Escribía el Che Guevara en carta a Armando Hart que el imperio tiene fino olfato para detectar a sus verdaderos enemigos, y podemos añadir nosotros, muchas veces esos enemigos del imperio no toman conciencia de su altura, de su misión histórica y se pierden en las redes del engaño, de la distracción.
Unos de estos casos (hay más) es el del Ministro Rafael Ramírez. Viene a cuento ahora, cuando se cumple un aniversario de la épica del sabotaje petrolero en la que Ramírez destacó como el Sucre de aquel Bolívar. Se habló de la epopeya y se ignoró a los héroes, a los obreros firmes, a los Gerentes consecuentes, a los que no tomaron oportunas vacaciones. Es que los usurpadores le temen a la verdad.
Se apuntan las flechas de la infamia contra Ramírez. Los capitalistas de la oposición lo persiguen con falsas acusaciones; los capitalista del gobierno, los usurpadores, acusan entre dientes, insinuantes, oblicuos, se alejan… es que los oportunistas siempre son cobardes.
Acusan a Ramírez los bandos capitalistas porque olfatean en él un Revolucionario auténtico. No les basta que esté retirado, el líder revolucionario debe ser aniquilado. A Mella lo buscaron hasta México, a Fabricio lo asesinaron, al Che no le dieron tregua, Trotsky es muestra de la saña de la barbarie. Es así, el capitalismo huele a sus verdaderos enemigos y los desaparece, no importa dónde estén, sabe que siempre son peligrosos; como Máximo Gómez, que dedicado a su conuco, voló en alas de Martí a liberar a Cuba. Por eso intentaron asesinar a Bolívar derrotado en Jamaica.
Le cobran a Ramírez, unos el triunfo sobre el sabotaje petrolero, a otros les pesa la firmeza que tuvo en esa gesta que contrasta con la debilidad de ellos. No se olvidan que Ramírez acompañó a Chávez en su marcha al Socialismo, fue uno de sus oficiales de campo más destacados: socializó lo que debía de ser socializado, sometió a las trasnacionales, recuperó soberanía petrolera, ayudó a los países hermanos, hizo de PDVSA una empresa con corazón de pueblo humilde. Pero sobre todo, no le perdonan ser lo que es, su historia y, como diría Chávez, le temen más por lo que puede hacer.
Como dijimos al principio, hay líderes revolucionarios, peligros para el imperio, que no saben que lo son, con una rara humildad se dedican a lo subalterno y no asumen su papel histórico. Ramírez parece ser uno de estos.
Pero la historia es tenaz y a veces las circunstancias empujan a estos hombres a la escalada de las cumbres más altas, en ellos se cumple lo que decía Trotsky y repetía Chávez, el látigo de la contrarrevolución los impulsa.
Tanto ataque taimado, tanta injusticia puede, ojalá, traer de vuelta a un líder de estos que ahora permanece quieto. Y en ese gesto regresará la esperanza para la Patria de Chávez, nos indicará que no todo está perdido, que no sucumbiremos en la miasma capitalista, en manos de oportunistas y mediocres.