Mi hermano Manuel Marapacuto era flaquito como el silbido del viento, pero desde pequeño era ágil como el rayo que se abría paso entre truenos y relámpagos para cruzar raudo las montañas de Santa Bárbara de Uchire, allá en el estado Anzoátegui. Sí, me hermana Martha y yo lo veíamos cruzar al galope, por las picas y caminos, montado en un caballo de crines oscuras como las noches de monte oscuro, caserío de silencio y de calma, cubierto por las sombras de los algarrobos y cañafistoles. Todo eso son recuerdos que nos traen los vientos del ayer y se nos vienen a la mente para evocar el tiempo y trasladarnos a nuestros primeros años y escuchar la voz de nuestra madre María Dolores cuando decía: "desde chiquitos los hijos pintan lo que van a hacer cuando sean grandes". Y no se equivocó nuestra querida y amada madre, pues ese hermano nunca dejó de soñar y hoy, además de odontólogo, es Coronel del glorioso ejército de la República Bolivariana de Venezuela
Y a quien salió ese gran carajo, se preguntaba una y otra vez mi hermano Ramón Romero (+) cuando andaba de copas, a lo que él mismo se respondía: ese gran carajo viene de la sangre del General Zenón Marapacuto, indígena patriota que se unió a las tropas de Cipriano Castro para defender los postulados de la Revolución. Efectivamente, Zenón Marapacuto fue "nativo del vecindario de Santa Bárbara de Uchire [quien] desde muy joven se unió a la causa y defensa del gobierno revolucionario de Cipriano Castro y se destacó en las filas castrenses llegando a ser General de la patria". En su libro El Osario de Dios, el paisano Alfredo Armas Alfonso, escritor y periodista oriental, cuenta que Zenón era intrépido y sin miedo ante las circunstancias. Tal vez por esa razón y con esa energía desplegada en la acción fue que defendió a Guanape con las garras de patriota comprometido, en la llamada "Pelea de Guanape" de 1902, cuando fue atacada por los enemigos de la revolución y a los cuales venció con su fusil, su cuchillo caimanero, su escapulario hecho con palma bendita y sus sesenta hombres bajo su mando.
De ese legado de compromiso viene mi padre Lino Manuel Marapacuto, y de esa tierra de brisa fresca venimos nosotros y nos sentimos orgullosos de ese campesino que fue nuestro padre y de esa gran mujer, educadora y maestra de profesión, que fue nuestra madre. Con melancolía, los recuerdos nos alimentan el alma para no desmayar ni un instante y seguir adelante hasta llegar a las metas del destino. Esa es parte de la herencia, de la historia y el legado de los Marapacuto, llena de episodios y vivencias interesantes, de anécdotas y compromisos familiares que trascienden en el tiempo de los tiempos.
De verdad, toda la familia está orgullosa de ti Manuel y gracias por darnos esas alegrías de amor por la patria y por la amistad y la humildad que siempre te acompaña. Tus hermanos Mireya Romero, Miguel Romero, Marta Marapacuto y yo, te felicitamos por tu merecido ascenso a Coronel del Glorioso Ejército de Venezuela, institución baluarte en la defensa del pensamiento libertario y emancipador. Sigue adelante hermano, porque ahora es que queda lucha, ahora es que queda vida para vivirla y ponerla al servicio de la familia y de la patria. Que Dios te bendiga a ti, a tu esposa María Rojas y a todos tus hijos, especialmente a Elier y Adarlenis. Recuerda siempre que el compromiso y el cumplimiento del deber va primero que todo, ese fue el legado que nos dejaron nuestros padres y ese es el legado que debemos dejar a nuestros hijos. ¡Adelante coronel Marapacuto, sigue galopando por los horizontes infinitos de la vida!