Hay épocas, instantes, que reclaman acciones drásticas, físicas, militares; son definitorias, encrucijadas históricas, turbulencia propicia para que afloren toda clase de respuestas, momentos para lo heroico y también para la cobardía. El 26 de Julio fue una de estos instantes, esa fecha partió la vida de muchos, de quien participó y también de quien no participó; aquellos vivieron orgullosos, estos deambularon en los escondrijos de una vida sin épica, sin nada a que aferrarse, el licor y la intrascendencia los acompaña. El 4 de Febrero es otro de estos raros instantes.
No todo el mundo vive una época propicia para lo heroico evidente, pero siempre, siempre, hay oportunidad para una rara valentía, una heroicidad menos evidente pero más difícil, son las posturas políticas que definen su tiempo, lo marcan. Estas acciones son más difíciles de tomar, generalmente son en solitario, y el resultado es el aislamiento, he allí la carga de heroicidad necesaria para la acción heroica, no se toma con el viento a favor, nadie aúpa, los vientos son contrarios, la noche cae sobre la causa. Un ejemplo es Fidel cuando se enfrenta al tribunal y proclama "la historia me absolverá"; o Chávez y su "por ahora". Pensemos en Bolívar en la Junta Patriótica arengando "trescientos años de calma no bastan" y desatando el huracán que culminaría en Carabobo. Cuál de los dos instantes es más heroico, imposible decirlo.
En esta época que vivimos, cuando la mayor batalla es pelear con Allup o gritar pendejadas del revocatorio, o acusar a Tibisay, ofenderla, la épica se manifiesta de manera fácil, exige más coraje que las oportunidades militares.
La batalla de ahora "es decir la verdad", pero esta épica está reservada a unos pocos, a los escogidos, a aquellos cuyas palabras pueden hacer temblar la tierra. Un destello de esta épica no lo dio Jaua cuando dijo que se violaba el Plan de la Patria, después se desdijo y la épica fue un natimorto. Imaginemos que un alto vocero del gobierno, pero no después de pateado, sino en pleno ejercicio, diga cuatro verdades, sin red de seguridad, poniendo en riesgo su comodidad, su vida. Diga, por ejemplo, que quedamos en minoría, que algún error estamos cometiendo, que hemos perdido el afecto de las masas; que ocultarlo no es el camino. Tremenda tolvanera se levantaría. Que lo diga uno que no pueda ser calificado de traidor. Qué bien le haría a la Revolución, iniciaría un proceso de reflexión que nos podría salvar.
La épica es escasa, difícil, no es suficiente la voluntad, la disposición, pocos son los escogidos por la historia, los que están en el puesto correcto, en el momento correcto, pocos quienes tienen el coraje de correr los riesgos. Es difícil, pero no se entra a la historia grande, a la verdadera sin correr riesgo, sin épica. Todo gran hombre está signado por su capacidad de tomar decisiones riesgosas