Los gobiernos no solo se estabilizan limitándose a repartir dinero hasta empalagar los bolsillos. La historia enseña que los gobernantes se consolidan cuando con sapiencia demuestran que son dignos y merecedores de la confianza de los pueblos. Por ello, sin buscar a Dios por las ramas, entendemos que gobernar es también entender el clamor de la gente, reconociendo a la vez que además existen otras verdades que deben respetarse. Igualmente, gobernar es ejercer el poder con ponderación, respetando las reglas del juego democrático, y, sobretodo, aceptando que las sociedades no son como el monorriel que mecánicamente va y viene en la misma dirección.
La dantesca crisis que hoy padece Venezuela, se refleja en el campo de la opinión pública, las organizaciones políticas y en el seno de las FANB. Se equivocan quienes creen que nuestras dificultades se resuelven a realazo limpio, pues más que un drama material, también tiene una carga ético y moral. Y porque la procesión va por dentro, advertimos que aquí podría pasar algo muy terrible que nadie desearía para el país. De modo que no aconsejamos hacerse muchas ilusiones con ese cacareado aumento salarial decretado por el gobierno, pues una vez que se confronte el ingreso con el espiral inflacionario, la especulación y el acaparamiento, ese anunciado aumento salarial se volverá sal y agua.
Porque ya se ha hecho lugar común la repetición de errores en la agenda económica, debemos suponer que en el alto gobierno no falta quien este creyendo que los pueblos piensan por el estómago, con lo que pareciera ignorar intencionalmente que no solo de pan vive el hombre. A todas estas queda en el aire la siguiente interrogante: ¿Y será que piensan que con su Comando Anti-golpe, nos van a poner una camisa de fuerza para que esta vez nos crucemos de brazo? Ojo: Tengo intervenido mi teléfono.