Este era un país de excluidos. De gente abandonada y olvidada en las oscuras catacumbas de la miseria. Desde la colonia, los humildes siempre estuvieron subyugados al poder del amo, luego del patrono, de los ricos y poderosos. Los sifrinos que ahora destruyen el país, son los mismos que por décadas se acostumbraron a vivir del asalto y el saqueo de las arcas nacionales, dejando solo migajas para el pueblo.
Pero todo esto cambió para el pueblo humilde y excluido con la llegada del Comandante Chávez y su decidida e inquebrantable misión de empoderar al pueblo, de dignificarlo, de sacarlo de los oprobiosas catacumbas. Inventando y creando con absoluta genialidad, docenas de mecanismos, planes y misiones específicas para cada necesidad o requerimiento de la gente.
Ya son increíblemente cotidianos los distintos cambios estructurales generados por la Revolución Bolivariana. Están en la vida diaria de la gente, en su educación, su salud, su alimentación o en el sistema de pensiones. Es un esfuerzo novedoso para luchar contra las desigualdades y las injusticias, mejorando y democratizando la distribución de la riqueza nacional, tanto así que superamos a muchos de los países capitalistas, que no han logrado alcanzar el Estado de Bienestar ideado por Bismarck, para "proteger a los ciudadanos desde la cuna hasta la tumba".
De entre miles de vivencias, de extraordinarias historias de vida, a veces nos llegan expresiones que nos sacan las lágrimas, llenándonos de energía, fuerza y alegría. Así, escuchamos fascinados la historia de Marilbis Bello, flamante doctora integral comunitaria que, en su acto de graduación, de manos del propio Presidente de la República Nicolás Maduro (cuántas personas en el mundo tendrán este tipo de contacto afectivo y directo), contó con sentimiento y pasión, que 25 años atrás intentó estudiar medicina y la excluyeron y le negaron el cupo porque su papá "era chófer". Entre sollozos expresó: "Hoy reivindico a mi padre al recibir mi título como médico integral comunitario de manos de un chófer, como lo fue mi padre, y que es el Presidente obrero de la tierra que me vio nacer, esto es posible solo en Revolución".
Ahora los excluidos están incluidos. Están empoderados porque tenemos un gobierno revolucionario de avanzada, con verdaderos ideales para alcanzar la equidad y la justicia social. La discriminación contra los más pobres está totalmente erradicada. Solo se necesita vocación y ganas de estudiar para ingresar a las más de 30 nuevas universidades con sedes y núcleos desperdigados por todo el país. En el caso de la Misión Sucre, están estudiando actualmente 189.860 venezolanos; y ya se han graduado más de 479.114 personas en carreras científicas o humanísticas como Administración, Derecho, Electrónica, Geología, Química, Producción Agroalimentaria, Informática o Comunicación Social.
Mi generación (ochentosa) vivió en carne propia la segregación y la exclusión de la oscurana que representó la Cuarta República. Por más preparación intelectual y académica que los muchachos de Petare tuviesen, miles de jóvenes se quedaban en el camino. Sin opciones y sin esperanzas. Todo un estigma solo por ser pobres. Los grupos de bachilleres sin cupo reflejaban esa triste realidad.
Pero actualmente tenemos a más de 2.500.000 estudiantes en la educación universitaria. Con rostros, nombres y apellidos, dando su mayor esfuerzo. Con familias, padres, esposos e hijos llenos de orgullo y acompañándolos en cada jornada. Esto representa una fuerza llena de energía, de vida. Un ejército que viene soñando, que va forjando sus proyectos de vida, construyendo su futuro.
Pero estos venezolanos también son objeto del odio, desprecio y mezquindad por parte de la derecha egoísta y racista. Cuando la derecha descarga su verbo histérico y visceral, los desprecia, rechaza y se mofa de sus esfuerzos, habilidades y conocimientos.
Es el odio de la burguesía, del sifrinaje, que no tolera que el pueblo se empodere, se supere y forje su destino. No entienden cómo los excluidos de siempre, los nadie (los de Petare), ahora tienen horondos sus títulos bajo el brazo. Ahora son profesionales y están trabajando por todos los rincones de la patria, trabajando por el país, ayudando a la gente. En el caso de los médicos integrales, en lugares donde los médicos de la derecha y las viejas encopetadas de la burguesía jamás se atreverían a entrar.
Surge la pregunta, una hipótesis negada pero que quita el aliento de tan solo pensarla: ¿Qué haría la derecha fascista, mezquina, miserable, neoliberal y privatizadora (en caso de asaltar el poder) con las misiones, con la salud y la educación gratuita, con las pensiones? Sabemos la terrible respuesta: arrasaría con todo, lo vendería todo (como ya vendieron el alma). La burguesía no quiere al pueblo. Lo odia, lo desprecia. Además, ya deben tener hipotecado y comprometido medio país. Son una rapiña acechando nuestras riquezas y los activos de la nación. Todo lo van a poner a los pies de sus amos del norte y de las corporaciones que han financiado generosamente sus disparates golpistas.
Frente a estos escenarios, ante esta diferencia irreconciliable de clases, frente al contraste abismal entre los proyectos políticos en pugna (zape gato con el neoliberalismo salvaje), el pueblo debe resistir las embestidas de la derecha y proteger a su Revolución Bolivariana. El pueblo debe seguir mandando.