Se aproxima la tempestad, los vientos la anuncian; sin lugar a dudas, nos aproximamos a momentos definitorios. La hora es de preparación, hoy se discute ¿qué hacer? Veamos.
Para saber qué hacer es necesario pensar primero cómo fue que llegamos a esta situación. Nosotros, que conducidos por el Comandante Chávez fuimos águilas en el cielo de América, émulos orgullosos de Bolívar y Martí, de Fabricio, de Fidel y del Che. ¿Qué nos pasó, cómo nos convertimos en esto, en perseguidores de prebendas, en despojados de las metas gloriosas que un día conmovieron al mundo, en seguidores de parlanchines? ¿Dónde quedaron las enseñanzas de Chávez? ¿Cómo fue que dilapidamos aquel apoyo extraordinario y hoy presentimos el desplome de todo lo construido, la pérdida de los pilares espirituales que sostuvieron la hazaña, el regreso de la miseria espiritual y material?
La respuesta es sencilla y dramática: nos hundimos por apartarnos del legado del Comandante, por haber abandonado el camino, el Socialismo. Los conductores, los herederos que dejó el Comandante con un mandato claro,¡ir al Socialismo!, fueron seducidos por los cantos de las sirenas capitalistas, soltaron las amarras éticas y sin pudor se entregaron al enemigo de Chávez, al capitalismo. No vamos a discutir todas las consecuencias nefastas de esa traición, fijemos la atención en lo político: el estímulo al capitalismo fue también el impulso a su ética, el egoísmo; el individualismo es ahora la nube negra que cubre a la sociedad. De esta manera, el propio gobierno creó a sus sepulturero, una masa clientelar que se mueve al ritmo de la recompensa material.
Cuando vino la crisis, que algunos incautos llaman "guerra económica", pero que deberíamos llamar "lógica del capital" (Chávez nos advirtió) aplicada por los capitalistas y por el gobierno que los aúpa, no había masa crítica, ni ideología, ni razones sagradas, ni estrategia para enfrentarla. El país se le entregó al enemigo del humano, decidieron servir al dios "mammon" y hoy vivimos las consecuencias políticas, económicas, éticas de esa decisión.
Entonces, el golpe, la invasión, el desplome de todo es consecuencia de la batalla que pierde el Socialismo y está ganando el capitalismo, este es el origen de todo lo que hoy padecemos. Se deduce que a la hora de las definiciones esta batalla se agudizará al máximo, los campos se desequilibrarán, la pugna impondrá otra lógica, serán días, horas, de vacío, el vencedor será el que consiga crear la nueva hegemonía, la nueva gobernabilidad.
En estas circunstancias la meta, el móvil de los revolucionarios debe ser aprovechar la última oportunidad del Socialismo y no dejar estabilizar definitivamente al capitalismo, derrotarlo dentro y fuera del gobierno, a los capitalistas de adentro y a los capitalistas de afuera. Ese es el carácter de la confrontación, en esas circunstancias extremas, sólo así podremos aspirar al triunfo. Si vamos a la batalla con el mismo error que produjo la crisis, esto es dentro de la trinchera capitalista, abandonando el campo socialista, entonces la derrota será inevitable.
Hoy es más importante la crítica que en ninguna otra ocasión. La falta de critica contribuyó a lo que hoy padecemos. El gobierno, por la arrogancia que le impidió oír las críticas, cayó en manos de la burguesía, apoyado en teorías falsosocialistas caminó al patíbulo. Hoy la unidad sólo se construye con crítica y con claridad de objetivos; la unidad boba, sin principio, sin reflexión, como lo han hecho hasta ahora, contribuye a la derrota.