Emmanuel Levinas escribió una reflexión filosófica que fuera publicada en la revista católica Esprit bajo el muy llamativo título: "Algunas reflexiones sobre la filosofía del hitlerismo". (Idem, Nº 26, 1934, pp. 27-41) proponiendo en aseveración irreversible que "…La filosofía de Hitler es primaria. Sin embargo, las potencias primitivas que en ella se consuman hacen estallar toda fraseología miserable bajo el impulso de una forma elemental… el hitlerismo resulta interesante filosóficamente, pues los sentimientos elementales encierran una filosofía…[la filosofía hitleriana] pone en cuestión los propios principios de una civilización" (Ibidem, pág 1). Diáfana argumentación para tirios y troyanos.
Pero saltan algunas preguntas desde el tintero, preguntas incómodas, por demás, pero necesarias para poder desglosar un corto discurso en propuestas en inquietudes actuales. Todos conocemos los resultados anti-natura que produjera aquella praxis filosófica; una realidad que nunca dejaremos de analizar, proponer ideas pero que, inevitablemente, no podremos alcanzar en una respuesta final. Por ejemplo, podemos preguntarnos sí aquella praxis hitleriana la podríamos definir como de terrorismo cuando, ese concepto, se ha puesto de moda desde aquel "11 de septiembre" por el imperio norteamericano. Concepto sobre el cual podríamos reflexionar con la lectura de la propuesta de Charles Townshend titulada como "Terrorismo. Una breve introducción" (Historia. Alianza Editorial. Madrid, 2008, pp. 261) quien nos señala que "…difícil resulta saber con certeza sí los "terroristas" constituían un reducido grupo que imponía su voluntad al pueblo…" (Idem, pág. 72). En esa línea del discurso, según nos propone Townshend, la praxis referida no la podríamos calificar como de praxis terrorista hitleriana pero también precisa el autor referido que "…la noción de que la violencia podía alterar las posiciones políticas…" (Ibidem).
Entonces, en lógica, nos preguntamos sí no resultaron todos los actos de violencia política, económica y social sustentadas sobre las bases filosóficas referidas en cuanto accionares de las masas adoctrinadas, actos terroristas demostrables. Por ello cabría concluir, primariamente, que aquella filosofía hitleriana en su praxis contenía en si misma accionares terroristas primarios y previos hacia la consumación perfecta de la expresión más pura de la maldad absoluta ejercida sobre seres humanos ajenos a una concepción angelical demoniaca. Entonces, en esa misma línea del discurso, nos inquirimos sí no resultaron acciones terroristas las decisiones de Estado ejercidas durante los ejercicios de poder que se expresaron bajo los gobiernos de Francisco Franco Bahamonde, Rafael Videla y Augusto Pinochet como también los accionares militares en El Salvador, Guatemala e incluso durante gobiernos de decirse y calificarse en su definiciones políticas como gobiernos democráticos latinoamericanos bajo los accionares de las desapariciones, secuestros, torturas infames y anti-naturales y fusilamientos en masa.
Podría preguntarse sí la humanidad bajo el signo del pecado original es de comportamiento anti-natural cuando las siquis se desvían de las virtudes más básicas (las humanas) como las fundamentales (fe, esperanza y caridad). Es, en ese orden, cuando Edgar Morin se expone en el texto "Breve historia de la barbarie en Occidente" (Paidós. Barcelona, 2009, pp. 94) expresando que en "…el siglo XX [se] inventó la monstruosidad de la nación monoétnica…" (Idem, pág. 28).
¿No fueron aquellas praxis contenidas en las expresiones cotidianas de la filosofía hitleriana el resultado de los obligantes por necesidad lógica de la implementación de la política de estado hitleriano en sus espacios arquitectónicos definidos como campos de concentración con hornos crematorios, dirigidas, expresamente, para aquel "ser social" quienes serían convertidos en "seres espirituales" quienes no compartían con la similitud de almas y espíritu de esa supuesta perfección angelical pero profundamente demoniaca?
Pero, al tiempo, ¿no fueron las persecuciones de judíos sacados de sus negocios, de sus casas, de sus sinagogas, de sus escondites, expresiones de monstruosidad política, humana y anti-natural actitudes y comportamientos que se han imitado en situaciones similares durante precisos momentos durante los desarrollos de los golpes de estado según los países afectados por esa acción política contra-democrática?
Nos dice Giorgio Agamben que "...el envilecimiento de la muerte constituya el problema específico de Auschwitz no es algo que pueda darse por descontado…" ("Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo". Pre-Textos. Valencia, 2009, pág. 74).
Es, en ese contexto, cuando nos preguntamos: ¿los fusilamientos de Badajoz ordenados por el general Yagüe en la plaza de toros no fueron en un símil campo de concentración como cualquiera de los muy numerosos campos de concentración que desarrollaría el régimen nazi-hitleriano durante su triste y tétrico ejercicio del Poder? Como, a la vez, preguntarnos:¿sí el estadio de futbol en Santiago de Chile no se transformó, en última instancia, en un campo de concentración? Y ¿cómo definiríamos a la isla del Burro?
Claro comprendemos cuando las derechas en el continente americano han perdido aquello que distingue lo racional del fanatismo sustentado en argumentaciones falsas, sostenido en silogismos de tal ignorancia que podrían rayar en la irracionalidad.
Es, en ese escenario, que no nos queda más que sugerir la lectura de la vivencia de Karl Kraus en su libro: "La Tercera Noche de Walpurgis". Las Otras Voces". (Guipuzcoa, s/f, pp. 360) quien, por ejemplo, expuso que "…el creador de la nueva Alemania posee el subyugante poder de remodelar hasta a los congéneres más complicados devolviéndolos a la simplicidad de lo popular…" (Idem, pág. 31). Terrible precisión digna de la más objetiva reflexión sin distingo de clases.
La temeridad que definen las frases en ocasiones nos llevan a la más elevada de las preocupaciones como "seres creados" en nuestras expresiones como "seres sociales" cuando escuchamos expresiones que describen, en última instancia, quiérase bien, bien se rechace, la lucha de clases.
Por ejemplo, Miguel Vatter y Horst Nitschack en su libro: "Hannah Arendt: sobrevivir al totalitarismo" (Goethe-Institut. Santiago de Chile, 2008, pp. 223) nos comunican que la "…"bio-política" [es] una política de dominación sobre la vida biológica de los hombres que señala una característica propia del totalitarismo…El animal laborans, un hombre que trabaja para vivir y sobrevivir solo si encuentra trabajo, es la condición de posibilidad de la dominación total de la vida bajo el mandato del totalitarismo…" (Idem, pág. 9).
Es en ese orden que los autores consideran que "….la legitimidad del Estado, y de sus leyes, como de la sociedad civil y de sus asociaciones, deriva de la capacidad que tienen éstas para abrir espacios públicos donde los hombres puedan discutir de manera igual y libre sobre cuáles son sus intereses en común…" (Ibidem, pág. 11). Es decir, con sencillez, el diálogo.
Nos es para nada descartable que el proceso político del "golpe de estado en desarrollo permanente" es una etapa primaria de su desarrollo hacia un totalitarismo incomparable con realidades históricas precedentes latinoamericanas cuando la contra-virtud del odio y los caminares actuales de la desesperanza están mellando el cuerpo social a pasos agigantados.