Incómoda inquietud cuando consideramos que tenemos a "la zanahoria agarrada por las hojas" pero, como siempre, saltan preguntas sobre escenarios reales frente a los cuales nos tropezamos cotidianamente sin las luces de la obra teatral. Hay que reconocerlo que estamos en realidades profundamente difíciles producto y consecuencia de las decisiones contenidas en la Constitución bajo la cual nos regimos todos, "tirios y troyanos", sin excusas ni evasiones. Esas realidades que nos tropiezan diariamente, las colas, las inseguridades, la inflación, las respuestas de los funcionarios públicos, la basura en las calles de Libertador aún y cuando un muy alto porcentaje de la factura eléctrica va al Consejo Nacional-urbano que controla la basura de Caracas, cuando nos tropezamos con la escasez y las desesperanzas de las clases medias y cuando las clases que fueran olvidadas durante la 4ta. República asumen sus realidades con fortaleza y costumbre sico-social. Todo ello nos lleva a adicionar la pregunta al título propuesto sobre sí estamos en el proceso revolucionario aspirado desde antaño.
En ese orden dialéctico-histórico es evidente y necesario regresar a la biblioteca para confrontarnos con realidades revolucionarias que han transcurrido y traspasado por momentos de revolución permanente y nacionalista sobre paradigmas de corte de transformación, en nuestro caso concreto, del carácter y definición del Estado rentista venezolano hacia un Estado que se defina en lo económico pero sustentado con un marco de ideas filosóficas que permitan trasladar los beneficios reales de la economía nacional-productiva a las obvias necesidades básicas con precios lógicos según las normas que definen una economía en tránsito cual le permita al Estado venezolano poder controlar las consecuencias tanto lógicas por su perfectibilidad del proceso de "cambios profundos" como los impactos en las siquis de los sectores que se oponen en sus diferentes aspectos a esos "cambios profundos" en curso. Es decir, según así lo consideramos, son tiempos de decisiones radicales y de avanzada.
En ese orden, regresando al pasado ruso en su proceso revolucionario, nos encontramos con esta aseveración de la autora a referirnos: "…en la última semana de febrero, la escasez de pan, las huelgas, paros y, finalmente, una manifestación en honor del Día Internacional de la Mujer realizada por obreras del distrito de Vyborg llevaron a la calle de Petrogrado una multitud que no pudo ser disuelta por las autoridades…" (Sheila Fitzpatrick. "La Revolución Rusa". Siglo XXI Editores. Bs.As. 2005, pág. 62).
Es evidente que el proceso previo a la renuncia del zar Nicolás, a las realidades de los campos de guerra en el frente occidental ruso producto de esa realidad que se la ha denominado como la "Gran Guerra" de reciente factura aniversaria por centenaria, ante las realidades sico-sociales de obreros y campesinos convertidos en soldados derrotados en "vuelta a la Patria", de las realidades objetivas de los profundos tiempos de cambios, de ideologías encontradas en confrontación entre liberales, socialistas, marxistas radicales y no tan radicales, de nacionalistas y militaristas frustrados, de una oligarquía sico-feudal que entraba, profundamente, en sus propias crisis identitarias, en las realidades del "nuevo mundo" capitalista cuyos aires provenían desde el "otro lado del Atlántico", se sucede en Rusia lo inesperado, lo inverosímil, lo no expectante ni deseado, cual sería que las realidades concernientes a las "testas coronadas y aburguesadas europeas austro-hungaras y otras" se encuentraron a si mismas en sus decadencias y soberbias por concepto del Poder.
En ese marco referente, sí se nos permite, las realidades aquellas de aquel prolijo año de 1917, es decir, desde hace una centena de años en lógico, curioso y destinatario aniversario, en Rusia se suceden no solo lo inevitable sino imparable en una serie de "hechos históricos" que llevan a un grupo aguerrido y disciplinadamente organizado denominados "Bolcheviques" a entrar de lleno en aquel proceso de cambios profundos en la Política rusa para, sencillamente, aprovechar la "circunstancia histórico-cotidiana" para acelerar el proceso revolucionario del liberal-capitalista hacia un modelo de gobierno popular y populoso de pueblo convencido en la "idea que pululaba en los aires políticos de Moscú" y, prácticamente, obligar al sector más radical del bolchevismo a asumir sus responsabilidades revolucionarias en el marco del qué hacer para desplazar "el manguareo" liberal-revolucionario que se instalara en aquel febrero de 1917.
Nos describe Fitzpatrick en el texto propuesto que "…los bolcheviques se negaron a transigir y denunciaron la política de coalición y compromiso…entre los partidos marxistas, solo los bolcheviques habían superado los escrúpulos marxistas, interpretando el ánimo de la multitud y declarando su disposición a adueñarse del poder en nombre de la revolución proletaria…" (Idem, pág. 60). Frente a esta realidad histórica, nos continua precisando la autora, que "…los mencheviques y otros marxistas no bolcheviques se sintieron igualmente ultrajados: el momento aún no estaba maduro para una revolución socialista proletaria y era inexcusable que un partido marxista rompiera las reglas y se adueñase del poder…" (Ibidem, pág. 58). Ante realidades objetivas nos comunica que "...para los emigrados, la revolución bolchevique no fue tanto una tragedia en el sentido griego como un desastre inesperado, inmerecido y esencialmente injusto…" (Idem, pág. 59); mientras que para lo occidental en poder "…en la clásica interpretación occidental de la victoria bolchevique y la subsiguiente evolución del poder soviético, el deus ex machina era el arma secreta bolchevique: organización y disciplina partidaria…" (Idem).
En ese orden de ideas, Curzio Malaparte en su bien conocido texto: "Técnica del Golpe de Estado" (Ediciones Comuna Socialista. Bogotá, 1975, pp. 189), nos comunica una verdad en permanente discusión: "…sí el estratega de la revolución bolchevique es Lenin, el táctico del golpe de Estado de octubre de 1917 es Trotsky…" (Idem, pág. 9). Mientras que F.A. Hayek nos precisa, en esa lógica liberal, que "…no es ninguna casualidad que el grupo mayor y más influyente de los historiadores económicos en los sesenta años anteriores a la Primera Guerra Mundial, la Escuela Histórica Alemana, también se llamase así mismo, con orgullo, socialistas de cátedra, o que sus herederos espirituales, los "institucionalistas" americanos, fueran predominantemente socialistas en sus tendencias…" (Hayek, Ashton, Hacker de Jouvenel, Hartwell, Hutt. "El Capitalismo y los Historiadores". Unión Editorial. Madrid, 1997, pág. 31).
Entonces nos atrevemos a preguntarnos sí el proceso de la revolución podría ser y comportarse como una combinación de la táctica y la economía en el marco de los cambios profundos revolucionarios y estatales. Es decir, en un hipotético escenario de crisis muy seria y profunda en la economía nacional no podría significar, tácticamente, que serían los tiempos que han alcanzado realidades diferentes al "efecto [mito de] Sísifo" como diría Augusto Mijares.
En fin hay mucha tela que cortar en nuestras propias realidades revolucionarias aunque los pueblos se cansan.