El llamado a constituyente hecho por el presidente Nicolás Maduro el primero de mayo, viene a representar un escenario inesperado para muchos, al punto que la respuesta opositora ha sido tal como esperamos de un sector que solo aspira llegar al poder, sin considerar que hoy; las reglas de juego son otras y los actores también, que la fortaleza de un proceso con las características del nuestro, no está en la solidaridad automática que aspiran sectores, que sintiéndose favorecidos por los niveles de descontento expresados en la calle por el pueblo llano, pretenden catapultarse en medio de la crisis como salvadores del mundo y actúan a través de los medios, cual prestidigitadores del circo de macondo y los vemos desfilar con sus actos asombrosos ante un público que ya no responde a la parafernalia de las ilusiones ópticas causadas por la magia como arte de engañar, ni a la demagogia de los discursos grandilocuentes que ofrecen el paraíso terrenal.
Somos testigos nuevamente de los niveles de impunidad con que actúan los líderes opositores y la inercia de nuestras instituciones ante los desmanes de quienes asumiendo vías poco democráticas, pretenden echar abajo el estado de derecho y crear una imagen exterior de Venezuela como estado forajido, que propicie las condiciones necesarias para una posible intervención extranjera que les permita liderar una “transición democrática” como lo ha señalado el secretario de estado gringo, a todas luces, principal instigador y financista de los actos desestabilizadores ocurridos durante los últimos dos meses y que ha tenido resultados trágicos, que cuenta ya con más de 60 personas fallecidas, miles de heridos, miles de millones en pérdidas y un país medio paralizado por las acciones de calle convocadas casi a diario, y que suman a las estadísticas del caos difundidas por medios, que otra vez, aparecen involucrados en los planes.
Mucho se ha dicho de los alcances, de la condición originaria de la Asamblea Nacional Constituyente, de la iniciativa, de la convocatoria, de la consulta, del número de constituyentes, de la constitucionalidad del acto en sí, y de la potestad del presidente Maduro en la iniciativa. Intérpretes, analistas, especuladores, manipuladores que tergiversan lo contenido en nuestra carta magna y ajustan sus argumentos a la conveniencia de un sector u otro, según intereses y perspectivas o tratando de ganar, para su opinión el respaldo de la calle, como escenario que habita el sujeto pueblo, depositario en definitiva de esa soberanía originaria, que la comprendemos como potencia a desarrollar para lograr la transformación necesaria, que permita el establecimiento de relaciones basadas en el reconocimiento, el respeto y la aceptación de lo diverso que puede llegar a ser un proceso de construcción que tiene como centro, la democracia participativa y protagónica como antídoto a la herencia representativa que se revuelca en sus estertores por sobrevivir a la acción permanente del pueblo organizado.
Nadie puede negar esta vez, la importancia de la participación del sujeto que involucrado de lleno en el proceso de organizar, diagnosticar y proponer insumos para planes y políticas, termina siendo subordinado por la lógica representativa, a defender intereses que no se corresponden con su propio proceso social, y termina perpetuando la cultura de la dominación política y separándose de su aspiración histórica por alcanzar el poder, delegando su soberanía y por tanto la capacidad de acción.
Ese sujeto; protagonista y consciente, debe propugnar en los espacios de elección, en los espacios de decisión y en los escenarios de poder, un lugar que le permita hacer visible un nuevo concepto de democracia, un nuevo concepto de la política, surgido de enfrentarse a su realidad y descubrir en la práctica cotidiana, vías y métodos para resolver asuntos que antes estaban mediados por el estado y la discrecionalidad de sus representantes.
El llamado a constituyente lo entendemos como la necesidad histórica del pueblo, por encausar su destino y poner orden a la barbarie que representa el desconocimiento del momento histórico que vivimos, lo aceptamos en su plenitud, en tanto proceso liberador, en cuanto proceso incluyente de las nuevas formas, no imaginamos una asamblea constituyente sin la presencia del sujeto comunal, del sujeto social que ha demostrado consciencia de su rol, del campesino que tiene en sus manos la tarea amorosa de alimentarnos con su trabajo, del joven que abraza sueños de desarrollo en su suelo natal, de la mujer como garantía de equilibrio para la paz, del adulto mayor que con su experiencia pueda orientar las acciones sin el temor de errar, del sujeto critico que asume el compromiso de crear, es decir; de todos los sectores que conforman nuestra diversidad cultural y que hacen de nuestra tierra, punta de lanza en la lucha de los pueblos por la libertad.
En este momento crítico de la política representativa, llamamos a que cesen los partidos, llamamos a que los espacios sigan dispuestos para construir el reconocimiento necesario que nos haga trascender la trampa de la representatividad política como herencia puntofijista, llamamos a respaldar plena absoluta y totalmente la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente y a estar alertas ante las maniobras y las traiciones de actores políticos que sienten en peligro sus intereses ante la posibilidad de que el pueblo en ejercicio soberano de su poder originario les desplace de los espacios que tienen por privilegio.
Rogamos por que la escogencia de los constituyentes, no se convierta en otro torneo de trampas y zancadillas, de negociados y cooptación y pierda el brillo que le corresponde, por la acción de quienes no tienen niveles de aceptación favorables en la opinión de la militancia revolucionaria, si permitimos que la práctica clientelar vuelva a imponer su lógica, pudiésemos convertirnos en enterradores de nuestro propio proyecto político.
ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE PARA PARIR LA PATRIA NUEVA, NO PARA PERPETUAR LA LOGICA BURGUESA DE LA REPRESENTATIVIDAD
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