Es poco el estudio de las enfermedades psíquicas de las sociedades, de los movimientos políticos, de los gobiernos. La psiquiatría política está en pañales, son muchos los intereses que la reprimen y pocos los audaces que corren los riesgos de estudiarla.
A pesar de las limitaciones del conocimiento podemos arriesgarnos a decir que hoy esta sociedad, y el Chavismo, padecen una enfermedad psíquica caracterizada por una especie de extrañamiento de sí mismo, de pérdida de la conciencia del "qué somos", del "quiénes somos". Añadido a este exilio de lo íntimo, sufrimos una alteración en la percepción de la realidad exterior. La enfermedad se origina en el comportamiento de la dirección social y política, se hace epidémica infestando a toda la sociedad y también a la dirección.
Se manifiesta como una pérdida del sentido de la vida, un vaciamiento de la coherencia. Al principio es una incoherencia entre el discurso y la práctica que produce desconcierto social, mina los pilares éticos; luego, la separación se profundiza y se anula así la conexión con la realidad, la mentira se hace norma, se inicia la enfermedad, se pierden las referencias, se desdibuja el autoconocimiento, ya no se sabe "quiénes somos", si los del discurso o los de la práctica que lo desmienten. Si somos socialistas, como se grita en las plazas y avenidas, o somos capitalistas, como en la reunión de los motores.
Esa enfermedad social sirve de base al fraude de la democracia burguesa. La sociedad sufriente es manipulada y esa fractura mental le impide actuar como un cuerpo, es simplemente la suma de egoísmos, una caricatura de sociedad. Sus miembros no se perciben miembros de la sociedad, actúan de la manera más egoísta posible y la suma de esos egoísmos es la enfermedad. La sociedad no existe, sólo un rebaño de escindidos. Un buen ejemplo de esta enfermedad es la Venezuela de hoy. Veamos
Cuando la dirección política de la mano del pragmatismo desechó el Plan de la Patria y lo convirtió en un "falsiplan", cuando escogió el rumbo del clientelismo, despojó al Chavismo de su ideología. Así el discurso se debilitó, fue brutalmente desmentido por la práctica, lo privó de la referencia con la realidad; entonces el Chavismo perdió el sentido, se transformó en una simulación. Ahora, incoherente, rebota sin estrategia.
Se produce así la enfermedad, la sociedad con una psiquis escindida es incapaz de moverse como un cuerpo consciente. La suma de las demencias, de los egoísmos escindidos, sustituye a la conducta social. Se aferra al pasado glorioso, pero éste es desmentido por la práctica. Ya no tiene percepción clara de la realidad. Se construyen dos mundo, el del discurso, la televisión, la consigna barata, y el mundo real. La sociedad padece una especie de esquizofrenia: oye voces, camina sonámbula en los intersticios de los espejismos.
Todo es pasivamente aceptado. Conseguimos de esta manera una sociedad manipulable pero enferma, puede admitir cualquier directriz sin entenderla, sin compartirla, de forma pasiva.
En estas circunstancias vivimos terreno propicio para el capitalismo, para la tolerancia de la injusticia. Sociedad acostumbrada a la miseria material y espiritual, a la reacción individual, a la guerra de todos contra todos. Sociedad capaz de justificar, de consentir, cualquier crueldad, habituada a la infamia.
La sociedad se va despolitizando, sus miembros lo ven todo a través del cristal de su egoísmo, desconfiados del prójimo, aterrados con lo diferente, separados en clases y también en razas. El destino de una sociedad así es el caos, la barbarie.
Es urgente sanar a la sociedad, impedir que la enfermedad evolucione hacia el horror, la medicina es volver a la coherencia, devolver la pasión de tener un sentido, allí está el legado de Chávez para guiarnos.