"El insulto deshonra a quien lo infiere,
no a quien lo recibe."
Diógenes de Sínope
A raíz del artículo: ¿Qué pasará el 1 de septiembre? Publicado en esta página, y en un diario muy leído del estado Portuguesa, donde he mantenido una columna todos los viernes, los últimos 4 años, me llegó una ráfaga de mensajes. Los leí detenidamente con cierta tranquilidad, buscándole la verdadera razón; algunos totalmente aceptables; otros fueron escritos con un lenguaje propio de un señor, quien definitivamente parece "enriquecer" su vocabulario en un contrapunteo de palabras soeces, para después despreciar a los que él considera inferiores; una actitud propia de los fascistas, quienes en la pasada guerra mundial, fracasaron a pesar de haber conformado un ejército muy poderoso, pero sin la razón y la moral para combatir.
De esos 16 correos, seis tienen un elevado sentido patriótico, sobresaliendo la rebeldía de los que piensan en un mundo mejor, el eterno sueño del fallecido Comandante Chávez; de los otros diez, siete se pueden echar al cesto de la basura, con la suerte que la tecnología permite hacer esa tarea, apenas se conoce el autor - casi siempre son los mismos- los tres restantes, me parecen sumamente importantes a pesar de haberse identificado con la derecha, entre ellos se encuentra el señor: Joel Velásquez, quién hace una serie de consideraciones, echando en un mismo saco a muchos dirigentes, tanto de la izquierda, como de la derecha por la innegable corrupción, el grave problema en cualquier país; termina con un saludo fraterno y a la vez con mucho respeto; una muestra de dialogo; un anhelo de la inmensa mayoría de la población venezolana, para evitar la violencia.
La opinión de todos los remitentes, reflejan la preocupación antes la grave crisis económica del país, pero algunos vomitan todo el grado de violencia acumulada, algo sumamente peligroso, por lo tanto es urgente la necesidad de intercambiar opiniones; totalmente rechazada por un sector de la oposición, porque siguen con la misma equivocación de querer resolver el problema por la fuerza, buscando un baño de sangre de nuestros compatriotas. Nadie puede decir: ¡Tengo la solución! Como quien dice: "La carga en la punta de la lengua" ; la oposición no presenta ni siquiera una, pero contrariamente le viene alimentando el cerebro de ilusiones a sus seguidores, sobre todo a los que estaban viviendo, como ricos, siendo pobres; un grupo muy vulnerable al engaño, porque la situación los ha golpeado, haciéndolos despertar, cuando estaban en una caída estrepitosa, causándole algo muy peligroso, aparte del problema económico: una enorme frustración, afectándole la manera de pensar y sentir, de ahí tanto odio, y rencor contra los que ellos consideran los culpables.
Esa es la gran tarea del capitalismo: sostenerse con el engaño; para eso invierten millones de dólares en su centro de poder: los EE.UU, donde el aparato propagandístico, cada día es más sofisticado con un solo objetivo: distorsionar la manera de pensar de la población, para hacerles ver los problemas en su propia casa, como algo normal; es lo que podemos llamar los anticuerpos, creados por el mismo sistema para defenderse; son muchos los ejemplos; lecciones repetidas, pero no aprendidas; incluso muchos profesionales son atrapados, porque sencillamente el dinero embelesa. Por eso en nuestro país, se dan casos –de casos- como el de un amigo, culpando a Nicolás Maduro por haberse empobrecido, después de haber disfrutado dineros mal habidos en la época del comandante Chávez; no recuerdan nada del pasado –amnesia total-, ahora vive hablando peste del gobierno.
El capitalismo no perdona; acumula de dinero en una mínima porción de la población mundial, en la otra parte, todos los males, empobreciendo a sus habitantes. Ese, es, el grave reto a resolver en nuestro país: no es tarea fácil, enfrentar un monstruo de mil cabezas, dentro de una crisis mundial, donde cada día los más golpeados son los de abajo, más, cuando en esa gran masa, se encuentran los que perdieron muchos privilegios, pero nunca dejan de soñar por volver a disfrutar las mieles del placer y la vanidad sin salirse del capitalismo, aun con todo el salvajismo, denunciado por Juan Pablo II.