Hace tan solo ocho años, el 11 de enero de 2008, durante su Mensaje Anual ante la Asamblea Nacional, el Comandante Presidente Hugo Chávez, sorprendió al mundo al pedir de manera clara y enfática, que la comunidad internacional reconociera a las FARC como “fuerza beligerante”, y así abrir el único camino posible del diálogo y la negociación hacia la consecución de la paz en Colombia.
La solicitud del Presidente Chávez se producía en medio de fuertes tensiones bilaterales con el gobierno del entonces presidente ultraderechista Álvaro Uribe. Pocos meses antes, el ejército colombiano, con Juan Manuel Santos a la cabeza del Ministerio de la Defensa, y el apoyo técnico y militar de Estados Unidos, había bombardeado territorio ecuatoriano sin el consentimiento de este país, violando su integridad territorial, y amenazaba con repetir una acción similar sobre territorio venezolano. Sin embargo, un día antes, y gracias a las gestiones del Presidente Chávez, las FARC habían liberado a Clara Rojas, su hijo Emmanuel y la ex diputada Consuelo González, secuestradas desde hacía seis y siete años. La “Operación Emmanuel” que llevó a cabo Venezuela para la liberación de los secuestrados fue ejecutada a la perfección, aun cuando Uribe había apartado al presidente venezolano como mediador ante los éxitos que éste venía cosechando.
El escándalo mediático ante la propuesta de Chávez fue mundial. Los gobiernos conservadores de Estados Unidos y Europa la rechazaron inmediatamente, mientras la prensa norteamericana y española dedicaba editoriales para condenarla. La oposición derechista venezolana no podía quedarse atrás y se sumó al coro reaccionario para denunciar al gobierno venezolano de financiar el terrorismo y darle albergue a la guerrilla colombiana. Por su parte, el gobierno de Uribe reaccionó con furia, calificando la propuesta de “desproporcionada”. Su respuesta, mediante comunicado oficial, señalaba que “por ningún motivo acepta que a estos grupos se les levante el calificativo de terroristas y se les dé estatus de beligerancia”, al tiempo que aseguraba que continuarían sus operaciones militares hasta derrotarlos, lo que no había ocurrido en más de medio siglo y, como ha quedado hoy demostrado, tampoco sucedería jamás.
Toda la sociedad política colombiana secundó a su gobierno, rechazando vehementemente la solicitud de Chávez, y exigiéndole además que se abstuviera de intervenir en los asuntos internos del país. El conocido escritor y periodista colombiano Daniel Samper Pizano, hoy defensor del acuerdo de paz, escribía el 22 de mayo de 2008 en El Tiempo: "Tras haber sido [Chávez] pieza clave para el retorno de dos secuestrados, ensució irreparablemente su actuación con la solicitud de declarar ejército insurgente a las FARC. (…) Su intervención fue tan torpe que, lejos de dividir a los colombianos, los unió (…).no veía yo tanta unanimidad contra alguien y en apoyo -expreso, tácito o resignado- del Gobierno”.
Pero Chávez estaba absolutamente claro, no solo por la esencia humanitaria que abarcaba su propuesta, sino también por su carácter geoestratégico, como lo había divisado el Libertados Simón Bolívar doscientos años antes en su concepción de la gran República de Colombia. Con una claridad meridiana, Chávez vislumbraba sabiamente que la consolidación de la unidad latinoamericana y caribeña, solo era posible en un escenario de paz.
“Yo no voy a bajar la guardia porque para mí es un compromiso la resurrección de la Gran Colombia y la paz en tu país pasa por allí”, decía en su alocución de enero de 2008, refiriéndose a una conversación que había sostenido con la ex diputada González, que aun se encontraba en Venezuela tras ser liberada.
“La resurrección del espíritu de la Gran Colombia y la unidad de este inmenso territorio ‘bañado por la aguas del Atlántico y las aguas del Pacífico’, en palabras de Bolívar; de este territorio producido a partir de la mezcla mágica de lo indio aborigen con lo negro africano y lo blanco europeo; de esta tierra de un millón de macondos y de años y siglos de soledades y de batallas, parafraseando a Gabriel García Márquez; en fin, de esta parte de nuestro mundo, significa la resurrección de un territorio para la utopía, para hacer concreta la utopía”.
Chávez estaba plenamente convencido que la guerra en Colombia había llegado a una situación de “equilibrio estratégico”, en donde ninguna de las fuerzas en combate era capaz de aniquilar a la otra. La fuerza militar colombiana, ni siquiera con el apoyo abrumador de Estados Unidos lograría acabar con las FARC, ni las FARC podrían acabar jamás con el gobierno colombiano. La aproximación del juego suma-cero había dejado de ser una opción factible desde hacía mucho tiempo, y el conflicto debía dar paso a una salida negociada que acabara con la trágica penuria de los millones de hombres y mujeres desplazados, asesinados y perseguidos por la violencia, no solo de la guerra, sino también del narcotráfico y paramilitarismo. Para Chávez, la paz en Colombia solo podía ser alcanzada mediante el diálogo y la negociación, lo cual pasaba inexorablemente por la aceptación de este “equilibrio estratégico” y el reconocimiento de las FARC como un actor político beligerante, tal y como el gobierno colombiano terminó admitiendo para iniciar el proceso que llevará a ambas partes, este lunes 26 de septiembre, a la firma oficial del acuerdo de paz y el fin de la guerra.
Chávez nunca descansó en buscar formulas para la consecución de la paz en Colombia, aun en las condiciones más difíciles y el creciente deterioro de las relaciones bilaterales con el gobierno de Uribe.
“Debemos seguir trabajando en distintos niveles con las FARC y el ELN. Nadie se moleste por ello, porque es imprescindible hacerlo”, decía Chávez, consciente de que el diálogo era el único camino seguro a la paz. “¿Quién puede pensar en la posibilidad de algún acuerdo de paz si no hay contacto entre las partes enfrentadas?”, sentenció con brillantez sobre el proceso que tristemente no pudo ver culminar en su vida terrenal.
Con la valentía que lo caracterizaba, Chávez fue el único mandatario que en su momento le habló claramente al mundo sobre cómo llegar al fin a la guerra y conseguir espacios para alcanzar una paz duradera en Colombia, y el primero en conducirse resueltamente para ello.
“Lo digo aunque alguien pueda molestarse: las FARC y el ELN no son ningunos cuerpos terroristas, son ejércitos, verdaderos ejércitos. Son verdaderos ejércitos que ocupan espacio en Colombia y como tales hay que darles reconocimiento. (…) Son fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político, que tienen un proyecto bolivariano que aquí es respetado. Solicito a los gobiernos del continente que retiren a las FARC y al ELN de la lista de grupos terroristas; pido a Europa que retire a las FARC y al ELN de la lista de grupos terroristas del mundo porque ésa denominación tiene una sola causa: la presión de los Estados Unidos (…) Hoy es un momento para celebrar la vida, el encuentro, la solidaridad, la paz, quiero insistir en esto: la paz”.
La paz que se firmará oficialmente este lunes 26 de septiembre y que el Comandante Presidente Hugo Chávez ayudó a construir desde sus cimientos con ese corazón inmenso que aun ilumina a los pueblos de América Latina y el mundo.