"Por la plata baila el perro", y hasta las cotufas en la paila humeante. El capitalismo lo ha prostituido todo, en función de la búsqueda desesperada del dinero, que luego es consumido en el comercio de las necesidades, y la vanidad, en medio de la especulación bursátil que le mete comején a nuestros ahorros, y nos deja siempre con los bolsillos limpios, y la barriga vacía.
No hay tiempo para perder tiempo, en la resignación de seguir soportando el látigo de la explotación capitalista. Todo es susceptible de ser convertido en un negocio que revalide la ilusión de "la oportunidad que todos tenemos de llegar a ser ricos, si trabajamos duro"; si nos rompemos el cuero, para llegar a ser el mejor esclavo.
La educación capitalista también es un negocio, el más asqueroso de los negocios. Una de las razones, inducidas a los niños, que a través del estudio, podemos "ser alguien en la vida", o sea en el capitalismo; es decir, que en el capitalismo nosotros somos nadie, y con el estudio pudiéramos llegar ser mejores esclavos.
El capitalismo pervierte la fundamentalidad de la educación, en sus fines esenciales de aprendizaje y conocimiento de los valores esenciales de nuestra condición humana, social, y por ende histórica. La educación capitalista, es decir, la que tenemos en Venezuela, está en función de la querencia, y del embelesamiento de los más repugnantes valores del capitalismo.
La instrucción de una prospectiva científica, en función de lograr competencias de dominio en el área específica de una carrera o programa de formación universitaria, está determinada por las necesidades del mercado. Se apela a un recurso memorístico de principios básicos, que encapsula la dinámica de las ciencias, en su permanente transformación, y cambio.
La ciencia es conocimiento para producir nuevos conocimientos que se traducen en productos o artefactos científicos, que modifican la realidad espacio temporal de la materia en movimiento, en una circunstancia dada. El capitalismo ha convertido la interpretación de la ciencia en un remedo facilón, que obnubila al proletariado esclavizado para no percibir que el capitalismo es una historia privada que se apropia de los resultados, y del producto del trabajo; y que por tanto, el capitalismo es el conocimiento de la injusticia, la desigualdad, la esclavitud, el despojo, el genocidio de todas las expresiones de la vida.
Al capitalismo no le interesa el conocimiento, se queda con el conocimiento mínimo que hace funcionar la industria, el comercio, las empresas de incomunicación, y la vida social de la esclavitud, que estimula permanentemente la ceguedad del consumo irracional, y necio; esto, hasta el neoliberalismo. En su nuevo modelo ultraliberal, el capitalismo promueve el desconocimiento de sus propias reglas del mercado; implosiona los últimos vestigios de un fementido Estado de bienestar, y mata de hambre, a la mayoría de la clase obrera, esclavizada por la explotación, y la desmoviliza, la embrutece, y la acobarda por medio de las urgencias de la miseria, que obliga a sólo buscar comida, en el tiempo libre que nos queda.
Pudiera ser que el capitalismo, en este globo de ensayo ultraliberal, insostenible para sus rigores de explotación, que lo amenazan de muerte, nos tenga preparado otro Keynes, para salvarse nuevamente, a lo mejor, ya no tenga tiempo para eso.
Esta genocida arremetida del ultraliberalismo, el novísimo modelo del modo de producción capitalista, pudiera impulsar el inicio de verdaderas revoluciones en América Latina, y el mundo para liquidar definitivamente esta historia privada, y avanzar definitivamente en la edificación de la transición socialista