"Una mujer hermosa agrada a los ojos;
una mujer buena agrada al corazón;
la primera es un "dije";
la segunda es un tesoro".
Severo Ochoa
El martes en la tarde, bajo un sol ardiente, con algunas nubes muy tímidas, que por momentos apaciguaban el intenso calor, llevamos a sembrar una mujer, hecha para el combate sin ninguna muestra de claudicación, firme hasta el día de su muerte: Tatiana Delgado, la primera alcaldesa "rojita", electa por el voto popular en Venezuela (1989) en el municipio Páez (Acarigua) en medio de dos grandes partidos ––AD y COPEY–– el cual parecían invencibles, en cualquiera elección, manejaban el país a su antojo, hasta la llegada del Comandante Chávez.
Tatiana, nace en un hogar, donde todos sus integrantes han dado muestras de firmeza, defendiendo los más sagrados intereses del pueblo; nunca retrocedió en el camino de la liberación; en su lecho de enferma, siempre puso en práctica la solidaridad; nunca dejo de cumplir como hija, madre, esposa, hermana, amiga y para realzar sus inmensas cualidades, tenía la bondad necesaria, y una humildad a toda prueba, herencia de su progenitora: Lourdes, toda ternura, a quien su hijo "Chimiro" Delgado, homenajeo con una hermosa canción: "señora bondad". Su padre, Adolfo, recio de carácter, como su espigado tamaño, no tuvo la disciplina partidista, pero nunca dejo de pensar, como un comunista.
De esa trinchera de lucha, emerge Tatiana Delgado, para convertirse en una militante comunista, sin abandonar sus actividades académicas en algunos liceos del estado Portuguesa––profesora, graduada en el pedagógico de Barquisimeto–– donde pasó toda su vida, para formar un hogar, procreando cuatro hijos, tres varones y una hembra, quienes tuvieron la valentía, y firmeza de hacer un esbozo de su vida, frente al féretro en el preciso momento, cuando un número importante de revolucionarios, familiares y amigos, la despedían en el cementerio, donde están guardados los restos de sus padres, y un hermano; esas intervenciones de sus descendientes, me hicieron recordar un pensamiento del laureado escritor Guatemalteco Miguel Ángel Asturias ––premio Novel de literatura en 1967, y premio Lenin de la Paz–– cuando expresó: "Madre, te bendigo porque supiste hacer de tu hijo un hombre real y enteramente humano."
No es fácil, ver y escuchar a unos hijos, despedir a su madre, en medio del dolor, pero ese temple de acero, demostrado por su progenitora en medios de las grandes dificultades de una sociedad capitalista, es, el incentivo para llenarse de valor, y la fuerza necesaria para reconocerle sus méritos, en momentos, cuando muchos han claudicado, y otros echan en el cesto de la basura, algo tan valioso para cualquier ser humano: la moral.
Todas las mujeres, y hombres, que desfilaron en su velatorio, y la acompañaron hasta su última morada, demostraron el inmenso amor, y respeto a una mujer, que se marcha de este mundo terrenal, dejando un vivo ejemplo para las generaciones futuras. Todas las lágrimas vertidas por su muerte, se convertirán en una fresca llovizna, para regar la conciencia de un pueblo, que la vio luchar sin ninguna mezquindad. Con toda razón, el gran cantor Ali Primera, dejó una hermosa canción, convertida casi en un himno para los revolucionarios: "Los que mueren por la vida/ no pueden llamarse muertos/ y a partir de este momento/ es prohibido llorarlos" Estamos totalmente de acuerdo: de ahora en adelante, no vamos a llorar a Tatiana; vamos a seguir su ejemplo, abonando cada rincón de nuestra tierra, para que más temprano, que tarde, aparezcan muchas mujeres, como ella, levantando las banderas de la liberación para construir un mundo mejor, por el que siempre luchó. ¡Hasta la victoria siempre, querida Camarada!