Lo de Escarrá da náuseas. Este señor, que llamó al "asalto final" al Miraflores de Chávez, a la "marcha sin retorno", que demandó al Comandante ante el Tribunal de La Haya; este antichavista de uña en el rabo, ahora es paladín de la constituyente antichavista: amenaza con destituir a la Fiscal, con declarar traición a la Patria a la mínima disidencia, da charlas en PDVSA y es aplaudido por incautos y falsochavistas.
Mientras este absurdo pasa, los líderes históricos sólo atinan a la ofensa, y van confeccionando la lista de los traidores, adelantando el trabajo de los "comités del terror" de la constituyente, que ya los voceros del entuerto anuncian con talante fascista. La situación refleja muy bien el drama de la Revolución: escarrá, el verdugo de abril, ahora es líder, dicta charlas, opina, y los chavistas son acusados. Se repite la historia de la Revolución devorando a sus hijos, de la Revolución derivando hacia el fascismo. No se sabe hasta dónde llegará la vendetta, pero el augurio es malo; las acusaciones de hoy, el odio demostrado vaticina no sólo linchamiento moral, sino represalias mayores.
La situación es dramática, los hijos arremetieron contra el padre y ahora enfilan su saña contra todo, contra cualquiera que le recuerde su deslealtad. Así como atacan a la Constitución del 99, a "la bicha", atacan a quien denuncie el desapego, el desprecio al padre. Su infidelidad les remuerde la conciencia, pero la culpa los hace más agresivos, más peligrosos. En el empeño de liquidar al padre no hay escrúpulos, se meten en la misma cama con los enemigos del padre, la compulsión es borrar la figura paterna, sustituirla, que no haga sombra al bonsai, y al mismo tiempo calmar la angustia que eso les produce.
El Palacio se convirtió en un cubil de complicidades donde domina el pánico. Todos esperan que el "mono con cuchilla" no los toque, cuidan el pescuezo tanto como cuidan el puesto. El corte de cabezas es diario, ministros, gerentes se transforman por caprichos, por un error, por una mirada imprudente, por un comentario inteligente, en candidatos de ese bodrio que llaman constituyente y que más funciona como depósito de trastos. Nadie está seguro, hoy pueden ser ministro de esto y mañana de todo lo contrario, se agarran de cualquier clavo, de cualquier brocha, lo importante es permanecer unos minutos más.
Hace tiempo que no hay argumentos, ideas; sin estrategia, se limitan a repetir el mismo acto de magia ya conocido, desgastado, sólo le cambian el nombre; el público ya conoce a las movilizaciones obligadas, las euforias de un día: productividad, carnet, constituyente, perseguir a alguien, de la oposición o a un crítico. El discurso se vació, al palacio le crece monte en el techo, señal de pérdida del alma, es un cascarón vacío esperando la tempestad anunciada por el cielo encapotado.
El tigre desinflado es peligroso, ahora se interna en el terreno del desespero, se siente débil, tiene medios de comunicación, aduladores que todo lo aplauden; el usurpador conoce la realidad, la justifica con espejismos, pero está asustado, presiente el fin. Cualquier reacción en su contra produce reacción violenta, fuera de control. En estas condiciones ensaya atrocidades, disparates, desde chequear la votación con el carnet de distribución de migajas, hasta la prisión de la disidencia.