Diez falacias que sustentan la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente

"El que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que producen los errores propios.”

Simón Bolívar

Si la situación del país no fuese lo grave que todos sabemos que es; si el modo como se ha comenzado a desarrollar la iniciativa presidencial de convocar una Constituyente y si el futuro de nuestra patria no estuviese tan seria y peligrosamente comprometido por múltiples razones, resultaría verdaderamente divertido escuchar a los principales impulsores de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) fundamentar o justificar el procedimiento utilizado para realizar la convocatoria, y sobre todo, para responderle a los críticos que,-¡Oh Sorpresa!!!- han comenzado a proliferar desde incontables lugares, mucho más allá de la previsible oposición de derecha agrupada en torno a MUD. Y no solo por la enorme cantidad de contradicciones que entre ellos mismos se ponen de manifiesto, sino también por la increíble capacidad para elaborar las más insólitas y estrambóticas explicaciones acerca de por qué hacer las cosas a su manera.

A los promotores de la ANC les gusta empaquetar toda la crítica como “de derecha”. No quieren ver fisuras ni matices, y mucho menos ángulos diferenciados en la crítica que se formula. Les gusta vender la idea de que “la izquierda es el gobierno” y todo el que se oponga a ellos es “de derecha”. Por supuesto, esa es la manera más sencilla de descalificar la crítica por la vía del argumento Ad Hominen, esto es, se descalifica al sujeto, como atajo para evitar tener que responder a sus argumentos. Pero cuando ello no es posible, entonces la filigrana discursiva, la maniobra de la palabra, la utilización engañosa e interesada del desconocimiento que pueda haber sobre una materia, una pose de “inteligente”, una figura “de autoridad” y todo ello aderezado con unas cuantas frases prefabricadas que asocian cualquier barbaridad dicha por ellos con “el legado de Chávez” toman el turno y terminan por configurar lo que, creen ellos, deberá ser tenido como verdad.

Hasta el pasado 30 de abril teníamos “la mejor constituyente del mundo” y uno de los lemas preferido del gobierno y de las fuerzas que le apoyan era “Dentro de la Constitución todo, fuera de la constitución nada”. A partir del 1 de Mayo, no solo el gobierno, sino sus más fervientes seguidores descubrieron varias cosas: la primera, que la constitución del 99 seguía siendo la mejor del mundo pero que había que cambiarla por otra. (Así de contradictorio). Segundo, que para cambiarla bastaba con que el Presidente convocara una ANC; y tercero, que el futuro de este país, su paz, su estabilidad, el control del orden público, su estilo de desarrollo, su plan económico, la política social del gobierno, los procesos electorales y un larguísimo etc., todo, absolutamente todo, depende de una nueva constitución pero, sobre todo, de la escogencia de una plenipotenciaria y originalísima ANC. De un día para otro se percataron ellos que sin una ANC estamos todos irremediablemente condenados a perecer, a caotizarnos aún más como sociedad, a matarnos unos a otros en una cruenta guerra civil. Según ellos, sin ANC no hay paraíso.

Para sostener eso que, a nuestro juicio, constituye una visión catastrofista, maniquea, maximalista, y hasta malcriada del escenario actual y de sus perspectivas, los promotores de la ANC han hilvanado una importante cantidad de argumentos, justificaciones o fundamentos los cuales creemos necesario considerar y revisar. Al hacerlo detalladamente es fácil notar la preferencia de estos personajes por la utilización de argumentos falaces para la defensa de su propuesta. Son muchos en verdad. Sin embargo, considero que la revisión de estas diez basta para comprender la naturaleza de lo que se nos ha propuesto.

Solo como una precisión conceptual, y para que nos entendamos, expliquemos qué entendemos por argumentos falaces o sencillamente por falacia. Para ello, nos serviremos de una definición básica que tomamos de Wikipedia:

 “(…) Falacia (del latín: fallacia, ‘engaño’) es un argumento que parece válido, pero no lo es. Algunas falacias se cometen intencionalmente para persuadir o manipular a los demás, mientras que otras se cometen sin intención debido a descuidos o ignorancia. En ocasiones las falacias pueden ser muy sutiles y persuasivas, por lo que se debe poner mucha atención para detectarlas.” (1)

Dicho esto pasemos a revisar las principales razones esgrimidas por los proponentes de la ANC como justificación de su propuesta y que, a nuestro juicio, constituyen falacias argumentales.

Falacia Nro. 1: No es necesario consultar al pueblo si este quiere o no quiere una ANC.

Digamos que esta es la falacia fundante. En ella se sintetiza la naturaleza autoritaria e impositiva de la propuesta de ANC que ha sido puesta en el escenario. Sobre ella ya se ha vertido bastante tinta. Nosotros mismo dimos nuestra opinión al respecto hace pocos días en un artículo que publicamos en Aporrea (2) pero en general ha sido ya un argumento más que vapuleado por infinidad de juristas, y analistas y que ya en este momento solo es sostenido por la vía del “sí porque sí.”

Una lectura de los artículos 347 y 348 de la Constitución bastaría para tener claro que el Presidente no tiene como atribución la Convocatoria de una Constituyente sino solo la activación de la convocatoria, que son dos cosas distintas. Pero quien aún tenga dudas podría revisar los Diarios de Debate de la Constituyente de 1999. Todos los Diarios, no solo aquellos en los que algún constituyente opina distinto de lo que finalmente terminó siendo el “espíritu del constituyente”, esto es, que la Convocatoria de la ANC corresponde al Pueblo, y que al Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros; a la Asamblea Nacional, mediante acuerdo de las dos terceras partes de sus integrantes; a los Concejos Municipales en cabildo, mediante el voto de las dos terceras partes de los mismos; o el quince por ciento de los electores inscritos y electoras inscritas en el Registro Civil y Electoral solo corresponde iniciar la convocatoria, que es distinto de realizarla, pues ello SOLO es facultad del pueblo de Venezuela. De todo el pueblo de Venezuela.

Por su parte el profesor Javier Biardeau ha hecho una excelente revisión de esta problemática en la propia obra del expresidente Hugo Chávez, en un artículo recientemente publicado titulado “Chávez, MBR-200, Referendo Liberador y Asamblea Nacional Constituyente” en el cual no deja lugar a dudas acerca de la posición de Chávez relativa a la necesidad esencial de someter la propia convocatoria y las bases comiciales de una Asamblea Constituyente a referéndum popular (3).

El Prof. Juan Barreto, Exalcalde la ciudad de Caracas, asistente a una reunión de las convocadas por la Comisión Constituyente, ha señalado que dentro de la comisión hay quienes consideran que efectivamente la convocatoria debía ser sometida a Referéndum Popular. (4)

Para nosotros no hay duda al respecto: una ANC convocada como ha sido convocada resulta un verdadero salto atrás, un retroceso brutal en el ejercicio de la soberanía popular que nos retrotraería a varias décadas pasadas cuando era siempre el poder constituido quien ordenaba la redacción de las constituciones a la medida de su interés, y para quienes se dicen seguidores del legado de Chávez, una verdadera traición a ese legado. Es desempolvar las formas de la democracia representativa y la demarcación por parte del poder constituido de los límites hasta dónde puede llegar el poder constituyente, lo cual lo desnaturalizaría por completo. Por nuestra parte, con Bolívar decimos: ““Tan solo el pueblo conoce su bien y es dueño de su suerte; pero no un poderoso, ni un partido ni una fracción. Nadie sino la mayoría es soberana y dueña de su destino”

Falacia Nro. 2: El que quiere diálogo quiere constituyente, y quien no quiere constituyente no quiere diálogo

En una especie de juego de palabras hemos escuchado este argumento en distintos personajes. En la base de este planteamiento se encuentra la descabellada idea de que solo es posible dialogar en el marco de una ANC. No parece necesario tener que explicar mucho el sinsentido de semejante planteamiento: El diálogo es (o debe ser) una condición consustancial, normal, común, cotidiana en un régimen democrático, y ello ocurre independientemente de que se esté en una constituyente o no. Y este gobierno negocia y dialoga continua y frecuentemente con fuerzas opositoras, políticos, empresarios, etc. Hasta clandestinamente lo hace. El asunto está en esa manía empaquetadora que tiene el gobierno que no le permite ver matices ni diferencias en sus adversarios y, sobre todo, en esa manera tan burda de pretender que dialogar es solo una estratagema más para ganar tiempo e imponer su única y exclusiva visión. Dialogar siempre será posible con o sin constituyente, si efectivamente hay una voluntad sincera y respetuosa de diálogo de quienes se involucren en dicho proceso.

Falacia Nro. 3: “Constituyente o terrorismo” // “Constituyente o Guerra Civil”

Desde la perspectiva de los proponentes no apoyar la propuesta formulada es una forma encubierta de apoyar “el terrorismo de la derecha. En la retórica de quienes formulan la propuesta, este argumento puede adquirir diversas variantes, todas ellas expresando de un modo u otro que quien no apoya la propuesta como ha sido formulada simplemente es cómplice de los desmanes del terrorismo de derecha que intenta destruir al país. Se trata, evidentemente, de un argumento más que forzado y sin basamento objetivo alguno, esgrimido fundamentalmente como retórica culpabilizante.

No hay mucho que abundar sobre este tema: Se trata de un razonamiento brutalmente maniqueo y manipulador; una forma de materializar el muy conservador y belicista principio según el cual, quien no está conmigo, está en contra. Ante ello, basta con decir que las razones por las cuales alguien puede estar en desacuerdo con la propuesta de Constituyente pueden ser muchísimas, y no necesariamente ligadas en forma alguna a apoyar ninguna Guerra Civil, y ningún terrorismo. Cuidado si acaso forzar ilegal e ilegítimamente la convocatoria a esa ANC no es precisamente combustible y excusa para quienes se inclinan por el tipo de solución final violenta.

Falacia Nro. 4: La Constituyente es la ÚNICA VÍA para lograr la Paz

Estrechamente vinculada con la anterior falacia, nos encontramos con esta otra. Tal parece que de un momento a otro el gobierno nacional descubrió la panacea para enfrentar las manifestaciones violentas, el desbordamiento de las pasiones pre políticas y hasta los planes más perversos de los enemigos internos y externos que tiene el gobierno. No hay que ser demasiado inteligentes para observar que ningún país, -y éste no es la excepción-, se plantea resolver la conflictividad política, única y exclusivamente a través de la convocatoria a una ANC. Nosotros mismos somos ejemplo de ello: Al menos desde el 10 diciembre de 2000 hasta la fecha, no ha habido año en que importantes sectores de la oposición venezolana con mayor o menor intensidad no haya intentado provocar la caída del gobierno y para ello ha utilizado medidas de toda índole, incluidas Golpe de Estado, Golpe Petrolero, Paro Nacional Indefinido, colocación de explosivos, atentados, utilización de grupos paramilitares y diversos grupos violentos, etc. que en algunos casos perfectamente puede ser calificada de Terrorista, no obstante lo cual, a nadie, incluido el propio Chávez, se le había ocurrido que cambiar la Constitución era la fórmula para contener ese tipo de accionar. En el caso de Chávez, como sabemos, en un momento de amplio ascenso de masas del movimiento popular y de paz social, cuando mucho llegó a proponer una Reforma y posteriormente una Enmienda de la Constitución.

El gobierno nacional, al pretender alcanzar “la paz” a través de una Constituyente muy mal convocada, y pretendiendo además que esta es la única vía para lograrlo, está intentando apagar un voraz incendio arrojando gasolina al fuego, mientras retrasa deliberadamente la llegada de los bomberos: No hay forma alguna de que una ANC por muy poderosa que ella sea, pueda proveer soluciones mágicas y definitivas y sobre todo rápidas a la tremenda escisión existente en la sociedad venezolana, al tremendo deterioro del tejido social con que hoy día nos encontramos. Solo hay que imaginarse el tiempo que tomará, no solo convocar la constituyente, elegir a 500 constituyentistas, organizar las deliberaciones, redactar una nueva constitución y qué esta empiece a funcionar, para darnos cuenta del incalculable error que está cometiendo el gobierno al prescindir de utilizar otros mecanismos que tiene a la mano para contener la conflictividad, buena parte de ella muy legítima por cierto.

Todos en Venezuela, incluyendo a los promotores de la ANC, haríamos bien en leer completa la actual Constitución, y sobre este punto, revisar íntegramente el contenido del Título VIII, denominado “De la protección de esta Constitución”, y dentro de él, el Capítulo II: De los Estados de Excepción, Artículos 337, 338 y 339 y la legislación que de dicho capítulo deriva, incluida la propia Ley Orgánica sobre los Estados de Excepción, promulgada por el mismo Presidente Maduro hace apenas un par de años. Todo ello sin olvidar que el derecho a manifestar pacíficamente y sin armas, está garantizado en nuestra Constitución, y en este país cada día existen más razones para hacerlo. Quizá de esa forma podamos todos comprender que los problemas de orden público, de conflictividad y conmoción social y política fueron previstos por el constituyente en 1999 y por ello está allí ese capítulo, no como un adorno o un aspecto cosmético de la Constitución, sino como uno más de los múltiples mecanismos de protección de la República, de su modelo político, de la ciudadanía y de la paz pública, sin que al hacerlo, tengan que verse comprometidas las garantías sobre los derechos fundamentales del ser humano.

Falacia Nro. 5: Oponerse a la ANC es hacerle el juego a la derecha y al imperialismo.

En la base de esta falacia se encuentra la premisa que ha dejado correr el gobierno según la cual el actual es un gobierno de izquierda, no hay más izquierda en el país que la que está agrupada en el GPP, y particularmente en el PSUV, y que todo lo que está fuera del gobierno o se le opone, es “la derecha” o peor, la “ultraderecha. No abundaré mucho en este asunto. Baste con decir que ni el gobierno es de izquierda, aunque en su seno si hay gente de izquierda. No toda la izquierda está en o con el gobierno, no toda la oposición es de derecha, ni toda la derecha está fuera del gobierno. En realidad, quien está haciendo el juego a los enemigos del gobierno, a los enemigos de la república y de la nación venezolana son precisamente quienes se deslizan por el tobogán del autoritarismo, la discriminación y el sectarismo empeñados como están en violentar flagrantemente la Constitución Nacional, arrastrándonos a todos a conflictos de mayor envergadura. Quienes han desfalcado groseramente al erario público, en nombre del socialismo y la revolución. Quienes con soberbia y arrogancia no aceptan crítica alguna y condenan y persiguen a quien se las formula. En fin, son los enfermos del poder y el dinero mal habido los que le hacen continuamente y no solo ahora, el juego a la derecha, porque en el fondo, ellos mismos son un tipo de derecha.

Falacia Nro. 6: No se pretende sustituir la actual Constitución sino reformarla.

"No está previsto elaborar una nueva Constitución…" Este planteamiento ha sido formulado prácticamente por cada uno de los integrantes de la denominada “Comisión Presidencial Constituyente”, lo cual resulta verdaderamente insólito y diríamos hasta vergonzoso, especialmente por el hecho de que todos fueron parte de la anterior Asamblea Constituyente redactora de la actual constitución, lo que hace inexplicable que insistentemente sostengan que "No está previsto elaborar una nueva Constitución, sino reformar la actual.

La actual constitución prevé dos y solo dos mecanismos para la realización de cambios al interior de ella misma, sin que ello implique sustituirla por otra, esto es: la Enmienda Constitucional y la Reforma Constitucional. Ambos instrumentos están previstos como herramientas para la realización de cambios diríamos que menores, o incluso de gran envergadura, siempre y cuando ellos no impliquen una alteración de su estructura fundamental o una modificación de sus principios y para su activación no se requiere la convocatoria de una ANC. Recordemos que en el año 2007 el Presidente Chávez propuso una Reforma Constitucional que fue rechazada mayoritariamente por el electorado venezolano y posteriormente en 2009, propuso una Enmienda Constitucional que, en Referéndum Popular, fue aprobada por el pueblo venezolano. Repito, sin la necesidad de convocar una ANC.

En cambio, la propia CRBV, en su artículo 347 establece que los objetivos con los cuales puede ser convocada por el pueblo una ANC son tres, ninguno de los cuales es opcional, sino que los tres tienen carácter obligatorio y ellos son “…transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución. (Art. 347. – CRBV).

Justamente la presencia en la redacción de esa partícula “y” (conjunción copulativa) es lo que convierte en OBLIGATORIO para una ANC el objetivo de redactar una nueva constitución.

Si lo que se quiere es “reformar” la actual constitución lo único que procede hacer es, o bien una Enmienda, o bien una Reforma Constitucional. Y en cambio, solo corresponde convocar una ANC si lo que se pretende es redactar una nueva Constitución, distinta de la que ahora tenemos, independientemente de que para hacerlo se tomen como referencia o hasta se copien textualmente artículos y hasta capítulos enteros de la actual constitución. De manera que la afirmación según la cual lo que se pretende es reformar y no cambiar la constitución es completamente falaz y engañosa, y por tanto genera suspicacias. ¿Cuál es la razón por la cual los promotores de la ANC no asumen explícitamente y sin ambigüedades que se proponen cambiar la constitución del 99?, siendo éste, como hemos visto, uno de los tres grandes propósitos posibles que puede ser perseguido por una ANC.

Falacia Nro. 7: La oposición venezolana no quiere ir a elecciones, por eso convocamos una Constituyente.

“Esta gente no quiere elecciones de gobernadores ni de alcaldes ni de nada”, dijo apenas hace unos días el Presidente Maduro. Un par de semanas antes del 1 de mayo, por las redes sociales circuló una fotografía en la que una persona aparentemente opositora al gobierno de Maduro, en una manifestación, portaba una pancarta que decía “No queremos Elecciones, queremos libertad.” Sin negar lo absurdo y ridículo de la pancarta, y asumiendo que la misma no era un montaje sino una fotografía real, pareciera que ello ha sido tomado por el gobierno para fundamentar dos cosas:

a)      Que la totalidad de la oposición venezolana está negada a ir a elecciones porque lo que realmente quiere es “libertad”

b)      Que como la oposición no quiere ir a elecciones es correcto entonces que no las haya.

En Venezuela los procesos electorales están establecidos constitucionalmente. Las elecciones de todos los cargos de representación popular para Presidente de la República, Gobernadores, Alcaldes, Concejales, etc. no se convocan en Venezuela porque algún actor político lo quiera o no. El Consejo Nacional Electoral (CNE) no está allí para complacer peticiones o caprichos, o para amoldarse a los deseos de algún actor político en particular. Se realizan porque la Constitución establece los períodos de duración de cada mandato, y le ordena al CNE su obligación de organizar los comicios respectivos. De manera que no es verdad que las elecciones de Gobernadores, que debieron realizarse al menos en diciembre de 2016, no se hayan realizado porque la oposición “no quiere elecciones”. Ni siquiera cabe aquí el argumento de que algunos partidos no hubieren actualizado su data de militantes. La única y verdadera razón por la que en Venezuela no se han realizado las elecciones de gobernadores que ya están vencidas es porque el CNE no las ha organizado, y cada día que pasa se viola la Constitución al no hacerlo. No haber realizado las elecciones correspondientes, ni haber establecido y divulgado el cronograma electoral que corresponde ha sido, sin lugar a dudas, uno de los elementos que más han contribuido a propiciar o facilitar excusas para el clima de convulsión social y política que hoy día estamos viviendo en Venezuela. De manera que, si bien al menos una parte de la oposición no quiere o no le interesan las elecciones, todo parece indicar que en el Estado y en el propio gobierno, muchos otros tampoco están interesados en que las mismas se realicen.

Falacia Nro. 8: “No hay condiciones de normalidad para ir a unas elecciones regionales.”

Esta es una de las falacias más risibles, absurdas y contradictorias en sí misma de las esgrimidas por quienes proponen la ANC. ¿Cómo puede sostenerse la idea que en Venezuela no hay condiciones para realizar las Elecciones de Gobernadores, previstas en la CRBV y ya vencidas, pero si las hay para una ANC??? ¿Acaso el electorado que participaría en unas elecciones de gobernadores no sería el mismo, y en los mismos territorios en los cuales se realizaría una consulta para escoger 500 constituyentistas? Y ¿Acaso en el segundo semestre del año pasado, cuando debió organizarse todo para que las elecciones de gobernadores se dieran al menos en diciembre, había la conflictividad que existe ahora??? ¿Qué tipo de normalidad es la que se requiere para que el CNE cumpla con las atribuciones que tiene por mandato constitucional?

Falacia Nro. 9: La Constitución resultante de las deliberaciones de la futura ANC no requiere ser aprobada en Referéndum Popular, pues la actual CRBV no lo establece así. O en todo caso, eso quedará a decisión de la nueva ANC.

Quienes manifiestan este criterio deberían tener cuidado en no confundir Pueblo (Depositario y poseedor único y exclusivo del Poder Constituyente Originario) con Asamblea Nacional Constituyente (X número de personas que reciben el mandato del pueblo (o en este caso, fraudulentamente de parte del Presidente Nicolás Maduro) de redactar una nueva Constitución. Pero la ANC no deja de ser una simple representación (con un enorme poder, por supuesto) del Pueblo, no obstante lo cual, dicho poder no puede alcanzar el límite de la sustitución práctica del Pueblo. En otras palabras, quienes están pensando que una nueva Constitución no deberá ser presentada al pueblo para que ésta la apruebe en Referéndum Popular, confunden (deliberadamente o no) “pueblo” con “constituyentistas”, y al hacerlo le atribuyen a la ANC una cualidad que intransferiblemente le pertenece de manera exclusiva al pueblo, cual es la de ser el depositario y portador de la Soberanía Popular. Una ANC de 500 personas, tal como ha sido propuesta, no sería más que una reunión de “delegados” o “representantes” del pueblo, con un mandato muy claro: Redacten una nueva Constitución. Por supuesto, se trata de un cuerpo colegiado con muchísimo poder, capaz incluso de anular al poder Constituido, pero ese poder jamás puede alcanzar para desplazar y sustituir per se al pueblo, ni a poseer o detentar en su máxima expresión el ejercicio soberano pleno, más allá del mandato preciso que ha recibido. En consecuencia, el pueblo, en ejercicio pleno de su soberanía popular, y poseedor como es del Poder Constituyente Originario inmanente es quien debe legitimar (o no) el resultado obtenido por esa entidad circunstancial y temporal.

Falacia Nro. 10: “El problema es político, no jurídico”

O en palabras un poco más coloquiales: “El peo es político, no jurídico”. Y vaya que es correcta esa afirmación: efectivamente el problema es político, y no solo y simplemente jurídico. Pero quienes así se expresan para intentar eludir la discusión acerca de los fundamentos jurídicos de la propuesta hecha, parecieran no percatarse de las implicaciones y alcances contenidos en semejante premisa que, repito, compartimos totalmente.

Como si la esfera de lo jurídico no fuese la sedimentación de específicas correlaciones de fuerzas (políticas) que materializan un orden normativo (Eso es precisamente lo que corona una Constitución), es decir, como si “lo jurídico” careciera o fuese ajeno a “lo político” Como si políticamente fuese lo mismo consultar al pueblo que no hacerlo. Como si fuese posible separar los fines de los medios, o lo que es lo mismo, como si fuese posible alcanzar fines nobles con medios innobles, fines democráticos con medios y procedimientos autoritarios. Como si fuese posible hacer equivalentes la soberanía popular y derecho político del Presidente de la República o como si fuese posible hacer equivaler el Poder Constituyente Originario al poder de la jefatura máxima del poder Constituido.

No se trata entonces, como dijera el Presidente de la Comisión Presidencial Constituyente, Elías Jaua, de una “exquisitez jurídica” la legítima aspiración a que este proceso se realice respetando la Constitución y no violándola; o garantizando el correcto ejercicio de la soberanía popular, precisamente porque ambas cosas tienen un enorme significado y una enorme implicación política. El desprecio por esta “exquisitez jurídica” hiere de muerte al nacer lo que debería ser una hermosa iniciativa y demuestra la valoración que hacen los más altos representantes del Poder Ejecutivo tanto del marco jurídico-constitucional como del propio pueblo al que dicen defender. Más grave no puede ser. Que aspirar el respeto a la Constitución sea considerado una “exquisitez jurídica” por un ciudadano cualquiera, es triste y muy lamentable. Que lo hagan las más altas autoridades del poder ejecutivo es no solo grave, sino inaceptable.

Cerrar filas alrededor de maduro o el verdadero objetivo de la propuesta

Lo que se nos está proponiendo a los venezolanos, a través de una pésima y falaz argumentación, es que aceptemos un proceso constituyente en el cual no tenemos derecho a decidir si lo queremos o no; no tenemos derecho a decidir cuáles serían las condiciones en que se desarrollaría ese proceso en caso de que lo aprobáramos (bases comiciales), y cuyo resultado (una nueva Constitución) tendríamos que aceptar y reconocer, aun cuando nadie nos pregunte si nos gusta o no (Así sea peor que la actual CRBV) ya que, según la opinión de algunos de ellos, no se precisa un Referéndum Popular para aprobarla. Nos están pidiendo que aceptemos de buena gana cambiar la Constitución del 99, cuya convocatoria fue consultada al pueblo junto con las bases comiciales; cuyo proceso contó con una gigantesca participación social y cuya redacción final fue abrumadoramente aprobada por el pueblo venezolano en Referéndum Popular, por una Constitución que carecería por completo de todo ese andamiaje de legitimidad que tuvo la anterior.

El amigo y Prof. Jeudiel Martínez lo ha expresado de un modo inmejorable al sostener que:

“Sobre la "constituyente" caben solo tres preguntas: 1. ¿Será validada por referéndum la convocatoria a la constituyente? 2. ¿Se elegirán por sufragio universal, directo y secreto a los constituyentistas o habrá parcialidades y corporaciones reservándose espacios? y 3. ¿Se validará el resultado por referéndum?. Eso es todo lo que hay que saber, esos son criterios políticos y no solo jurídicos. En efecto la vida política de un país no puede estar siempre limitada o contenida por la constitución que tiene en un momento dado, pero los criterios con los que el gobierno quiere convocar esta "constituyente" son menos democráticos que los de la anterior y más convenientes a una parcialidad: no es solo que lo que se hace sea inconstitucional es que es autoritario. Entonces no cabe dejarse confundir con la fraseología barata y gastada.”

Cuando no hay argumento que sostenga la propuesta, cuando la maniobra de la palabra ya no da más y solo queda el vacío, se nos propone entonces cerrar filas con Maduro. El imperio nos acecha, la derecha viene por nosotros, por lo que, rodilla en tierra simplemente hay que nuclearnos en apoyo de la propuesta.

Para quienes creemos que se requiere más que un simple acto de fe para dedicar su vida a defender este proceso, quizá esa petición no sea suficiente, y se requiera una invitación un poco más razonable y mejor fundamentada que ese cúmulo de falacias que ya vimos, o un acto cuasi religioso de fe y sinrazón en la dirigencia gubernamental. Quizás conociendo la verdadera razón y objetivo con que fue formulada la propuesta podamos hacernos una idea mejor acerca de qué hacer frente a ella. La misma fue expuesta sin tapujos por el Ministro Jaua, presidente de la Comisión Presidencial Constituyente al cierre de un evento denominado “Intelectuales y Cultores con la Constituyente, celebrado el pasado domingo 07 de mayo en el Palacio de Miraflores. Allí, casi cerrando el evento exclamó:

“La constituyente es un espacio para lo estratégico, saben? Pero esta constituyente, debemos tener claro, por encima de las justas aspiraciones de todos los sectores, tiene un norte estratégico… un sur estratégico: Garantizar la independencia, la paz y el derecho a gobernar a esta corriente histórica bolivariana que hoy lideriza el presidente Nicolás Maduro. Este es el objetivo estratégico de la constituyente.”(5)

“El derecho a gobernar a esta corriente histórica bolivariana que hoy lideriza el Presidente Nicolás Maduro”… ¡Qué barbaridad!!! Como si de un derecho divino se tratara. Como si “el derecho a gobernar” fuese una cualidad natural, intrínseca a su condición humana que alguien pretende coartarles. Como si los derechos políticos de todos los venezolanos no estuviesen consagrados para todos y todas, por igual (y sin privilegios) en la actual Constitución. Como si de una casta monárquica se tratara. Como si el “derecho a gobernar” no fuese la consecuencia de cumplir con la legislación electoral y adicionalmente, esperar a que el pueblo los elija. ¿Y con esa visión sectaria, con esa altivez de pueblo elegido, de casta superior, de raza dominante, de grupete ungido pretenden convocar a la mayoría a que les acompañe en su aventura? El que tenga ojos que vea. Y el que tenga oídos, que oiga.

 

Detrás de la falacia, la voluntad de un poder enfermo

“Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho.”

Miguel de Unamuno

Este proceso constituyente que se inicia, no es el producto de una efervescencia popular, o de un “auge de masas”. No es tampoco la consecuencia lógica y natural del agotamiento de la actual constitución, o de la arquitectura del Estado. Es ante todo una imposición, un acto de fuerza y de violencia simbólica en virtud del cual quienes la imponen prescinden de la necesidad de legitimidad. Un acto de fuerza que canaliza el deseo de participación de un movimiento popular maltratado y ninguneado por las dirigencias y que está ávido de ser oído, convirtiéndolo en el soporte fundamental de una jugarreta conservadora y eternizadora del poder establecido. Un acto de fuerza que aprovecha convenientemente, cuando no es que tuerce sin vergüenza alguna, los resquicios constitucionales para procurarse el sostenimiento en el poder burlando a la propia constitución vigente, al mandato popular, y al espíritu del constituyente de 1999, del cual ellos mismos formaron parte. Un acto de fuerza llevado a cabo por la casta política sobre la que sin duda recae el mayor peso y la responsabilidad en el desmadre en que nos hemos convertido como nación, como país. Un acto de fuerza que se impone en virtud de la grosera utilización de un poderoso aparato comunicacional propiedad de todos los venezolanos pero utilizado como la corporación mediática privada de un grupo particular. Un acto de fuerza que se impone ante el silencio cómplice, ante la inacción, cuando no ante la vergonzosa complacencia inequívoca de otros poderes públicos, muy particularmente del TSJ, instancia convertida hoy en prácticamente la consultoría jurídica o el bufete de confianza de quienes detentan el Poder Ejecutivo. Un acto de fuerza que instrumentaliza el natural deseo de paz de los venezolanos y lo manipula poniéndolo al servicio del “derecho a gobernar que tiene el bloque que lideriza el Presidente Maduro”, bajo el chantaje inaceptable de “Constituyente o terrorismo” “Constituyente o muerte”.

Se atribuye a Confucio la frase “El mal no está en tener faltas, sino en no tratar de enmendarlas.” Y por supuesto que sería todo un detallazo de altura que quienes han echado a andar esta infamia, recapacitaran y enmendaran la plana. Pero hasta allá no alcanza nuestra ingenuidad. A golpe y porrazo la Constituyente va. No solo porque así lo han afirmado sus principales impulsores. Es además la única vía (eso sí es verdad) de su salvación. No la salvación de Venezuela, sino la de ellos. Y no sería realista aspirar a una rectificación de la dirigencia política que impulsa esta maniobra, pues no se trata de una equivocación. No se trata de un error enmendable. Se trata de una argucia que como hemos visto solo pretende dotar de “legitimidad” la vocación autoritaria y autocrática que sin lugar a dudas anida en la mente de algunos de quienes nos gobiernan. Por ello, les importa poco haber erigido una propuesta sobre bases tan endebles, tan frágiles, tan falsas. Son pésimos mercaderes de una mercancía vendible a un mercado cautivo de miedos, angustias, necesidades, buen corazón y mejores deseos. No son más que el sello en una moneda cuya otra cara la ocupa lo peorcito de la Cuarta República o las voluntades restauradoras de la vieja burguesía.

Desgraciada la nación que protagonizó las mayores glorias como pueblo insurgente y soberano, y hoy se ve conminada a aceptar como buena y deseable una maniobra eternizadora de quienes contribuyeron decisivamente a la bancarrota de esa misma nación; de quienes hoy aparecen como seudo-médicos, charlatanes y estafadores o como vendedores de pócimas milagrosas con las que salvarnos después de habernos dado los brebajes con los cuales produjeron nuestros males.

No confundamos la paz de la República con la paz de nuestras conciencias, y mucho menos con la paz de quienes gobiernan. Algunas conciencias jamás alcanzarán la paz aunque fundemos en Venezuela una sucursal del Paraíso. Por lo demás, en el gobierno (tanto como en la MUD), hay gente que ha causado tanto daño (y han cometido tantos delitos) que no hay Constituyente ni retórica patriotera que pueda redimirlos. La actual constitución no es perfecta, pero si hemos de cambiarla, que sea porque efectivamente se agotó el modelo de país que de ella derivaba, y mediante mecanismos que, como mínimo, sean tan profundamente democráticos y participativos como los utilizados en 1999 y no menos. Tampoco mediante una última violación de ella misma, que nos coloque en la penosa condición de volver a lo peor de las cavernas de la democracia representativa. Presidente entiéndalo. Usted no es el pueblo.

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NOTAS

(1)     www.wikipedia-com/falacia

(2)     https://www.aporrea.org/actualidad/a245383.html

(3)     www.aporrea.org/ddhh/a245626.html

(4)     https://www.aporrea.org/actualidad/n308161.html

(5)     https://www.youtube.com/watch?v=AzUfulzXFjk

 

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Moises Duran


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