. Ajustar los precios, particularmente de la gasolina, y unificar la tasa de cambio son medidas que no podían seguir postergándose, sin embargo, en un escenario de inflación desbordada, acaparamiento y corrupción, había que también priorizar el impacto negativo que eventualmente tendrían en los estratos de menos recursos que dependen de largas e interminables colas para poder acceder a bienes de primera necesidad.
Para la ortodoxia neoliberal que practica la derecha opositora, la crisis económica se enfrenta con la exclusión de los más humildes en beneficio del capital. En cambio, para un gobierno chavista comprometido con el pueblo la situación del país significaba un autentico dilema: ¿cómo aplicar medidas macroeconómicas que tendrán inexorablemente un impacto negativo en la población y la vez asegurar que ésta sea lo menos afectada posible y siga teniendo acceso a bienes básicos a bajos precios? El gobierno parece haber encontrado la fórmula para superarlo, trasladando el subsidio que se le otorga actualmente a los productos fijándoles un precio que resulta inviable controlar, y dirigirlo directamente a las familias más necesitadas, y de allí seguramente la creación de la nueva Tarjeta Misión Socialista para los Hogares de la Patria.
En la medida en que el gobierno pueda consolidar este nuevo mecanismo de subsidio directo a las familias, podrá entonces progresivamente continuar la aplicación de medidas económicas aminorando el impacto negativo en la población. No obstante, el gobierno no puede caer en la tentación de pensar que con estas medidas todo está hecho y no hace falta continuar saneando la economía, aun si el precio del petróleo llegase a aumentar como seguramente sucederá en el mediano plazo; sería un gravísimo error que arruinaría todo el esfuerzo y sacrificio que amerita el momento actual.
El gobierno no puede bajar la guardia sino mantenerse atento y vigilante del desempeño económico tal y como lo hizo en su momento el Comandante Chávez, siempre evitando situaciones de crisis para su pueblo.
Las medidas anunciadas van por buen camino. Eso lo sabe la oposición y por ello la repentina reacción de Capriles Radonski, Ramos Allup, Torrealba, López y Machado para activar los mecanismos que propicien un cambio de gobierno por cualquier vía y la instauración del modelo neoliberal auspiciado por el FMI y la derecha transnacional. La oposición sabe que el tiempo corre en su contra, no solo porque a partir del 10 de enero de 2017 se le desvanece cualquier opción constitucional de llegar al poder, sino también porque está consciente que estas medidas económicas tienen una gran posibilidad de éxito, y cualquier mejoramiento de la difícil situación económica actual redundará positivamente en la gestión del presidente Maduro.