El miedo, y su sombra

Siembra

El miedo en principio es una intimidación por vía de la violencia extrema, o de una sutileza psicológica invasiva, de tan sigilosa, que muchas veces, o casi siempre se hace imperceptible para la víctima, y después para las víctimas de cualquier víctima, que ha llegado, o está muy cerca del poder para sadiquear, criminalizar, genocidiar al mundo entero, sí es preciso.

La siembra del miedo comienza en el momento menos esperado; nace como nace el amor, sin haber sido convidado: desde una emisora de impregnación urbana, asociada a la CBS, Orson Welles comienza la pesadilla: «Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia de último minuto procedente de la agencia Intercontinental Radio. El profesor Farrel del Observatorio de Mount Jennings de Chicago reporta que se ha observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez... Continuaremos informando». Las creaturas alienígenas habían llegado a una ciudad de la tierra llamada Nueva Jersey; el pánico también llegó a Nueva York, y se apoderó de decenas de miles de oyentes de la emisora, y los teléfonos comenzaron a echar humo, repitiendo miles de mensajes que reportaban la experiencia de una nueva persona que había visto a un marciano.

Diversos experimentos secretos de los aparatos de inteligencia del imperialismo, habían buscado afanosamente aterrorizar a todo el pueblo trabajador de los Estados Unidos, sin conseguirlo de manera efectiva, y multitudinaria. Pues Orson Welles lo logró, al él le debe el imperialismo su arma secreta y predilecta: el miedo que mantiene paralizados para cualquier respuesta al pueblo norteamericano, y a todos los pueblos del mundo sometidos por el capitalismo.

Esa siembra del miedo ha sido una constante de todos los aparatos de inteligencia conque el capitalismo y su fase superior imperialista, mantienen a la fuerza y al terror la vigencia de su prehistoria privada. Ese miedo fue orientado al supuesto peligro comunista; los gringos montaron a Hollywood para producir películas que acostumbraran a los pueblos, principalmente al pueblo norteamericano, a convivir con el miedo. Igualmente han creado una industria del entretenimiento que enseña varios tipos de miedo, y desvincula a los niños y a los jóvenes con el trabajo para evitar cualquier intento serio de industrialización y el desarrollo futuro de los llamados países del tercer mundo, que sin una juventud estudiosa y trabajadora, estaría siempre imposibilitada para hacer una verdadera revolución socialista; a lo menos, estaría siempre sometida a importar todas sus necesidades de vida. Por lo que siempre estaríamos potenciando sus mercados a costa de nuestro subdesarrollo.

La guerra fría está montada sobre el miedo a un supuesto totalitarismo de Stalin, para mantener la dictadura comunista que impedía la libertad, la democracia, y cancelaba el futuro para la juventud, el sano esparcimiento; mentiras, burdas mentiras además, donde no hay libertad es precisamente en el capitalismo. Pero le metieron miedo al glorioso pueblo soviético con esa sarta de mentiras, crearon la cultura Pop, infiltraron a la Konsomol, y al PCUS, y tumbaron a la URSS.

Una vez desaparecido el campo socialista, ya el miedo no era el miedo al comunismo, sino el miedo al terrorismo: tumbaron las torres gemelas, en un auto atentado para lanzar al mundo su ya conocida, y experimentada guerra contra el terrorismo, ideado, creado y practicado por el imperialismo mismo.

Convivencia

El miedo se comparte, o muere con la víctima aterrorizada. Su convivencia es insoslayable porque la víctima necesita compartir su miedo con alguien para aliviar su terror, el horror se hace cotidiano, y los charleros lo incluyen en su repertorio, a veces inocentemente, o por ignorancia, de cualquier modo, el miedo sea como sea, se hace recurrente, cotidiano, frecuentemente se hace uno de los insumos principales de chistes, y de fablas cotidianas, y campechanas, de grupos identitarios que ya están sensibilizados para querer el miedo, como el miedo que nos acompaña a todos, y hasta sirve para hacerse simpático, gracioso, embaucador, y pícaro favorito, de todos aquellos o aquellas que han renunciado al ejercicio de pensar, y se conforman con repetir diariamente una decenas de palabras que mezclan, a veces sin sentido, o mejor sin saber que su único sentido es aceptar los irremediables amores sadomasoquistas con el miedo, que deja vivir, teniendo siempre miedo.

La convivencia con el miedo no protege al miedoso, que ya está enamorado o enamorada de su miedo, sino a los dueños del miedo, o sea la burguesía trasnacional, y mafiosa con sus criados; las burguesías nacionales, las pequeñas burguesías provinciales, las capas medias, ebrias de ambición, los aventureros, mercachifles audaces que conforman pequeños círculos mafiosos, y se hacen empresarios, con unos pocos sicarios a su servicio, y se burlan de los países, de su soberanía y de su independencia, al concentrar en sus manos cada día más poder económico, valiéndose de los recursos que le pertenecen a la nación entera, siempre protegidos por el miedo de sus víctimas: trabajadores, del servicio doméstico, hamponil o criminal.

El miedo en su capacidad intimidatoria e intimidante, fue utilizado por el imperio español para impedir la independencia de sus llamadas colonia de ultramar. Más de 3 meses duró la exhibición de la cabeza de nuestro patriota José Félix Ribas, que había sido freída en aceite, suspendida en una jaula, ubicada en un punto visible del camino real que conducía a la entrada de Caracas. Boves no era otra cosa que un terrorista, que cumplía el encargo imperial de instalar el miedo dentro de la filas patriotas; tarea inútil, porque como dijera Bolívar, ya estábamos "decididos a ser libres", de los españoles, y del miedo.

Cuando los obreros de una fábrica, empresa, o centro de trabajo, conviven con el miedo, se embrutecen hasta la enfermedad en grado de postración, parece que los únicos pensamientos que pueden producir le salen por el final de la espalda. Esos obreros y trabajadores embrutecidos y acobardados, comienzan a odiar la política, sin saber qué es la política; pero el miedo les dicta que odien a la política: "está bien, no sé qué es, pero la odio" se les escucha decir con frecuencia. Curiosamente Lorenzo Mendoza, vocea que sus trabajadores, ––suyos, propios, de él, los compró en una subasta, son sus esclavos pues––, no les interesa la política; es decir, este pizco explotador, por burgués, piensa por sus esclavos que no piensan, porque le tienen miedo a su explotador, y has lo aman como, presas del síndrome de Estocolmo, y siguen oliendo a miedo.

Cuando la masa laboral tiene miedo, por desclasación, o por la intimidación que embrutece y acobarda como miedo, dispensado por las mafias del capitalismo, dirigidas por el imperialismo, o simplemente por los mafiositos que actúan por su cuenta, entonces, sólo entonces, esa masa inconsciente, rechaza al sindicalismo y a los sindicatos; qué tampoco saben qué son, pero los odian como ya hemos explicado.

La masa laboral se hace masoquista, porque el miedo es una escuela de masoquismo, propia de la ideología capitalista; en semejante estado de pobreza moral, los trabajadores se hacen fácil presa de los sindicaleros y charleros que se componen con el patrón o sus representantes para venderle sus derechos, y sus reivindicaciones salariales, que los deja en la calle, solos, con su miedo.

Los dueños del miedo, sus administradores, y ejecutores, son más miedosos que una comadreja; y es justamente por tener mucho miedo que matan; tanto miedo tienen los dueños del miedo, y sus mandaderos, que cuando un grupo de trabajadores decididos, o sea liberados del miedo, deciden enfrentarlos con su propia medicina, han salido, salen y seguirán saliendo en loca carrera llevándose su miedo, brotándosele al final de la espalda.

El valor no nace espontáneamente, no es un descendiente expósito; el valor es hijo de la convicción, y la necesidad, es su madre; es por eso, que el miedo sólo puede ser derrotado por el matrimonio de la necesidad y la convicción. La necesidad en su configuración histórica, es la madre de los oprimidos. Nosotros, seres humanos, en el desarrollo biológico y racional, o como clases en pugna, no hacemos la historia, la historia nos hace a nosotros, como bien enseña el marxismo leninismo.

El valor no convive mucho tiempo con el miedo, porque el valor es mucho más contagioso

Contagio

El miedo es contagiado irremediablemente, porque está en las ideas que sólo captan imágenes donde el miedo se retrata, y nos mira; está en los ojos desorbitados, el temblor de las palabras, la respiración forzada, el silencio impenetrable, la risa grotesca e inesperada; los gritos suspensivos e innecesarios, y la mentira compulsiva, y narcótica.

Como los miedosos no piensan, sólo digieren comida, siempre andan mostrando con mucho orgullo su miedo, y hasta lo rebautizan como prudencia, que nunca ha sido miedo cuando realmente es prudencia, y esa prudencia específica, nombre especial del miedo, es altamente contagiosa. La prudencia miedosa sirve para acomodarse a todas las situaciones, dado que los miedosos no tienen principios, por tanto no pueden defenderlos, los miedosos solo tienen la costumbre del miedo, costumbre que puede ampliar exponencialmente su contagio hasta hacerse epidemia, como en Venezuela. Donde las grandes mayorías tienen miedo de enfrentar la liberación de precios que a su vez libera la pobreza y la miseria, que nos mata de hambre, y los deja seguir viviendo con su querido miedo.

Los amores del miedo, son amores contagiosos; los miedosos no están ni vivos ni muertos, están temblando ante su propia sombra

Sombra

La sombra del miedo puede acompañarnos hasta la muerte, si es que ella, fastidiada de nosotros, decide dejarnos vivos para siembre, muriendo todos los días de miedo.

El bravo pueblo venezolano, que ha dejado de serlo, porque el imperialismo, principal dueño del miedo, así lo ha dispuesto; está hoy a la sombra, de que cada ladrón disfrazado de empresario, comerciante o bachaquero, "saque" la harina pan para robar con ella, a razón de una por persona, o a veces esperan que saquen el aceite, la crema dental, los pañales, la leche, cuando la hay, el azúcar, el café, las toallas sanitarias, lo que sea. Esperan que los ladrones "saquen" o sea, que las víctimas con su miedo, saben que la mercancía está acaparada en los depósitos o galpones del ladrón de turno, pero no pueden hacer nada porque han si encadenados a la sombra espesa de un miedo paralizante que le ha hecho olvidar su condición histórica y hasta humana; el olvido parece ser el último refugio del miedo: el pueblo venezolano, desmovilizado, y temeroso de hacer cualquier crítica o autocrítica, ha olvidado la constitución nacional que establece como deber ciudadano, su protagonismo político, artículo 62, y 70.

Los miembros de la MUD, sus candidatos a la derecha del capitalismo, o la izquierda social demócrata y postmoderna, secundados por el pueblo venezolano en situación de pobreza, y de desespero en su sombra de miedo, siguen pensando que la complicada y dolorosa situación social venezolana puede cambiar con una elección que designe a un nuevo presidente. Ningún presidente, por revolucionario y progresista que sea, puede sacar de la sombra del miedo al pueblo sometido, y domesticado, por el capitalismo y que estableció una convivencia con las mafias, y su ideología corrupta capitalista. En consecuencia el pueblo venezolano se comporta como el pueblo colombiano, peruano, chileno, mexicano, cuyo grito de guerra es "Sálvese quien pueda, y como pueda".

Siguiendo el fundamento científico marxista de que "el ser social determina la conciencia social" Ningún presidente, de la estatura que sea, ni ningún ejército, pueden revertir la pobreza y la miseria que ya instaló en Venezuela la liberación de precios, como la matriz para la configuración del pensamiento sumiso, y de la violencia que nos amenaza. Solamente el protagonismo político de un pueblo, salido de la sombra del miedo, puede recuperar la prosperidad que alcanzamos en la presidencia del comandante Chávez.

Le metieron miedo al pueblo para que no criticara ni se autocriticara con el propósito de defender un proceso, que se descocía con esa prohibición, sin prever que lo que podíamos perder, como la estamos perdiendo efectivamente, es la independencia y la soberanía de Venezuela, expresada en la ola de privatizaciones que está en marcha, y en la pobreza y la miseria que estamos viviendo los que alquilamos o vendemos nuestra fuerza de trabajo.



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Eduardo Mármol


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