El Comandante se fue y volvió el gris, la monserga en el discurso, la estulticia del funcionario vanidoso que ignora lo que cabe en un grano de maíz, la adoración agazapada al amo imperial, la mentira. Se extinguió la luz que alumbraba el sendero. Regresó el rebaño, la penuria de los esclavos, la sumisión de los pobres de la tierra.
Los traidores, los judas, brotaron en el poder, el engaño triunfó sobre la lealtad. Las serpientes se disfrazaron de cordero y el día 5 en la tarde emergieron los judas, no de las catacumbas, sino de los cubiles y madrigueras, de las cloacas.
Toda traición triunfante produce una lealtad obstinada. La luz no se apaga, se atrinchera en el corazón de los menos que esperan para acobijar al otro que vendrá. Cuando todo parece perdido, cuando los más danzan tras la nostalgia del becerro de oro, los menos cuidan el recuerdo, lloran los errores, tallan en piedras dolorosas las enseñanzas del derrumbe.
Un día, un hombre tocó el corazón del rebaño, lo convirtió en ejército guerrero. Entonces llegaron los últimos heraldos con sus alas de muerte a revolotear el milagro, excretaron teorías embriagantes: no se organicen, no transformen nada, repartan las joyas, beban los néctares, no piensen, no estudien, todo lo saben, y cuidado con amar, cada uno para sí y el todo no existe.
El hombre que tocó el corazón, predicó contra el engaño, lo derrotó, lo arrinconó, y ese triunfo fue sentencia de su muerte. El Mesías debe ser cuidado, protegido. Cuando aparece todas las fuerzas de las tinieblas se conjuran contra él y no hay piedad.
Después de la partida del hombre que tocó el corazón de los humildes, continúa la batalla entre los dueños de esclavos y los liberadores del rebaño, es la misma desde hace milenios, cambia pero no cesa. Bolívar la vivió, Zamora la continuó, Fabricio se inmoló en ella, Chávez estremeció a los enemigos del futuro. Siempre con cada paso la luz avanza porque aprende, sólo el estudio del fracaso preparará los triunfos.
Ahora sabemos que toda derrota de los intentos luminosos es precedida por un triunfo de los heraldos embriagantes con bebedizos de confusión, que con halagos cubren el estancamiento, bajan los párpados inocentes y crucifican la esperanza.
Los heraldos con atractivas alas de muerte avanzan en su meta de entregar el rebaño a sus dueños milenarios, se enfrentan a los liberadores que hoy regresan a llorar en San Pedro Alejandrino, entre tanto preparan otro Granma en las costas del Samán de Güere.
Mientras existan humanos habrá esperanza, lucha entre el esclavo y su dueño, vendrán Mesías y ocurrirán crucifixiones, pero siempre volarán las mariposas amarillas, y los niños soñarán con ángeles y hadas, habrá esperanza y esperanzados.
Vivimos época de definiciones, o somos partidarios de los dueños del rebaño, seguimos en el bando de los romanos, los gringos, el imperio español; o somos militantes de Espartaco, Bolívar, Fidel, fieles a Chávez; o danzamos alrededor del sarcasmo, o avanzando hacia el sueño seremos mejores humanos.