Vivimos una crisis de gobernabilidad que aún no se manifiesta como una erupción volcánica, sino más bien como pequeños y medianos estallidos cotidianos que anuncian una sociedad estremecida, desbordando los márgenes de la legalidad, instalando la ética del cazador y la presa.
El 27 de febrero, que alguna vez fue paradigma, se asoma al horizonte como suceso fatal para el gobierno socialdemócrata. En medio de esta situación innegable, reafirmada por el estado Bolívar, y también por Zulia, por Apure, por Sucre surgen inevitablemente movimientos claros de disputa del poder que hoy pierde razones para mantenerse.
El cura ugalde asoma el plan de gobierno de un grupo conspirador, lo bautizan Larrazabal II; la mud pide la renuncia del Presidente, militares retirados piden otro tanto; el General Cliver, chavista probado, escribe un juramento que suponemos agrupa solidaridad allá adentro. Ya estos testimonios son suficientes para entender que la democracia burguesa se está agotando; sus leyes, sus tiempos son incapaces de contener, de resolver, la crisis.
Pero si lo anterior fuese poco, el gobierno no pierde oportunidad de hablar de golpe, así certifica la disputa violenta por el poder. Un día nos dice que develó el golpe y el otro aparece de nuevo el monstruo vivito y coleando, todo huele a golpe, el golpe es un comodín.
El gobierno ha perdido credibilidad. Con el asunto de los billetes de cien se mostró errático. Y explicando, quemó la credibilidad de sus voceros, los forzó a justificar lo que se podría resolver reconociendo el error que todo el mundo ve. Más fácil es creer en la improvisación de la soberbia que en una rara conspiración de extraterrestres, gringos, porteros de la cancillería argentina, mafias bachaqueras, el chino aquel, pilotos de aviones misteriosos. Mala conducta acusar a cualquiera de cualquier cosa. Ahora hay pocos voceros creíbles, y eso es grave para un gobierno.
Las corrientes que disputan el poder tienen su plan, su proyecto, ugalde lo muestra con claridad. Los capitalistas internacionales ya han opinado, a la mesa de diálogo llevaron un proyecto. Ahora bien, los chavistas han sufrido duros golpes: Primero, el asesinato del Comandante; segundo, haber evitado encarar su muerte como un hecho político, como un hecho de la guerra contra el capitalismo; tercero, haber traicionado su legado, olvidado, falsificado el Plan de la Patria; Cuarto, la entrega en manos de los capitalistas. Todos estos golpes y más, dejan al Chavismo con profundas dificultades para construir un frente de resistencia a la catástrofe, que tenga contenido ideológico, teórico, que le confiera la fuerza para ser alternativa.
Esa es la tarea principal de hoy, dotar a los movimientos de resistencia chavista, de la base teórica, de la profundidad estratégica que les permita construir una propuesta alternativa. No es suficiente decir que el Arco Minero es malo, que entregar la Faja es delincuencial, que la corrupción avanza. Son necesarias propuestas estratégicas que separen al Chavismo de los derechistas de la mud, de la Asamblea, y de los derechistas del gobierno. Y es necesario que la separación sea profunda, vital, y que sea capaz de unir con lazos del corazón a las filas chavistas.
De allí que todo movimiento chavista auténtico que pretenda ser alternativa, resistencia al desastre, debe volver al punto donde se extravío todo: el asesinato del Comandante Chávez, considerarlo una agresión del capitalismo, parte de la guerra entre Socialismo y capitalismo, evento definitorio de los campos. De ese episodio bélico se desprende continuar la construcción del Socialismo como consecuencia con la lucha de Chávez. En esta guerra contra el capitalismo y por el Socialismo, el Comandante dejó un Testamento (aunque escandalice a los renegados) que es el ¡Plan de la Patria!, no en vano lo primero que hicieron los entreguistas fue falsificarlo. En ese Plan y su presentación en el CNE está la base teórica para la recomposición del Chavismo.
