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Ya parece cotidiano tomar responsabilidades por encima de nuestras compromisos; ello, explica la razón por la que asumimos escribir a los cuarenta años de la Liga Socialista.
Pareciera, una cuestión simple el afirmar que sin método científico no puede haber un conocimiento objetivo de la realidad, que la fe no conduce al conocimiento de la realidad y mucho menos a la capacidad para conducir los procesos sociales. Tal evaluación es cuanto más necesaria, si aceptamos que la conducción de una organización política revolucionaria está obligada a proporcionar una sólida formación y calificadas experiencias de significativa validez para la conducción de gobiernos y procesos de transformación social.
A lo largo de este modesto y novedoso esfuerzo se expresa la angustia de muchos revolucionarios ante la carencia del referido proyecto político. De allí, que por su carácter esencial hemos querido puntualizar sus concepciones, componentes y relaciones con la intensidad de rescatar la proposición de pedagogía política que este extraña.
El proyecto político liberador debe partir tanto del esfuerzo permanente y metodológico por adquirir un conocimiento objetivo de la realidad social que pretendemos transformar como de la construcción de la teoría de la revolución venezolana, bolivariana, chavista y latinoamericana que requerimos asumir conscientemente como pueblo, dado el compromiso histórico necesario para la conducción científica de los procesos teóricos-prácticos que ello se deriven.
Las distintas formas de lucha, a que ello da lugar, permitirá no solamente el proceso de reproducción del proyecto asumido sino los cambios y transformaciones conducentes a la nueva sociedad y a la periódica actualización de la referida conducción. Este proyecto constituye una necesidad urgente y, al parecer, está en proceso de construcción.
Es esta afirmación la que nos lleva a una labor de arqueología política para captar los aportes populares en la formulación de su propio proyecto liberador. El lugar protagónico lo ejerce el pueblo directamente a través de la Democracia Directa. Aquí debemos reconocer ese arduo camino de expresar y representar el sentimiento y la legitimidad popular.
La virtual relación de la calidad de la dirección popular y el conocimiento de la realidad que se intenta transformar se hace evidente a lo largo de este análisis, en su aspecto medular; el cual no es otro que asumir y dominar el método científico social con capacidad de interpretar la realidad social objetiva, material y en constante transformación.
Es imprescindible generar, a lo interno de la izquierda venezolana, una revolución teórica-metodológica que transforme a sus militantes y dirigentes en sujetos políticos con capacidad para dominar científicamente el materialismo histórico como instrumento válido para producir el conocimiento objetivo de la realidad que vivimos y aspiramos conducir.
El problema está en que los últimos cincuenta y nueve años acusan a la dirección de nuestra izquierda de una carencia metodológica-científica y de la conformación de una teoría de la revolución nacional. Hemos vivido en un círculo vicioso: la ausencia del dominio de un método científico para la acción política.
Esta realidad, nos ha impedido un conocimiento científico de la realidad que intentamos transformar, lo que se ha traducido en carencias en el campo de la investigación de nuestra realidad. Obviamente, no hemos producido el suficiente conocimiento sobre nuestra realidad y, por lo tanto, tampoco la necesaria teoría de la revolución venezolana.
Frente a esa reiterada ausencia de investigación científica de la realidad social, económica y política se ha conformado una metódica donde se amalgama el empirismo, el pragmatismo, el inmediatismo y la adopción acrílica de modelos, teorías y proposiciones de realidades diferentes a las nuestras. Una de tantas pruebas de ello lo conseguimos en las diversas expresiones de las divisiones de la izquierda venezolana: pro-cubanos, pro-soviéticos, pro-chinos, pro-partidos verdes (a la europea), pro-eurocomunistas, entre otros.
En síntesis, hemos sido caja de resonancia de ideologías, modelos, proposiciones, prácticas y consignas extranjeras. No genuinos intérpretes de las angustias, necesidades y proyectos de nuestro pueblo. Una dirección signada por lo antes expresado, no puede garantizar una conducción científica como lo amerita la complejidad social. En este apresurado análisis resaltamos dos aspectos vitales:
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El primero referido a la abnegación, disposición y combatividad de aquellos venezolanos que se incorporaron a la tarea revolucionaria. Los que cayeron en ese empeño y los que aún persistimos en la búsqueda de esas aspiradas transformaciones: a la memoria y ejemplo luminoso de Hugo Alexander Alzolay, Ricardo Acevedo, Agustín Serrano, Enrique Rodríguez, Alexander Ferrer, José Aquino Carpio, Carlos Wilfredo García Silva y Ronald Morao.
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El segundo nos los proporciona este interesante esfuerzo de historia partidista, al evidenciar la impostergable y necesaria evaluación de la gestión de las agrupaciones políticas para su inmediata consciencia y transformación; pues la organización en general y las que aspiran transformar y dirigir la sociedad en sus diferentes niveles, las que no tienen la capacidad para actualizarse, cambiar internamente, ponerse en correspondencia con los cambios que la realidad les demanda y, sobre todo, no transforman su propio sistema de dirección , están condenados a no cumplir lo que prometen y, por lo tanto, a desaparecer: viva el ejemplo combativo, revolucionario y subversivo de Jorge Rodríguez, nuestro querido e inolvidable camarada, secretario general fundador de la Liga Socialista.
A nuestra manera de ver las cosas, la evaluación de la gestión de los partidos políticos y demás organizaciones constituye un aporte de considerable magnitud para la ciencia y la práctica política. En esta línea de reflexión, es impresionante la capacidad autocritica de la Liga Socialista para que después de haber vivido los rigores de la derrota del movimiento revolucionario de los sesenta y setenta, de los 41 años del asesinato de Jorge Rodríguez y de haber pasado por divisiones, deserciones y otras manifestaciones de la lucha interna.
En Cumaná, a los veinte y seis días del mes de marzo del año dos mil diecisiete.