La insistencia del gobierno socialdemócrata en tropezar con la misma piedra abisma, es un desprecio total a la inteligencia de gobernantes y del pueblo humilde, es la condena del chavismo que, inerte, asiste a su propia destrucción.
Sumergidos en una crisis como no recuerdan los abuelos, el gobierno escurre el bulto a su responsabilidad y de esta manera absurda liquida cualquier rectificación; si la actuación del gobierno es la correcta para qué cambiar, la culpa se le endosa a otros, al "cochinito" expiatorio o a la cabeza de turco, que en la antigüedad nada resolvieron pero calmaron el alma de los pecadores; pueden ser el imperio, la burguesía difusa que tanto es enemiga como dirige la economía, o pueden ser, más recientemente, los llamados "traidores", que más que traidores tienden a ser culpables de todos los males.
Es así, el gobierno atraviesa esta crisis sin mancharse el traje, no es imputable por nada, nunca se equivoca, todo lo que dice y hace es correcto, el mal está en otra parte, fuera de él. Todo sería una astucia de gobernantes sino fuera porque esta actitud nos conduce al caos, al fascismo. Veamos.
La falla del gobierno es no ver en la economía más que lo material, el estómago, así la política se reduce a quién provee, quién es mejor abastecedor. El corazón, la espiritualidad no se considera, de esta manera la economía pierde su mitad, su más importante mitad, la determinante, el alma, allí donde todo termina y todo empieza.
Cuando el abastecimiento material falló, cuando el becerro de oro dejó de ser de oro nos dimos cuenta que en un país de proveedores y consumidores insaciables la ética es la del mercenario. El gobierno, que no tiene ya qué ofrecer, miente; la mentira se vuelve una mercancía de producción industrial, la consumen los humildes preparados para la ingenuidad, pero la ingenuidad y la mentira son una mezcla explosiva para los gobiernos que un día se quedan sin apoyo actuante y perecen en las manos de nuevos proveedores que ofrecen promesas que son consumidas por los ingenuos, y todo continúa hasta que llega otra bonanza y recomienza la danza alrededor del becerro de oro, que termina en el lamento del "cochinito" que se llevó el oro.
Este ciclo tenebroso becerro-cochinito/bonanza-lamento/consumo-quejumbre fue roto por un Comandante que entendió que lo determinante no es lo material, que esto sólo debe servir para sostener lo espiritual, para cambiar a los lobos por hermanos. Un Comandante que escogió ser Cristo y no Rockefeller, ser Bolívar y no Boulton, y se jugó la vida por una Revolución que presentía infinita. Y el Cristo fue nuevamente crucificado y el ciclo regresó y con él la mentira que ahora es menos creíble por los humildes, y se sospecha que allá en el fondo hay dirigentes que pueden, quieren, romper de nuevo el ciclo.