"Siempre es más valioso tener el respeto
que la admiración de las personas."
Jean-Jacques Rousseau
En todo el llano infinito, todavía se consiguen llaneros, que enlazan una copla cargada de insolencias, para devolverla convertida en un hermoso ramo de flores; sin embargo el inevitable cambio de nuestros tiempos, va dejando huellas imborrables; los mismos hijos, nacidos en esas tierras fértiles, para el canto, la poesía y un verso improvisado y relancino, se esponjan, como el pavo real, ufanándose de sus títulos, sin enseñar una pizca de humildad, una de las grandes virtudes de insignes pensadores de nuestra historia patria, empezando por el gran maestro: Simón Rodríguez. Esa cualidad viene desapareciendo, como el día, cuando da paso a la noche. La carta de presentación, en estos momentos, no es la capacidad y respeto por nuestros semejantes, sino los pergaminos, faltando poco, para llevarlos en la frente, y de esa manera evitar hablar con las personas que consideran inferiores.
Los llaneros, llaman a esas personas: faramalleros, y mire, que hay muchos a lo largo y ancho de nuestra patria. En los años, que tengo en la actividad política, he visto muchos presumidos creyéndose unos letrados; algunos no se les pueden mirar, porque son "Suma cum laude", y a otros el dinero los envalentona. Mantengo muy claro en la memoria, el caso de una persona, a quien una tarde lo conseguí, libando licor con tres damas, no pasaba de 30 años; cuando le ofrecí el semanario del Partido Comunista, le escuche una frase, con voz fuerte, dándosela de gracioso, nunca la olvido: ¡No te da pena, tan viejo, vendiendo periódicos! mi respuesta fue el silencio; a los pocos días, vi una información en un diario regional; había sido detenido con las manos en los frutos del delito: varios sacos de café. Vanidosos y engreídos, como estos, los encontramos, cada día a la vera del camino.
Las mujeres, y hombres, preocupados por un mundo mejor, nacen para ayudar a darle sentido a la vida; por algo Gustavo Adolfo Bécquer, cuando una joven le preguntó con cierta curiosidad: ¿Qué era poesía?, le respondió con la sutileza de un constructor de ideas: "¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila, tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía… eres tú". Así, se expresan los bardos; capaces de atrapar en la oscuridad una diminuta mariposa, para divisar sus colores, para después matizar con las palabras, todo el encanto de su tranquilo movimiento alrededor de las plantas, adornando con su hermosa presencia, toda la creación de la majestuosa naturaleza.
Por todos los caminos, llenos de muchos contratiempos, nos encontramos verdaderos artistas de la palabra, con el talento suficiente para dejar plasmado en cualquier papel, un verso, un poema, una canción, dándole aroma a las vivencias, sin ningún odio, ni rencor; sencillamente, aprenden apartar las amarguras, como aprenden los improvisadores a responder en los contrapunteos. Por algo, el Papa Francisco, se refirió a los que tienen "corazones narcisistas"; pongo como ejemplo a una profesional, quien siempre trataba despectivamente a la muchacha, que la ayuda en los quehaceres del hogar, solamente se le escuchaba ¡Mi cachifa!, pero cuando se refería al trato de la muchacha hacia ella, repetía sin darse cuenta: ¡Doctora! Mayor desprecio al ser humano ¡imposible!, simplemente por estar en otro nivel, como ha venido ocurriendo en los últimos años en nuestro país; los desplazados se consideran infinitamente superiores a los eternamente pisoteados.
El tiempo de los "dioses" definitivamente terminó; tenemos que identificarnos con un pensamiento de Ludwig Van Beethoven, cuando de una manera muy sabía y consciente expresó: "El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad", lamentablemente viene desapareciendo, como desaparece la convivencia humana, porque hasta los literatos y poetas, sufren de arrogancia, creyéndose amos y dueños de la verdad; sin embargo la escuela de la vida, nos enseña a cargar el antídoto, para enfrentar a cualquier presumido e "inteligente". No, es, nada nuevo el desprecio a nuestros semejantes; la historia patria, está llena de anécdotas, para reflexionar. El mismo Simón Bolívar, enfrentó un hecho vergonzoso en la ciudad de Lima, cuando en un baile en su honor, las creídas damas de la aristocracia, se negaban en bailar con José Laurencio Silva, por el color de su piel –– café con leche –– el libertador, paró la orquesta, y en voz alta expreso: "General José Laurencio Silva, héroe de mil batallas y Salvador de la patria, permítame el altísimo honor de bailar con usted" terminaron bailando, dándole una lección a las damas limeñas.