Podemos afirmar que la calidad de una Revolución se mide por la calidad de sus discusiones. Esta Revolución Chavista llegó a su cumbre teórica con el Plan de la Patria, allí junto a la presentación en el CNE está expresado el pensamiento del Comandante. Pero ¿cuál es el nivel de la discusión hoy, cuál es el contenido de los discursos? Veamos.
Luego de la desaparición del Comandante el rumbo ascendente de la teoría revolucionaria se interrumpió abriendo paso a la mediocridad, al discurso fácil; la quincalla de frases vacías, prefabricadas, sustituyó a los argumentos, a las explicaciones; la perorata sin sentido, onanista, con buen sonido y poco contenido, reemplazó a la elaboración teórica; la justificación barata, muchas veces incoherente, venció a la búsqueda de la verdad, al análisis. La teoría revolucionaria quedó lapidada en una avalancha de siglas, planes sobre planes que no se cumplen, consignas que se marchitan para ser sustituidas por otras con el mismo destino, el basurero.
La degeneración del discurso es reflejo de, indica, la pérdida de objetivos estratégicos de alto vuelo, el triunfo del pragmatismo, de la improvisación. ¿Cómo se explica este cambio? La actitud marginal capturó las acciones del gobierno, honra al ataque personal, hasta allí llega, no va más allá de la esquina del barrio, del ataque de vecinos, del chisme de comadres; la política grande fue sustituida por la inmediatez, no se trasciende al individuo, la visión social escasea. Ahora la discusión no es un enfrentamiento de ideas, de razonamientos, sino un bombardeo de acusaciones personales.
Esta situación lamentable la ilustra el enfrentamiento entre Diosdado Cabello y Nicmer Evans. Veamos.
Nicmer Evans, miembro de la dirección de Marea Socialista, difunde una serie de conceptos propios de su organización; Diosdado rebate acusándolo de ser agente de la cia. Nosotros tenemos profundas divergencias con Marea y con Evans, pero vemos en la acusación un camino peligroso: la imputación de agente enemigo se ha esgrimido dentro de la Revolución mundial de manera nefasta, este recurso ha hecho mucho daño, abunda más el falso positivo que los verdaderos agentes detectados. No queremos entrar en las entretelas de la acusación, que si es falsa, que si está bien fundada, recordemos sólo que al mismo Comandante Chávez alguna vez se le acusó de ser agente extranjero, y no por hablar o por ir a los yunais, sino por un pretendido ataque a un puesto militar en complicidad con la guerrilla colombiana. Lo que es cierto es que los argumentos, las acusaciones de la gente de Marea merecen una refutación mejor que ese recurso manido.
A la Revolución le haría mucho bien refutar a la gente de Marea con argumentos, que hay muchos; por ejemplo, decirles que se mantienen en el juego de la restitución del pacto socialdemócrata, que se proponen como una tercera opción dentro del pacto burgués, una especie de antiguo MAS o de Causa R, que lo más lejos que llegan es a denunciar la corrupción, a defender el ambiente, sin ir a las causas originarias, al capitalismo, sin abogar por el Socialismo. De esta manera, refutando con argumentos, se enriquece el arsenal teórico de la Revolución; en el cruce de fuego de los argumentos se fortalece la ideología, nos daremos cuenta de las debilidades, de los errores que originan el deterioro ideológico, el extravío en el discurso. Claro que esto sólo sería posible si el gobierno fuese socialista, y no ahora que es un enfrentamiento entre variantes del capitalismo.
Por último, y para que conste, la carta de Evans a Diosdado se inscribe en la misma pobreza de la discusión de estos días. Es importante que la gente de Marea revise las invitaciones que acepta, la canalla no invita por invitar, siempre hay algo detrás.
En definitiva, no proponemos unidad hipócrita, sino discusión dura, profunda, de altura, y sobre todo abierta, libre, sin peligro de guillotina para la discrepancia.