El gobierno, en las últimas horas, ha tomado decisiones que desconciertan, llueven las interpretaciones: los aduladores se apresuran a justificar, los cobardes toman posiciones intermedias, procuran no ir a lo hondo, otros prefieren el silencio de la ira. El cuadro es confuso, cualquier opinión corre el riesgo de apoyarse en conjeturas, todo vale, y nada es seguro. Intentemos aproximarnos a un análisis.
Se trata del enfrentamiento entre dos bloques que, en esencia, comparten los mismos intereses: el capitalismo. En esta batalla, el gobierno dominado por el madurismo se debilita por su ambigüedad; no tiene estrategia, funciona en el terreno del oportunismo, no puede ir más allá de la táctica, de la trampita, de la astucia corta. La oposición, capitalista igualmente, tiene a su favor la coherencia de la estrategia: son capitalistas en cuerpo y alma, allí no hay contradicción, son partidarios de la propiedad privada de los medios de producción, y del individualismo, el egoísmo como forma de relación social.
Por supuesto que el gobierno cada momento se debilita más y la oposición se fortalece, esa es la tendencia a pesar de los errores e impericias de los dos bloques, y más allá de las anécdotas. Esta definición que se da -valga el atrevimiento- de manera espontánea, a pesar de la voluntad de los actores, también va definiendo la posición de las personas. A medida que avanza el esclarecimiento del paisaje, que el gobierno se hace más capitalista y en su desespero toma acciones absurdas y anti éticas, se va develando su carácter, va perdiendo sus cuadros más honestos.
Quien cree en la legalidad burguesa, se espanta con las barbaridades del tsj; quien es humanista, se corre con la olp; quien es demócrata convencido, se aparta por la falta de elecciones y el escamoteo de los referéndum; quien no se ahuyentó ahora, lo hace por la salida de Leopoldo, que no entiende. Cada vez son menos los que se atan al gobierno: algunos locutores de televisión, algunos cortos que apoyarán cualquier crueldad, la honestidad se va apartando.
La salida de Leopoldo, si la vemos más allá del sentimiento, si la analizamos dentro del cuadro político, significa, claramente, que al madurismo se le trancó el juego, eso es evidente: la constituyente resultó ser un pantanal en lugar de una autopista, los clap fracasaron, no consiguieron su objetivo de aligerar el costo de la vida, la sociedad está intranquila, hay saqueos, protestas, la oposición adquiere cada día mayor gobernabilidad, detiene la vida en las grandes ciudades con sólo un twitter.
En esta situación, el gobierno tiene que ir a una de las pocas cartas que le quedan: intentar el desprestigiado diálogo y, como prueba de buena fe, suelta a leopoldo. Tras esa liberación hay el propósito de claudicar, no hay otro. Falta ver cómo reaccionará una derecha opositora que va en ascenso. Seguramente exigirá rendición definitiva, y ya, desde monteverde, sabemos cómo se comporta la oligarquía con los claudicantes.
Algunos chavistas se indignan, se incomodan, pero acatan la decisión, de esta manera siguen en el despeñadero del madurismo, no se desligan. Lo correcto es entender la decisión del madurismo como la entrega definitiva de la Revolución, son una serie de medidas que conforman la claudicación: el enamoramiento con los capitalistas, con Cisneros y Mendoza, la entrega de la Faja del Orinoco y el Arco Minero, la falsificación del Plan de la Patria, la liquidación de la Constitución de Chávez, y ahora la pedida de cacao con la liberación de Leopoldo.
El chavismo no puede seguir encadenado a ese vergonzoso tren, debe desligarse ahora y no cuando ya sea tarde y sólo queden las ruinas.