Ante el Tribunal Supremo de Justicia, por encontrarse la Asamblea Nacional en situación de desacato, el Presidente Maduro volvió a responsabilizar a la fulana guerra económica, todos los males que hacen insoportable esta crisis terminal que nos lleva a monte al borde de la locura colectiva. Haciendo uso de ese malabarismo verbal que caracteriza a esos gobernante cuando las cosas le salen mal y se ven con el agua al cuello, esta vez intento renovar la esperanza con el ofrecimiento de una llamada "Agenda Carabobo 2017-2018", suerte de mutación del utópico "Plan de la Patria", que en praxis ha resultado una sarta de complicaciones algebraicas que corresponden más bien al mundo de lo agnóstico.
En ninguna parte del tedioso discurso, extenso como la historia del tabaco, el mandatario hablo de elecciones de gobernadores y alcaldes, pero si insistió hasta la saciedad en repetir su hipócrita llamado al dialogo, que no es otra cosa que una de sus trampas caza bobo para distraer y confundir la atención de los gobernados. ¿Acaso es incierto que una mentira repetida mil veces termine siendo una verdad, tal como afirmaba el ideólogo de la propaganda de la Alemania secuestrada por Adolfo Hitler?
Si en verdad Maduro fuese un pueblo hecho Presidente, y quiera jugarnos limpios para salvar su reputación de hombre público: ¿Por qué no convoca a elecciones generales ya, y de una buena vez nos renueva las esperanzas de cambio? ¿Sera que le aterra saber que en cualquier consulta al soberano, hasta el perico de la casa saldría a votar en contra de este pésimo gobierno que no tiene parangón en nuestra historia republicana? ¡Cosas veredes, Don Sancho!
