En las calles del país se escuchan voces diciendo: ¡hay guerra económica, guerra mediática, guerra delincuencial, guerra de poder!, y así, la permanente palabra guerra resonando a diario. En este momento, en nuestro país hay muchas formas de hostilidades excepto una; la guerra civil, sin duda, la más buscada de inducir como enfrentamiento de pueblo contra pueblo y, aunque todas se tratan de evitar, ésta en particular, ha sido frenada por los propios ciudadanos aún con todas las provocaciones que les han puesto en escena. En ese negado imaginario, hay quienes apuestan a un derramamiento de sangre para capitalizar intereses mezquinos y macabros sin importarles el ser humano ni la patria más que el poder. Muchos dirán: ¡dios nos libre de eso, hay que rezar mucho!, entonces recuerdo el canto de Los Guaraguaos y Alí Primera para tararear con mi alma: ¡no, no, no basta rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz!..
Asimismo, por todas las vías posibles ejecutan un bombardeo de informaciones manoseadas para confundir a la gente, haciéndoles ver que los malos son buenos y los buenos son malos y en verdad, son muchos los malos, pocos los buenos y casi inexistentes los que podrían etiquetarse de regular. Como parodia, se insiste en un diálogo de paz con fusiles en mano y en una guerra mediática andando con balas de palabras que también asesinan. Hay quienes dicen que se trata de un golpe blando, pero, ¡qué va!, ¡esto es un golpe arrecho y despiadado!, porque a muchos los han matado con las balas de las calles, algunos han quedado heridos, otros tantos enfermos corriendo el riesgo de no sanar para caer en una muerte lenta y, la mayoría, son acechados por la muerte del hambre dentro de sus casas. Es una guerra a muerte con cicatrices de largo tiempo.
Por ahora, el pueblo sobrevive la guerra guerreando, la cultura del boicot se hace presente frente a todo, en especial los alimentos. La gente saca cuentas alejando los productos perecederos que le impactan en el bolsillo y se ingenia cambios de dieta para enfrentar el mercado que lo desangra con su irracional abuso. Así como los guerreristas inescrupulosos hacen su acuerdo general para colocar un precio de lo más demandado; léase huevos, quesos, plátanos, tomates, yuca, mortadelas, salchichas, etc., el pueblo le detiene su consumo temporal para dejar que reculen con sus precios groseros, sin embargo, como es guerra, la vergonzosa acción implica a productores capaces de botar a la basura millones de huevos, de litros de leche y dejar descomponer alimentos perecederos antes que bajar su precio; esa es una de las guerras. Dentro de la escasez de muchos productos, los pocos que abundan se utilizan como armas para balear al pueblo.
Todas estas guerras nos están dejando grandes enseñanzas y huellas tan acentuadas que permanecerán por años en el pensamiento del colectivo nacional. Este aprendizaje formará el criterio que permita sacar nuestras propias conclusiones, mientras tanto, durante la guerra presente estamos guerreando, aprendemos a sobrevivir cada circunstancia de manera estoica sin ser estólidos. Nos han curado la idiotez y ceguera permanente y para no ser atacado, lo mejor es ponerse en estado de defensa, ¡No basta rezar, hay que guerrear guerreando!