Una constituyente del PSUV para volver a Chávez

Nadie con un mínimo de sensatez puede desconocer que el país vive una crisis generalizada, sistémica, la turbulencia toca todos los niveles de la sociedad, desde lo individual, familiar hasta la organización económica, y por supuesto la política. Veamos.

El Partido que fundó Chávez, al que llamó a todas las organizaciones con el objetivo de guiarnos, custodiar la marcha al Socialismo padece esta crisis en elevado grado. Es urgente que los revolucionarios, los militantes, reflexionen la situación del Partido.

Cuando la alta cúpula del Chavismo da un drástico golpe de timón hacia el capitalismo, junto a ese viraje estratégico sufre un proceso de dispersión; unos se apartan, otros son defenestrados, otros se alejan, los menos van al gobierno, aquellos se atrincheran en sus pequeños poderes.

El abandono del camino al Socialismo junto con la desaparición de Chávez produjo la pérdida del cemento que mantenía coherente, unido, al Chavismo. Se evidenció la tesis de la relación estrecha de la ideología y la organización, de la teoría y la práctica. Es así, una ideología, ahora, socialdemócrata, sólo podía producir una práctica socialdemócrata y una organización que correspondía con la nueva situación.

El PSUV entró de esta manera en un proceso de transición de un partido revolucionario, hijo del MBR200 y de lo mejor de la tradición revolucionaria, a un partido acorde con la socialdemocracia, con la entrega al capitalismo. El clientelismo prosperó, los pequeños intereses parciales y los grupitos de poder, las zancadillas regresaron como métodos políticos, las razones sagradas para militar, los objetivos altruistas estratégicos fueron trocados por el forcejeo clientelar, por las metas personales.

El PSUV deja de ser un territorio de formación del hombre nuevo, una vitrina de la sociedad del futuro que queremos construir, un instrumento de defensa del Socialismo, de construcción de la nueva sociedad para convertirse en un mero instrumento electoral, una caricatura de aquella poderosa organización que agrupaba a siete millones de corazones, para, ahora, reunir a clientes, a obligados, a descorazonados, al silencio y la disciplina inconsciente.

A la socialdemocracia no le conviene un PSUV como el que nos dejó Chávez, en evolución hacia formas superiores de ética y moral. Por eso lo bombardea, le resta atribuciones, lo licúa, lo cambia por un carnet o un comité de distribución de alimentos. Cada vez el Partido participa menos, cada vez opina menos, y cuando lo hace es para corear lo que otros disponen, nunca usa la crítica, siempre aplaude. De esta manera, poco ayuda a la causa de Chávez, es una inutilidad, un adorno.

La castración del Partido priva a la Revolución, al Chavismo, de su instrumento de lucha, deja el camino abierto para la derrota y la instauración del capitalismo, del reformismo, que ya se instaló en el alma de los gobernantes. Sin Partido no se puede hacer resistencia a la entrega de la Revolución, sin Partido cualquier lucha es débil, inocua. Podemos afirmar que la recuperación de la Revolución, del camino al Socialismo, tiene como condición previa la recuperación del Partido y de la ideología chavista plasmada en el Plan de la Patria, el original, el auténtico. Esa es la tarea de los revolucionarios dentro del Partido.

La dirección debe convocar a una Constituyente, a un congreso extraordinario, donde se discutan descarnadamente los últimos cuatro años de gobierno, los giros que se han dado, las tesis que han dirigido estos giros. La Constituyente debe comenzar desde la base discutiendo el Plan de la Patria, confrontándolo con las tesis de los ministros que proponen capitalismo.



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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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