La familia de un alcohólico

¿Para quién son los lamentos? ¿Para quién los pesares?

¿Para quién son los pleitos? ¿Para quién las quejas?

¿Para quién son las heridas gratuitas?

¿Para quién los ojos morados?

¡Para el que no suelta la botella de vino

ni deja de probar licores!

Proverbios 23, 29-30.

La tarde noche del viernes 29, tuve la suerte de asistir a dos cumpleaños en un grupo de "Alcohólicos Anónimos"; el pequeño espacio, donde funciona, se abarrotó con una concurrencia atenta a los testimonios de personas, que han emprendido una nueva vida, al dejar de consumir bebidas alcohólicas. El tiempo fue pasando con los interesantes relatos de valientes, y privilegiados pensantes; no es fácil en una sociedad, como la nuestra, apartarse de las tentaciones del licor, porque en cualquier lugar se encuentra un expendio, y nunca falta alguien, que te incite a una copa.

Ese día, coincidían dos amigos en haber tomado esa oportuna decisión: uno tiene 26 años totalmente sobrio; el otro llegó a los veinte años de haber enderezado el rumbo de su vida, para empezar a disfrutar al lado de su adorada familia, y con una gran responsabilidad en su profesión. Al tocarle el turno de contar algo de su pasado, tuvo la plausible actitud de llamar a su núcleo familiar, para presentarlo, con desbordante alegría, finalizando con unas palabras, que invitan a cualquiera persona sumergida en el alcohol a reflexionar: ¡Está familia, me la regaló alcohólicos anónimos! Finalizó con la voz entre cortada, con unas lágrimas en el rostro, al leer un amoroso mensaje de su compañera de vida, escrito en un pequeño papel, el cual guarda, como un tesoro, porque se lo entregó, cuando cumplió el primer año de haber dejado de consumir licor; un verdadero estímulo para seguir adelante.

Muy pocas veces se escucha, y se ve a una persona tan alegre en una celebración, precisamente por haber dejado de beber, pero lo más importante en esta vivencia, es como ha venido enfrentando la vida, desde el mismo momento, cuando tomó la decisión. La ayuda de su esposa, ha jugado un factor muy importante; tuvo la paciencia necesaria, para seguir formando una familia, el cual pueden presentar orgullosamente, algo, nada fácil en nuestra sociedad.

Son 20 años, desde aquella mañana, cuando llego a la casa, sin dinero, enratonado, y con algunos embustes preparados para enfrentar las palabras de su compañera, quien agobiada por la situación, trataba de hacerle ver el abismo donde había caído. Ese día, agarro a la niña, la montó en la bicicleta para llevársela a la casa de su mamá; en el trayecto la chiquilla escuchó el sonido de la campaña de un vendedor de helados; rápido le pidió con la alegría infantil: ¡Papá cómprame uno! Solamente se atrevió a decirle: "No tengo plata" La hija en medio de su frustración e inocencia lo recriminó: ¡Pa bebé si tienes! Esas palabras le tocó, lo más profundo de su ser; todavía con el paso de los años, las escucha, como una lección para el resto de su vida.

Esta decisión, nos recuerda un refrán o adagio muy popular: "nunca es tarde para rectificar", pero hay que buscar apoyo: algunos la encuentran en la religión; otros en el deporte, la cultura, la medicina y estos dos amigos en "alcohólicos anónimos". La celebración terminó, con una deliciosa paella, su respectiva torta, y una refrescante bebida; sin faltar algo muy importante para seguir adelante: la sinceridad que debe acompañar a todo ser humano. SÍ QUIERES DEJAR EL ALCOHOL, EN TUS MANOS ESTÁ LA SOLUCIÓN.



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Narciso Torrealba


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