Sin entrar en precisiones, alguien podía preguntar ¿cómo sabemos sí el país está triste? y su duda sería pertinente. Pero igual podríamos preguntar qué es el país, hasta dónde llega, quiénes lo forman, si los que están en Miami, si los que viven en el Esequibo… así estiraríamos las dudas hasta el infinito, y en esa discusión de perro mordiéndose la cola acabar las botellas de licor entre amigos diletantes. Pero no es el caso, el país está triste porque lo percibimos triste, nosotros, los amigos de nosotros y los amigos de esos amigos; lo que oímos en la calle, en la ausencia de la sonrisa colectiva; es una encuesta tan válida, o quizá mejor, que las de hinterlaces o datanálisis. De allí partimos.
Antes del asesinato de Chávez el país estaba alegre, había espíritu, o como escribió Giuseppe Ingegnieri:
"Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un Ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Custódiala; si la dejas apagar no se reenciende jamás. Y si ella muere en ti, quedas inerte: fría bazofia humana".
Es así, el país tenía un ideal, el Comandante Chávez por encima de todo nos dio un ideal, y estos tontos lo sustituyeron por lo material, no entendieron a Chávez. Están dejando apagar la llama sagrada que nos legó el Comandante, consideran al país un fajo de mercenarios.
Y un país triste, despojado de su ideal, sin metas espirituales, convertido en consumidor, en estómago, no es capaz de emprender la tarea de existir, se transforma en una suma de egoísmos que sólo producen motines, nunca acciones conjuntas; no caminan tras estrellas, reptan, no son un organismo, no son colmena, ejército, sociedad, son meros tumultos sin rumbo, sin norte, sin sur.
Un país así es su propio verdugo, escenario de la cruenta guerrita de todos contra todos, y necesariamente gobernados por mediocres, reflejo de la mediocridad colectiva en que han convertido al país. Las víctimas, que son todos los ciudadanos, buscan salidas individuales, unos van a Ecuador, otros a Europa, compran apartamentos en Miami, buscan no el ideal, buscan el fin del arco iris, lo material que no sana, no sacia.
Es deber de los herederos de Chávez, en los que él depositó su confianza, defender su más preciado legado, es su compromiso devolver al país el ideal perdido. No pueden confinarse al facilismo de soluciones personales, no pueden estar tranquilos mientras el país esté triste, despojado; deben, en un gesto heroico, devolverle el ideal al país. No hay excusa para no actuar, los mediocres, los pragmáticos, no pueden triunfar sobre el idealismo de Chávez. El Comandante, que tanto nos dio, que tanto les dio, merece otra actitud.
No hay otra solución, la crisis no es económica, no es de falta de producción capitalista, es por despojo del ideal. La solución no está en los motores, ni en las alianzas con los capitalistas, ni en los préstamos, ni en la entrega de la riqueza minera, ni en el turismo, todo eso es vano…