Nadie duda de que este país, nuestro mundito tal como lo conocemos, es inviable, agoniza; la gran incógnita, la incertidumbre que atormenta es cómo será el mañana, como será parido.
Venezuela vive estos dolores de parto desde el 23 de Enero del 58. La batalla por la renta petrolera, su captura, su uso, adquirió rasgos de turbulencia que auguraba cambios profundo, revolución. Lamentablemente, en aquella oportunidad, las fuerzas liberadoras sufrieron una inmensa derrota, ya Fabricio lo reconocía. Sin embargo, continuó la confrontación entre expropiadores de la renta y despojados por más de medio siglo, y hasta nuestros días busca el desenlace definitivo.
El más de medio siglo después de la derrota del 23 de Enero estuvo lleno de luchas pacíficas y violentas, fue un medio siglo de guerrillas urbanas y rurales, de golpes de estado de derecha y de izquierda, de presos, desaparecidos, exiliados. Unos dolores de parto que precedieron al nacimiento de Chávez. El Comandante es hijo de aquellas turbulencias sociales, ese hervor ideológico lo amamantó.
Con Chávez el país de los despojados tomó la iniciativa, comenzó la dignificación de los humildes, la formación del piso espiritual que permitiera construir una sociedad donde el hombre se reencontrara con el trabajo formador del humano, el hombre como centro de toda riqueza, la relación armoniosa entre los hombres y de estos con la naturaleza como centro de todos los afanes.
La pugna por la captura de la renta y su utilización signó el periodo, la derrota de la meritocracia petrolera fue decisiva para que el proyecto chavista dispusiera de la renta. El centro del choque se desplazó a la aplicación de esa renta: el populismo pujó por repartir, por el clientelismo, por conseguir, o mejor, por comprar afectos con prebendas materiales. Chávez entendió que lo material sin lo espiritual no es solución, así a la par de la Misión Vivienda fundó las Misiones educativas, derrotó al analfabetismo.
Chávez, cristiano auténtico, era inevitable que se encontrara con el Socialismo, como pensamiento que evalúa al hombre en su totalidad: espíritu y materia. Y la lucha centenaria se encontró con su ideología, y las luchas centenarias ya tuvieron un sentido, y se hicieron fuertes, y las esperanzas dejaron de ser esperanzas y fueron posibilidad cierta, concreción posible.
Luego de Chávez dos frentes se abren contra el Chavismo, contra el Socialismo: el frente restaurador en lo económico y el frente restaurador de una forma viable en lo político. En el frente económico todos los sectores de las derechas coinciden, el capitalismo avanza orondo, como por campo orégano, ya por ejemplo Cisneros, emblema del capitalismo, entró en la Faja, para no hablar del Arco Minero, la Comisión de Economía Nacional bien podía llamarse Comisión capitalista Nacional, allí están los más conspicuos pelucones.
En el frente político la confrontación es más complicada. La forma pos chavista, de populismo clientelar, se agotó, vendió su alma al capitalismo y el capitalismo le exige renunciar al chavismo que es la fuente de su fuerza, le exige ser capitalista en lo económico y serlo también en lo político, es decir, reprimir, exprimir, arrinconar a los humildes, y lo que es más grave: renunciar a la espiritualidad chavista.
Lo que el capitalismo discute hoy es cómo pasar de una forma populista agotada a una forma fuerte de gobierno, capaz de rescatar la gobernabilidad y la estabilidad que permita acciones contra los humildes, regresar a la situación de antes de Chávez.
Intentarán hacer la transición de forma pseudolegal, lo más pacífica posible, pero si el populismo agotado le cierra las puertas el nuevo arreglo social saldrá con la ayuda de la gran partera de la historia.
Mientras tanto, el Socialismo va por los montes, mientras los socialistas duermen, como Cortázar.
