La dignidad, base fundamental del proceso revolucionario

Es un título provocador porque podemos acercarnos al concepto desde una visión cristiana, antropología cristiana, bien desde una base de pensamiento kantiano. Según la visión antropológico-cristiana sería: "…La dignidad de la persona humana es el valor intrínseco y absoluto que todo individuo posee…"; mientras que la visión kantiana se "…concibe la "dignidad" como un valor intrínseco de la persona moral, la cual no admite equivalentes. La dignidad no debe ser confundida con ninguna cosa, con ninguna mercancía, dado que no se trata de nada útil ni intercambiable o provechoso…". Todo merece meditación en objetividad.

Es probable que "suene como una y algo muy compleja exposición conceptual" pero cuando nos permitirnos caminar por esos caminos adoquinados de la praxis humana, es decir, la cotidianidad del "ser social" como "ser creado", nos confrontamos, obligatoriamente, tanto con el Poder como con las leyes sean éstas de contenidos cónsonos con los derechos humanos desde su propia realidad de vida como cuando nos confrontamos con la propia praxis cotidiana del poder constituido, bien en su praxis pro-positiva, en sus relaciones tanto con el "ser social" como con la "sociedad como un todo", bien cuando ese Poder se aleja por razones diversas de sus obligaciones conceptuales y programáticas en el ejercicio del poder si y solo si se confronta con la propia naturaleza del "ser social" como "ser creado".

Claro comprendemos a "los naturalistas", en última instancia, "lo natural del ser reflexivo", cuando éste expresa realidades que se conjugan con "…un valor intrínseco de lo personal moral…"; por tanto, tanto los derechos naturales del "ser social" como los naturales del "ser creado", tanto como su expresión como miembro de un conjunto social denominado "sociedad", deben ser no solo reconocidos sino también, obligantemente, respetados por "tirios y troyanos".

En nuestros caminares por ahí hemos tenido oportunidades de entrar en conocimiento de personas diversas en sus orígenes y pensares con ideologías contrapuestas y aspiraciones complejas. Esas experiencias personales nos han permitido la reflexión sobre el concepto precedente referido a la dignidad cual se ha expresado, en diferentes escenarios, según los paradigmas expuestos en esas concretas realidades. Ante estos escenarios se han involucrado lo que, comúnmente, denominamos como "los principios", cuales, en lógica, se han comportado según fuera en sus expresiones en lógica formal, bien en lógica dialéctica.

Por tanto, en este texto, obliga, necesariamente, precisar qué son y cómo definimos "los principios" con la finalidad de caminar hacia una comunicación con realidades concretas; esas definiciones nos pudieran permitir alcanzar una conclusión sobre sí una persona en concreto y no referida por su comportamiento público, evidentemente, es un comportamiento en dignidad ante sus coterráneos.

Los principios son "…reglas o normas que orientan la acción de un ser humano cabiendo las facultades espirituales, racionales y sexuales…". Cuando adicionamos el concepto referido a los principios humanos sobre la dignidad expuestos más arriba: "…La dignidad de la persona humana es el valor intrínseco y absoluto que todo individuo posee… como un valor intrínseco de la persona moral, la cual no admite equivalentes", nos encontramos una íntima relación entre la dignidad y los principios con lo cual cuando conjugamos en un "ser social", en lo referido a su comportamiento público frente al conglomerado denominado "sociedad", tendremos que lograr alcanzar un juicio de valor absoluto ante escenarios que contrasten con los contenidos conceptuales tanto los referidos a la dignidad como a los principios éticos y morales del "ser social" en juicio social.

Claramente en obviedad necesaria es bajarse del autobús de lo conceptual para exponer algunos ejemplos evidentes como propuestas de discusiones escogidos subjetivamente. El primer ejemplo que proponemos permitiéndonos la osadía de la escogencia se refiere al ejemplo en dignidad conjugada con principios morales y éticos del profesor Alberto Lovera, mártir ejemplar de la Revolución venezolana. José Vicente Rangel Vale, diputado, realizó una perfecta demostración del ejemplo que todo revolucionario debe tener y mantener en su dignidad y principios ante muy duras y difíciles circunstancias. Un ejemplo diferente sería el de don Luis Beltrán Prieto Figueroa quien sobre las bases de sus principios políticos originales se confrontó con dignidad a las desviaciones marxologicas de don Rómulo Betancourt. Pero ello no se circunscriben únicamente a los ejemplos políticos como podríamos señalar aquellos hombres y mujeres que tomaron las decisiones personales de confrontar al movimiento nazi-fascista en aquellos tiempos de Rosa Luxemburgo como en las circunstancias que confrontaron los maquis franceses como también podríamos señalar los crucificados por Nerón por sus principios religiosos manteniendo hasta sus últimos alientos sus dignidades que se transformaron en ejemplo influyente ante una sociedad subsumida en el terror.

En ese marco referente, como punto final, nos permitimos sugerir la lectura del ensayo de Imre Kertész titulado: "Un instante de silencio en el Paredón. El Holocausto como cultura" (Herder. Barcelona, 1999, pp. 143).



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Miguel Ángel Del Pozo


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