Marcharon de noche a la luz de velas y antorchas al mejor estilo de un renovado Ku Klux Klan, los mismos que siempre han mostrado sin ninguna vergüenza su desprecio al pueblo y su condición racista, esos mismos que hicieron llamados a escrachar y agredir a todo aquel y aquella que les pareciera "sospechoso de chavista" o lo que es igual para ellos, toda persona con cara de pueblo, con rasgos fenotípicamente distantes de lo que la ultraderecha considera uno de sus militantes, ningún afro, ningún indígena, ningún cara común.
Esto nos lleva a recordar episodios de figuras y líderes de esa ultraderecha con el sector afrodescendiente, como olvidar a Manuel Rosales y la vergonzosa tarjeta mi negra, con un mensaje donde se usaba la imagen de la identidad afro como propaganda de pobreza y miseria, tampoco podríamos dejar de recordar el beso que se limpió, con su respectiva cara de asco, María Corina Machado en un encuentro con una señora en recorrido de campaña electoral, de que manera podríamos olvidar aquella Beatriz de Majo y su programa Balances, encarando en pantalla nacional a un Wilmer Machado mejor conocido como"coquito", frente a una invitada extranjera la cual llamaba a los venezolanos "flojos, irresponsables, borrachos y malamañosos"(entre otras cosas), todo esto frente a la conductora del programa (doña Beatriz) quien mostraba su apoyo a esa opinión negativa del pueblo venezolano acotando que "los venezolanos son unos seres devaluados" usando a Wilmer como ejemplo, estos lamentables y reconocidos episodios por mencionar solo algunos, identifican el espíritu de la ultraderecha venezolana.
La misma que víctima de esa acumulación de veneno se atrevió a asediar y agredir todo lo que conecta y beneficia a nuestro pueblo (Materno infantil "Hugo Chávez", TransBolívar, unidades de inparques, sedes de instituciones públicas, etc.) esa misma derecha que amparada en su cosmovisión racista validó que Orlando José Figuera fuera golpeado, apuñalado, rociado con gasolina y luego prendido en llamas, "es negro y es chavista" "tiene que morirse ese chavista" gritaban quienes lo agredieron, ambas cosas suponían para sus agresores un delito que merecía castigo.
Para entender estos episodios de odio desmedido debemos aceptar que estamos frente a una lucha de clases, pero con sus especificidades, en todos los casos citados los agraviados son del sector de la población afrodescendiente, es entonces de suma importancia dejar claro que la ultraderecha nos combate como sus enemigos no solo por no ser de su misma clase social, sino además por no pertenecer a su mismo grupo étnico.
Jamás las y los pobres, indígenas, afrodescendientes, sexodiversos, campesinos y trabajadores, seremos respetados por la derecha, su odio va dirigido a quienes nunca fueron y hoy pueden tener las mismas oportunidades que ellos, oportunidades generadas desde un sistema social humanista, que en 18 años al poder jamás ha instigado a hechos tan bochornosos como los recientes de linchamiento, escrache, y persecución.
En este punto nos preguntamos si es posible devolvernos, superar estos episodios y continuar construyendo una base social a pesar de lo ocurrido, la respuesta es casi siempre la misma, la aplicación de la justicia y la participación de los sectores de la sociedad que condenan el odio, la violencia y el racismo son la única ruta posible para la paz.
Más allá de la convicción política de cada quien, necesitamos avanzar hacia una sociedad más humana e igualitaria, donde no tengan cabida las demostraciones de intolerancia a las que hemos estado sometidos recientemente como pueblo, pueblo porque eso somos, aunque algún "famoso" personaje en redes sociales dice que debemos dejar de ser pueblo para volver a ser "ciudadanos", esto obedeciendo al desprecio que promueven con todo lo que tenga que ver con los valores de colectivo que venimos aprendiendo en revolución, porque el sueño de la derecha es acabar definitivamente con la visibilización de lo colectivo y volver al individualismo, al endorracismo a lo Gledys Ibarra y Franklin Virgüez, al limbo donde deberíamos estar condenados según su visión de vida, quizás ardiendo en candela, pues tal como quisieron acabar con la vida del joven Orlando, se proponen acabar con todo lo materialmente chavista, poniendo un interés especial también en lo simbólico para socavar el ideario del comandante Chávez.
Es la hora y el momento que nos demanda la historia para la definición de nuestro camino, apartando miserias, egos e intereses particulares, para lograr por sobre todas las cosas la sociedad y la paz que merecen nuestros hijos e hijas, orgullosos herederos de Guaicaipuro, Andresote, Miguel, Argelia, Josefa, Bolívar y Chávez.