En las crisis políticas, entendidas éstas como la disputa decisiva por el poder entre ideologías antagónicas, emerge nítida la lucha de clases en todos los niveles de la sociedad, y es en el campo político que ocurre el enfrentamiento más cáustico, más descarnado, allí las posiciones de clase quedan desnudas. Las crisis son una inmejorable cátedra de política grande. Veamos.
En la crisis el enfrentamiento social entre clases desposeídas y explotadores se escenifica en el campo político, el decisivo en la conducción de la sociedad. Ya no hay cabida para los disimulos, los requiebros, el menor movimiento se relaciona con el poder. Lo que hasta ese momento se manifestaba en lo económico como un forcejeo economicista adaptado a la explotación toma sendas de cambio de sistema; la estabilidad social estalla, desde la familia hasta el último rincón de la vida en común, el desasosiego personal es lo cotidiano, son días para la historia; llegó la tempestad.
Con la desaparición de Chávez y el arribo del gobierno sucesor, la crisis entró en etapa decisiva. Las diferentes ideologías y clases comenzaron a situarse en el tablero preparándose para un desenlace final. La pequeña burguesía del gobierno, como corresponde a una clase vacilante, carente de programa propio y refractaria al Socialismo, plantea alianza con la burguesía. La burguesía dividida en facciones acepta en lo económico el brazo extendido de la pequeña burguesía y presiona de muchas formas para restaurar definitivamente el capitalismo; en lo político, un segmento se enfrenta desde la mud y otro golpea fuertemente al Socialismo desde el gobierno.
Los obreros, conducidos por una dirigencia acostumbrada a los vicios del economicismo, acomodada en la convivencia con el patrón, no termina de asumir su papel histórico, deambula en territorios de oportunismo y no va más lejos de la apropiación de fábricas sin ninguna visión social, sólo el aprovechamiento sectorial. Es de resaltar que las fábricas abandonadas por la burguesía son pasivos que al patrón le encanta que el Estado los asuma y la compense.
Los campesinos aparecen desmarcándose de los dirigentes del gobierno, haciendo coro con las acusaciones de corrupción, confundidos toman una posición al margen de la disputa por el poder entre las ideologías.
Hasta ahora el centro de la disputa es entre facciones capitalistas. La ideología revolucionaria, el Socialismo, no tiene representantes fuertes en la contienda, sólo el recuerdo y la inercia del Chavismo cada vez más difuso y maltratado. La tarea revolucionaria es hacer que el Socialismo entre en combate, que defienda la espiritualidad, el recuerdo del legado de Chávez que las diferentes facciones burguesas quieren borrar, aplastar, hay que hacer que el Socialismo ocupe el lugar que le corresponde; de esa manera la batalla adquirirá su verdadera dimensión histórica, emocionará a la masa, volveremos al espíritu de la independencia, Bolívar volverá a cabalgar por los caminos de la Patria.
Está claro que el Chavismo debe renacer dentro del Chavismo, del Partido, del gobierno, de la Fuerza Armada, allí está el compromiso, allí están los comprometidos, no hay otro Chavismo capaz de asumir el reto de resucitar al Socialismo. Es un error apoyar el referéndum o cualquier otra medida de la derecha externa, sería apuñalear la esperanza socialista. Con la derecha externa o interna ni tantico así.
Qué apropiado, más bien sería, en lugar de estar dando saltos apoyando a los burgueses, unos dándoles la conducción del gobierno, otros coqueteando con el referéndum, convocar un Concilio Socialista de los chavistas, sería un paso para retomar el sendero de la recuperación. La consigna de la convocatoria a ese Concilio puede ser: "Sólo con Socialismo el gobierno se salva", o quizá: Ni referéndum ni pacto, Socialismo; o más concreta: "Horror a las oligarquías".
