Razones tuvo Gabriel García Márquez al atreverse a narrar cómo Bolívar, en el "General en su laberinto", se deleitaba comiendo mangos, sin que todavía semilla alguna de ese árbol piadoso hubiera llegado a estas tierras latinoamericanas. Pero ahora, si algo le pertenece al Pueblo como le pertenece Bolívar, es el mango. Los revisores y correctores históricos del documento le quitaron a ese libro lo más atrevido del realismo mágico: comer mango cuando aún no estaba por estas tierras. García Márquez siempre recordó este episodio; lo imagino decir: quien viva en las patrias de Bolívar y no haya comido mango, es un vulgar infiltrado en nuestra cultura.
En este período seco e inicios de las lluvias, la población venezolana revalorizó al mango como alimento. Siempre lo ha tenido como algo importante, pero esta vez, en medio de las dificultades para adquirir otras frutas cuyos precios remontaron al cielo por una escalera de especulaciones, el mango ha sido la fruta preferida del consumo fresco en rebanadas, en néctar, en dulces, en ensaladas y en julianas con sal. Los mangos ya no se pierden en los patios, alguien los recoge para llevarlos a la mesa. En algunas tediosas colas para adquirir alimentos hemos visto como se alegra la espera con algunas personas cayéndole a diente a un jugoso mango. Para muchos es algo agradable, diría que para la mayoría; para otros, rebuznadores de oficio la culpa de comer tanto mango es la pelazón a la que nos tiene sometidos Maduro. Los opositores a ultranza no se imaginan el impacto positivo de este lado de la crisis en materia de fruticultura; tanto es así, que además de decir que nuestras mujeres son feas y sucias, todos los chavistas somos unos come mangos, que es igual a pelabolas.
Estamos claros que el mango, los cítricos (naranja, limones) las musáceas (plátano, topocho, cambures), la parchita, guanábana, lechosa, merey, mamón, y otras tantas, aguardan para convertir a nuestra Patria en una potencia consumidora y exportadora de frutas. La fruticultura, en medio de esta crisis, está entre el grupo de rubros que pueden contribuir con la soberanía alimentaria. Ese proyecto de mediano y largo plazo debe ser asumido, en el contexto de la agricultura familiar, diversificada, pero también puede ser proyecto territorial gigante para la Faja Petrolífera del Orinoco, para suplir el oriente del país y para sacar más allá de las fronteras los excedentes frescos o procesados. Y el mango estará allí. ¡Cuánto deseáramos que la fruticultura tropical nuestra tuviera la fuerza y la dispersión familiar de las plantas de mango!
Que se vayan al carajo los que critican al mango y agreden a nuestra gente que lo saborea. Por eso, traigo a este texto, lo que llamé "Canto al mango" en un pequeño libro publicado hace dos años, Prosas portátiles de la vida sencilla:
Una piedra te lleva un mensaje. Remitente: El hambre. No la eludas, deja que tu cuerpo amarillo la reciba. Total, conoces tu fin o tu principio. Déjate caer, baña de aroma de pulpa madura a todas las casas, las de los niños barrigones, la casa campesina, si sobra, te esperamos en la nuestra. Te prefiero en la casa del pobre curando el hastío de abril que en el mercado del rico. Sabes que ellos te encerrarán, te colocarán en una caja pulcra, serás una alhaja del refrigerador de los japoneses o de los yanquis. No saben comerte, te clavarán un cuchillo inoxidable y harán de lado tu semilla, la que repite tu descendencia de almíbar. No dejes que te saquen de los patios, donde los niños aguardan tu inigualable sabor a trementina, a veces más, a veces menos, pero inigualable, he dicho. Tus flores que serán fruto son el anuncio. Cada mango es el mesías, el maná de los humildes. ¿Quién ha sido tan arrogante para despreciarte? No hay alergias al mango. Necesitamos un poeta que le escriba sonetos, un trovador que le cante, un político que decrete su himno, y un pueblo que espere por su llegada, antes de las lluvias.
Eso, camaradas, es lo que está pasando. El Pueblo ha revalorizado esa fruta que es parte de nuestra hibridación cultural alimentaria.
Ahora, cuando entren definitivamente las lluvias, los mangos serán menos y las ganas de saborearlos serán mayores.