Venezuela, es una República soberana, políticamente independiente e "irrevocablemente libre" que "fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional, en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador". (Art. 1 de la CRBV). En nuestra carta magna no aparece por ningún lado que cualquier organismo internacional. Llámese como se llame, incluida la OEA, puede intervenir en los asuntos que sólo competen a la soberanía nacional, y a su independencia política.
Almagro, el miserable bufón del imperialismo yankee-israelí, todavía con la hegemonía sobre el control de los espacios del mundo tiranizados por el capitalismo, puede hacer como chivo, pero cachos no le saldrán. Venezuela, en su desarrollo político de los últimos 17 años, no se pliega, ni puede plegarse jamás, a eso que Fidel llamó el "Ministerio de las Colonias".
Nuestra independencia no es completa, ya que tenemos la capacidad de darnos un gobierno, ––en todas sus formas y alcances estadales, municipales, locales, comunitarios, y esperamos que pronto, laborales, dirigida por lo clase obrera––, como en efecto nos hemos dado con legitimidad y auto determinación; pero no poseemos la independencia económica, intervenida por el modo de producción capitalista, en su fase superior imperialista, para unirla a la independencia política, con la cual completaríamos, la liberación nacional. Aun así, Venezuela no puede ser intervenida por ningún organismo internacional, ni mucho menos por esa cosa, que todavía llaman la OEA.
La fanfarria de la OEA para aplicar en Venezuela, su podrida carta democrática interamericana, aupada por los gritos desesperados del señor Borges, con sus séquitos de peones condecorados como diputados de la Asamblea Nacional, entregados incondicionalmente a los dictados del imperialismo, no puede prosperar porque sencillamente la realidad social venezolana, a pesar de la crisis política que confronta, no la admitiría, ni podría admitirla nunca. Esa carta es un vacilón excrementicio, muy fétido como es de suponerse, tan fétido, que ni siquiera han querido amenazar con esa cosa a los gobiernos de México, Colombia, Perú, Paraguay, Brasil, Argentina, tan sólo por citar a los más arrastrados, y fascistas en contra del bienestar general, y de la libertad social de sus ciudadanos.
Las hazañas de Almagro, y su séquito de embajadoras y embajadores lambusios que lo secundan, ni como chistes sirven, deberían tomar lecciones con el Conde del Guácharo, quien es infinitamente mejor que ellos para eso de entretener a millones de personas que andamos buscando la comida, que el capitalismo y su corrupción imperialista, nos roba diariamente, y nos mantiene pasando aceite en todas las horas, y en todos los minutos.
Almagro, y su cacareo proverbial, con la democracia, es otra cosa no menos risible. En el llamado concierto de las naciones en torno a la democracia, Venezuela, y la OEA, no manejamos el mismo concepto: para el "Ministerio de las Colonias", la Democracia es un sistema de libertades, asunto bien desarrollado por Alexis Tocqueville, en su trabajo "La Democracia en América". Pero las "libertades" de la Democracia imperialista gringa, dueña de la OEA, son las libertades del capital trasnacional, que oprime como quiere a gran parte del proletariado mundial. La carta de la OEA, la define como democracia representativa, claro, representativa del capital financiero globalizado. Mientras que para nosotros, la Democracia es participativa, y protagónica, y hemos intentado ir más allá, hasta convertirla en Democracia popular y revolucionaria. En blanco y negro: el sujeto de la democracia gringa de la OEA es el capital trasnacional, o sea que es suya, propia, de él; mientras que el sujeto de la Democracia participativa, y protagónica, nuestra, es el pueblo trabajador venezolano, que lucha, o se supone que al menos rechaza, al malvado capitalismo que está empeñado en cerrarnos el paso hacia la felicidad. Por eso es que Almagro, el mísero, y nosotros, no estamos hablando el mismo idioma: perfectamente él puede decir caballo, y nosotros pudiéramos entenderle, cacho e burro, y viceversa. En el marco de esta mini torre de Babel, Almagro sigue fastidiando, con su podrida "carta democrática interamericana"