Claudio Fermín, quien salió de la fosa, cargando sobre la espalda su propia urna, impulsado por una intrascendente alusión que de él hiciera el presidente Maduro de los tiempos cuando ambos fueron constituyentistas, me brinda la oportunidad, de escribir algo sobre Víctor (Vitico) José Davalillo, para mi humilde opinión, el mejor pelotero que he visto en acción. Tan bueno, que hasta Juan Vené, hombre conocedor del asunto, suele mencionarle entre los 10 mejores peloteros de la historia del beisbol moderno del mundo.
Vitico, como sabe mucha gente, comenzó siendo lanzador. En ese rol fue excelente; en el Caracas, donde se inició de pelotero profesional y en el "beisbol organizado", como llaman al gringo, una denominación que por cierto sugiere al nuestro desorganizado, ¡vaya usted a saber!, tuvo descollante actuación. Pero aquí y allá, pasado el tiempo, observaron en el pequeño cabimense otras excelentes cualidades; corría como gacela y alcanzaba promedios muy altos al batear; aparte que tenía una inteligencia muy por encima de los habituales practicantes de aquel deporte. Era pues un bateador consistente y hábil. Tan hábil fue como jugador que, me atrevo a afirmar, hasta ahora, ni siquiera en grandes ligas, se ha visto un pelotero con la habilidad suya para tocar la pelota, envasarse y correr las bases; con todas esas cualidades juntas. Particularmente, su manera de tocar era casi una obra de arte. Nunca mostraba por adelantado que tocaría, sino que conservaba el bate en la posición tal como si intentaría poner a correr la pelota, hasta el último momento; cualidad que le permitía tocar en cualquier circunstancia y alcanzar la base. Nunca he visto en grandes ligas un pelotero con esa destreza.
Vitico, a lo largo de su carrera, aparte de lanzar, que lo hizo al comienzo, jugó en el campo central y posteriormente en la primera; posición en la cual suelen terminar su carrera los grandes jugadores del beisbol que mantienen altos promedios al batear. Fue para mí, como ya dije, el mejor pelotero que he visto jugar y particularmente en "la pradera central". Porque aparte de su rapidez de piernas, maravilloso instinto para "fildear", tuvo un poderoso brazo que le hacía un arma defensiva de primera categoría.
¿Pero qué tiene que ver Claudio Fermín con aquel genial pelotero de Cabimas, hermano de Pompeyo Davalillo?
La relación está en la posición que jugaba Víctor, el campo central. Esta es la posición que toda la vida ha jugado en la política Claudio Fermín. Siempre procura estar en el centro, en medio de quienes discrepan, discuten y toman posiciones. Como el árbitro, el llamado por las "divinas personas" a traer la paz y la concordia; más que un político parece un beato socarrón que intenta meter gato por liebre. Una actitud que se suele calificar de oportunista y que el ex adeco, como ahora se califica, acompaña con un discurso donde las palabras unidad, concordia y paz abundan, acurrucado en el medio de quienes disputan o discuten, sobre todo si se exceden en las palabras y los gestos y una formalidad que le hace parecer como muy delicado, modosito, hasta fino y como frágil. Pero en la gualdrapa tiene oculto el mismo paquete neoliberal. En veces, más que un político, parece un cura pero de no esos que toma partida en la contienda, pone la bandera al revés sobre el altar, sino como si fuese el "hermano" de todos.
Habla así, como si tuviese temor de atropellar las palabras, estrujar oídos de sus interlocutores, porque el centralista es cuidadoso en eso; ños políticos suelen ser procaces, ordinarios y hasta violentos; él como centralista cuida el estilo, que debe corresponderse al señorito bien educado e incapaz de romper la cuerda, de palabra suave, pausada y de monje con el santo grial en las manos. Tiene la cualidad de sintetizar las verdades y razones, como las virtudes de quienes discrepan. Es pues, en apariencia, por sus argumentos, una síntesis de ellos. Y siempre ha creído que eso debe aportarle un enorme respaldo, sobre todo que allí han estado los NI-NI y los sensatos esperando un líder como él. ¡Pero no bastan las formas, sobre todo cuando se perciben fingidas o tomadas para actuar!
En la Venezuela de hoy, hay un cuadro sencillo, claro; eso que llaman polarización. De un lado está la MUD, que no es un dechado de unidad en la definición de la acción política y menos en el desarrollo de lo poco en lo que puede llegarse a acuerdos. Es obvio que en la MUD, negarlo es inapropiado y poco inteligente, hay una pugna entre quienes quieren una opción democrática y hasta pacífica, de acuerdo a lo constitucional y los partidarios de los inmediatos y la violencia. Cada acción que emprenden deja esa contradicción o diferencia en evidencia. Decir que ellos son todos iguales, piensan lo mismo y están de acuerdo en comportarse de la misma manera, sería hacerles un elogio y formarse un diagnóstico equivocado que terminaría en comisión de errores. Lo verdadero es que dentro de ella, en veces prevalece el chantaje de los violentos frente a los otros. Estos se abstienen de enfrentar a aquellos porque no les pueden meter en cintura; parecieran gozar de respaldos muy sólidos, pero se ven obligados a fingir, callar, mentir y disimular por aquello de la unidad y opinión o gusto mayoritario en la calle. Además, dentro de la oposición venezolana está planteada una pugna intensa por la futura candidatura presidencial, lo que obliga a cada aspirante y sus seguidores, mostrarse más vanguardistas que los otros. Cada uno de ellos trata de mostrarse más que los demás para convertirse en la referencia electoral y para eso lo ultroso parece apropiado; por eso, hoy, aunque parezca insensato, cada tendencia dentro de la MUD juega con todas las cartas. Pero pese esto último, no pueden ocultar sus diferencias reales o convencionales.
Del otro lado están las fuerzas del gobierno, las cuales aparte de los graves problemas que confrontan, como la crisis económica inducida y ocasionada por la impericia, desidia, corrupción, ineficiencia, también han adolecido de un liderazgo fuerte y claro para la toma de decisiones y la búsqueda, con personalidad, de salidas coherentes con las circunstancias.
Por supuesto, este último carácter también afecta al bando opositor, lo que impide que los factores polarizados, carezcan de convicción, fuerza y liderazgo para llegar a eso tan anhelado por mucha gente que llama diálogo constructivo, eficiente.
Es decir, las fuerzas que se enfrentan parecen perros furiosos y dispuestos a lanzarse unos sobre otros hasta el exterminio. Lo que pareciera significar que de ambos lados prevalece la fuerza de quienes nunca están dispuestos a ceder en nada y sí llegar "hasta las últimas consecuencias". Ese es el cuadro que percibe Claudio y por eso piensa "en sacrificarse para salvar la patria". Según él, es el momento de los hombres centristas. Pero obvia que el centro no siempre es el mismo, eso depende de espacio y tiempo.
Oscar Schemel hace una buena contribución al afirmar que gobierno y oposición, parecieran "orinar fuera del perol"; el primero con un discurso "epopéyico" y el segundo sin propuesta y una práctica violenta que nada dicen al venezolano agobiado por la crisis.
Entonces, en este crucial momento, sale Claudio Fermín de su fosa, se desentumece, espabila y busca reapropiarse de la posición que en el pasado, cuando estaba en este mundo, jugaba en la política. Ayudado por su entrevistador en Globovisión, quien es experto no en jugar en el campo central de la pelota, sino como futbolista que se cambia de posición según como venga el juego, intentó hacer parecer aquello una iniciativa del periodista previamente "dateado"; con la delicadeza que le es habitual, de quien nunca ha roto un plato, de muchacho correcto y sin malas costumbres, deja entrever que anda en ajetreos para formar una agrupación política donde justamente, según él, tendrían cabida los inconformes de la MUD y el chavismo. Por cierto, en su hablar pausado y sedoso lanzo floridos mensaje a Nícmer Evans y al general Alcalá Cordones, como representantes de ese chavismo inconforme y hasta insurrecto que podrían converger, viniendo de un lado, hacia su espacio, donde él sería la cerradura, con quienes en la MUD también se sienten defraudados y mal representados. Es el ancestral cuento, el de siempre, el de Claudio que nunca le ha dado resultados; pues al momento de sacar las cuentas siempre queda debiendo y se va con la cabuya en la pata hacia donde retozan los muertos, esperando otra oportunidad para resucitar.
Claudio pues, apareciendo en la pradera central sería el nuevo mesías, el salvador que Venezuela demanda. ¡El verdadero "gallo tapao!
Es la rutinaria idea, que ahora pareciera tener vigencia y fundamento, habiendo un enorme espacio que nadie cubre. Hay pues, en este juego de beisbol, un planteamiento táctico donde no hay "center field" o jardinero central y siendo Claudio un especialista, un sempiterno amante de esa posición ocurre a ocuparla, sin dejar de advertir que ese sería su sacrificio por la patria, aunque sea para intentar establecer un equilibrio.
¿Pensaría en eso el presidente Maduro, cuando en una comparecencia televisiva, de manera inesperada hizo alusión a un hombre ya casi fosilizado y en el olvido? ¿Es casualidad pura qué Vladimir Villegas uno o dos días después, sacara de la fosa, sacudiera a aquel personaje, le despojara de la gruesa capa de cal y se lo llevase a su programa para mostrar "que no estaba muerto sino de parranda?". Porque Vladimir, estando tan cerca como está de la MUD, también pudiera jugar con todas las cartas.
El hecho que Fermín desmintiera haber hablado con el presidente lo que este dijo en aquellos días de proceso constituyente y lo hiciera en un tono como discordante con su habitual forma de hablar, no quiere decir nada; los políticos, incluso los "comedidos", jugadores del campo central, suelen hacer esos espectáculos sobre todo ofreciéndose como la alternativa ante quienes discrepan con furia y asumen posiciones diametralmente opuestas.
Pero Fermín es un guardabosque de baja calidad; no pasa de esos discursos enternecidos, como si les hubiese sacado del "Derecho de Nacer" y novelas de Corín Tellado, y además, quizás por eso mismo, no enlaza en el entusiasmo y aspiración de los venezolanos que no son aquellos de dos décadas atrás.