El pesimismo de Enoc

Desde hace muchos años circula un libro de corte metafísico, algo profético titulado "El libro de Enoc", mi intención con este artículo no es trascender tal como la obra citada. El motivo del epígrafe es una reflexión sobre los acontecimientos que me estremecen, un día después del otro, sobre el futuro del planeta ante la indiferencia de mi prójimo. En un mundo sin porvenir cuesta ser optimista.

Los versados futurólogos, los que pretenden saber de todo, por lo general siempre encuentran una explicación a las gestas agradables o desagradables. Por ejemplo, las convulsiones que se suscitan en ciertos períodos históricos se las achacan al inicio del siglo y pareciera que hay numerosos ejemplos que constatan tal afirmación. Considero que los taumaturgos omiten que de este lado del planeta nos seguimos por el calendario gregoriano y en el resto de globo, en civilizaciones ajenas al mundo judeocristiano, nada tiene que ver con la fecha que constituye el preámbulo de nuestro almanaque. A manera de información, los judíos celebraron este año el 5777, los musulmanes el 1438, los persas el 1395, los mayas el 8601 y los budistas el 2557. Como vemos, que a pesar de que las efemérides de otras civilizaciones no coinciden con la nuestra, tales geografías no dejan de sentir las sacudidas que constantemente amenazan todas regiones del planeta. Como afirmaría A. Einstein: es la relatividad del tiempo.

Otros, los más poéticos, le atribuían las perturbaciones sociales, que algunos llaman dramas históricos, a los cambios de paradigmas de los seres humanos. Por ejemplo, al inicio del siglo XX ciertos notables le achacaron el conflicto a una falta de doctrinas, otros responsabilizaron a la carencia de fuerzas racionales para conducir el planeta, otros expresaron que el culpable de tales tumultos fue un sentimiento trágico dionisíaco y otros, al sentimiento trágico místico y paracristiano. Los más beatos, responsabilizaron los levantamientos y las guerras de principio de siglo a la carencia de espíritu y la necesidad, sea como sea, de inventarse un alma. Los más académicos referían que el siglo XX nacía bajo el quebrantamiento de crisis del racionalismo, después de pasar tres siglos maquinando sobre el humanismo intelectualista. Otros filósofos, obsesionados por el enciclopedismo, aseguraban que el hombre del nuevo siglo se sentía oprimido por una pesadilla metafísica de negación del espíritu y la materia. No faltó quien responsabilizara los pesares, el pesimismo de las personas, a la paradoja de la vida, el nacer para morir.

El problema de las calamidades no son los comienzos de siglo, ni tampoco a toda esa monserga poética. De Dionisio, muchos tendrán que consultar a mi tía Google y mucho menos tendrían conocimiento de esas galimatías filosóficas. La mayoría de las personas van a morirse y jamás en su vida conocerán de algo llamado racionalismo, el paracristianismo no le suena, de la metafísica pensarán que es un ingrediente para hacer torta y el humanismo intelectualista lo dejará estupefacto, buscando en la estratósfera su significado. La dificultad de lo que ocurrió, de lo que ocurre y ocurrirá estriba en la presencia de la gente en el planeta. Ellos (la gente) son los depredadores, los culpables de transformar un lugar apacible en el cual convivían en paz los animales, en una región donde, tanto los mamíferos, aves, peces, reptiles, además de las personas están en peligro de extinción.

Quisiera ser optimista, pero en un planeta sin futuro me obliga a ser un obcecado pesimista. Los problemas de la humanidad no son de relaciones y definiciones, de abstracciones y leyes, ni de una aventura divina y humana, nuestras dificultades son las de nosotros los mortales, las mismas desde hace siglos: hambre, sed, falta de escuelas, carencia de vivienda, insuficiencia de hospitales, es decir dificultades concretas. El mundo va hacia su destrucción por eso de la tendencia al desorden y los responsables del nefasto acontecimiento no hacen nada para evitarlo, mejor dicho promueven la hecatombe.

No hace falta ser un acucioso nigromante para predecir lo que ocurrirá en un futuro no muy lejano. En los debates entre los candidatos presidenciales de los EEUU nunca se mencionó la palabra paz. Los forcejeos orales estribaron solo en invectivas de tipo personal entre la dama guerrerista y el magnate sin experiencia política con avidez de acrecentar su capital. La malignidad y la hipocresía de las personas ya no me sorprenden, pareciera que para mi prójimo las propuestas de Trump son algo novedosas y crueles. No me parcializo con este troglodita de la política, pero parece ser que nadie recuerda el muro que en la actualidad separa parte de la frontera de México con EEUU se inició en 1994 durante el gobierno de Bill Clinton en la raya que desune a Tijuana de San Diego. Se aspira, tal como las dinastías chinas, que las siguientes administraciones, inclusive la de Obama big Laden, perdón Barack, la sigan erigiendo hasta culminar los 1123 km. El muro de la infamia.

No solo México tiene su muro de la deshonra, nadie menciona el que separa Corea del Norte del Sur; el que construyó Netanyahu en Cisjordania para humillar a los palestinos; el de Sahara Occidental; el de Irlanda que separa los católicos de los protestantes de Belfast; el muro de alambrada de 8,2 km construido por el gobierno español en Melilla; el muro de la vergüenza en Lima (Perú), el cual tiene 10 km de largo levantado para separar la zona de los ricos, Miraflores, de la zona más pobre, sin nombrar otras tapias que dividen al mundo. Sin embargo la gente está sorprendida por lo anunciado del Donald en su campaña electoral. Pura hipocresía.

También prometió el colorado Trump que repatriaría tres millones de mexicanos, en un ofrecimiento racista para complacer a sus acólitos del ku klux klan. "Nibil novum sub sole" (Nada nuevo bajo el sol). Nadie recuerda que la administración de Barack Osama (perdón por el error de imprenta) ha repatriado más de dos millones de personas de diferentes nacionalidades, entre estas los nacidos en México, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Guatemala, Panamá, República Dominicana, Nicaragua y de otras nacionalices. Y si de repatriaciones se trata es imposible no mirar el drama sufrido por los refugiados en Europa donde los gobiernos de diversas regiones no quieren acoger a los proscritos de las guerras continuas contra los países árabes. Tales conflagraciones fueron causadas por la ansias devoradora de las trasnacionales de Europa y EEUU para apoderarse de la fuentes de energía de los países árabes.

El problema de la convulsión que vive el planeta no es el comienzo del siglo XXI, ni toda esa monserga de los literatos, filósofos, futurólogos, poetas, científicos sociales, entre tantos sabedores. Tengo la certeza que políticos como Obama, Rajoy, Macri, Temer, Hilary, Trump, Angela Merkel, Theresa May, Almagro, Hollande, Pablo Kucynski, Horacio Cartes, Netanyahu, entre tanto bicho(a) son los responsables de la debacle política, social y financiera de la orbe. De seguro ellos desconocen lo que es el positivismo, el espiritualismo, el cristianismo, el racionalismo, el realismo mágico, el surrealismo, el naturalismo, el expresionismo, el dadaísmo, el existencialismo, el idealismo piadoso, el simbolismo, el expresionismo y tantas corrientes culturales que han apasionado a muchos. Si de escritores, dramaturgos y filósofos se trata, no me arriesgaré a nombrar diversos genios y eruditos de la literatura y filosofía, con la certeza que alguno de los referidos anteriormente no tienen idea (n.p.i) de la existencia de estos prohombres y promujeres. Nada de esto les interesa a los malnacidos que dirigen la política internacional de la cual depende la paz mundial. A estas alimañas lo único que les concierne son los negocios para acrecentar las riquezas de las sórdidas corporaciones, por esta razón cuando se celebran reuniones sobre tratados comerciales solo acuden los políticos y los más adinerados del planeta. Es improbable ver en estos cenáculos el rostro de un obrero, un ama de casa o un campesino, quienes en verdad son los que ponen en marcha la economía mundial.

Cuesta ser optimista, porque el mundo no ha cambiado nada desde que sobre el planeta emergió esa cosa llamada la racionalidad de la gente. Y en lo que respecta a Venezuela voy a tomar para mi una frase admonitoria de nuestro Libertador, después de librar la primera batalla de Carabobo (1814): "Preparémonos para mayores luchas, pongamos en actividad todos los recursos de nuestra mala o buena situación, partiendo del principio de que nada hay hecho cuando queda algo por hacer; y a nosotros nos queda mucho…" Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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